Bufandismo no es periodismo

Bufandismo no es periodismo

El creador del blog Periodismo Deportivo de Calidad expone sus argumentos en contra de los periodistas que se declaran abiertamente hinchas de un equipo.
Fotografía: stux en Pixabay | Usada bajo licencia Creative Commons
José Luis Rojas Torrijos

Hablar de ética es hacerlo sobre todo de actitudes y comportamientos profesionales, que atañen individualmente a cada periodista, más allá de las decisiones editoriales que tome el medio de comunicación para el que se trabaje. Y, ciertamente, determinadas prácticas del periodismo deportivo han normalizado conductas que responden a una idea desfigurada de esta especialización y producen distorsiones éticas que lo alejan del cumplimiento de su función social de informar con veracidad e imparcialidad sobre lo que ocurre dentro y fuera de las competiciones.

Entre esas licencias rechazables, en tanto que suponen una transgresión de los fundamentos recogidos en los principales códigos deontológicos de la profesión, se encuentra el denominado “periodismo de bufanda” o “periodismo de camiseta”, cada vez más extendido entre comentaristas, narradores y cronistas que cubren la información sobre fútbol. El fenómeno es conocido: un periodista se posiciona a favor de un equipo determinado, con el que se identifica, y manifiesta de forma abiertamente parcial, y a menudo acrítica, sus preferencias deportivas en el desempeño de su tarea de informar.

El sesgo resultante en estos casos no solo priva a la audiencia de tener la foto completa de lo que ha acontecido para que luego sea cada aficionado quien cuente con los elementos de juicio suficientes para valorar e interpretar los hechos, sino que supone dirigir un mensaje con una intencionalidad espuria, proveniente del fanatismo, que, como señala Javier Darío Restrepo, “aleja al periodista de la verdad y afecta negativamente a la credibilidad del medio de comunicación”.

En otras ocasiones, profesionales que aparecen en los medios no solo se declaran aficionados a un club o a otro, sino que hacen ostentación de esa parcialidad para contribuir a la espectacularización de ciertos programas de tertulia deportiva en los que la información ha cedido el testigo a un entretenimiento que se construye a partir de debates altisonantes y encendidos, de voces que se pisan, de moderadores que no existen, de un lenguaje de barra de bar y de sucedáneos de contenido que estiran al más nimio detalle una jornada futbolística que, objetivamente, no da más de sí.

¿Un acto de honestidad?

Para muchos, que un periodista no esconda y dé a conocer al público su faceta de hincha de un equipo es un ejercicio de honestidad, (como lo sostuvo recientemente Nicolás Samper, otro de los blogueros de la Red Ética). Puede entenderse así, claro, pero de honestidad como hincha, porque todos tenemos un hincha dentro y hemos empezado a seguir a un equipo antes de haber empezado a ejercer como periodista. Sin embargo, hablamos de praxis periodística, y resulta poco honesto desde un punto de vista profesional permitir que la faceta de hincha se anteponga a la de periodista mientras se trabaja desde o para una redacción, renunciando conscientemente a ser crítico o ecuánime en el análisis y escribiendo o hablando más para uno mismo y para otros hinchas que para el conjunto de la ciudadanía, que merece y desea estar bien informada.

En muchas ocasiones el “periodismo de bufanda” es consecuencia de una relación de peligrosa proximidad que establece el reportero con sus fuentes más habituales, en este caso deportistas, entrenadores, agentes, directivos de clubes, relaciones públicas u organizadores de eventos. Pero es una exigencia profesional discernir en todo momento entre trabajo y amistad para mantener la imparcialidad, no supeditar la verdad al plano más personal siendo al mismo tiempo juez y parte, y, de esta forma, no erosionar la confianza de la audiencia ni la credibilidad de nuestro medio.

Tal como recoge el Code of Professional Conduct Standards de la AIPS (International Sports Press Association), el periodista deportivo debe actuar con firmeza en favor de la buena reputación de la profesión y evitar cualquier tipo de conducta que lo desacredite. En este sentido, apela a que el ejercicio profesional se base en la honestidad y la neutralidad, se acometa libre de cualquier tipo de conflicto de interés y que no permita que acciones o consejos de terceros le influyan indebidamente en su cometido periodístico.

Reglas básicas

Los profesores Scott Reinardy y Wayne Wanta en su manual The Essentials of Sports Reporting and Writing (Routledge, ediciones en 2009 y 2015) también subrayan algunas de las reglas no escritas del periodismo deportivo tras haber entrevistado a decenas de profesionales norteamericanos. Entre esos preceptos, vienen a colación estos cinco:

 1. No vitoree en la sala de prensa. No se comporte como un hincha, sino como un reportero.

2. No pida autógrafos, da igual sobre quién esté informando.

3. Vístase de una manera apropiada, de forma que haga ver que usted es un profesional.

4. Recuerde que los jugadores y los entrenadores no son sus amigos. Independientemente de cuál sea su relación con ellos, cuando tenga que escribir una historia dura debe ser capaz de hacer su trabajo con la máxima imparcialidad.

5. El resto de periodistas tampoco son sus amigos. Aunque es seguro que pueda salir con ellos a tomar una cerveza tras un partido o los fines de semana, cuando se trata de conseguir una historia es la guerra. No vaya derramando sus secretos en estado de embriaguez.

En el ejercicio de un periodismo que moviliza tantas pasiones como el deportivo puede que desde amplios sectores de la grada se conciba como algo normal que el reportero no tenga que ser objetivo y muestre parcialidad, sobre todo a la hora de opinar. No obstante, cabe recordar que en periodismo la imparcialidad no es objetividad, tampoco neutralidad, aunque tiene elementos de ambas. Como rezan las Editorial Guidelines de la BBC, es preciso hablar mejor de "debida imparcialidad", de amplitud de miras, que requiere que el periodista busque y sopese argumentos relevantes sobre cualquier asunto y los presente de manera apropiada sin prejuicios ni sesgos, y esto no significa que el periodista pueda dejar de dar sus opiniones siempre y cuando estas se sustenten en hechos sobre los que previamente se ha informado.

Por todo ello, si hablamos de bufandismo no lo hacemos de periodismo. Porque no puede calificarse de periodístico aquello que deliberadamente abandona la imparcialidad, que toma partido y que sirve a unas fuentes determinadas antes que a los propios lectores y espectadores. Puede que, como afirma el profesor e investigador británico David Rowe, el mayor desafío al que han de hacer frente los periodistas deportivos es tener la confianza para comportarse como periodistas antes que como fans, cheerleaders, meros comentaristas o productores de contenido banal. Se trata, simplemente, de hacerse valer y diferenciarse como profesionales de lo que cualquier persona puede ya comunicar desde su smartphone o en las redes sociales.

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