El año 2016 terminó dejándonos una nueva palabra: posverdad, que de acuerdo al Diccionario de Oxford denota “circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”.
¿Cuál debería ser la palabra del 2017?… Como respuesta, propongo otro neologismo: verdadistas.
El término sería una evolución de la palabra periodista, pues la que usamos actualmente suena ya arcaica, no involucra todos los nuevos roles que internet le ha traído a la profesión, y está atada a una realidad cada vez menos común: aquel que trabaja en un periódico.
El profesor de la Universidad de Navarra Ramón Salaverría le escribió hace dos años una carta a la Real Academia Española de la Lengua solicitándoles que actualizaran la vetusta definición que actualmente registra en su diccionario la palabra periodista:
1. m. y f. Persona legalmente autorizada para ejercer el periodismo.
2. m. y f. Persona profesionalmente dedicada en un periódico o en un medio audiovisual a tareas literarias o gráficas de información o de creación de opinión.
Hay dos problemas principales con esta doble definición. En primer lugar, cada vez son menos los países donde se requiere una autorización legal para ejercer el periodismo. En segundo lugar, para ser periodista tampoco es necesario ya trabajar en un periódico o medio audio audiovisual.
El periodismo no es el soporte: papel, radio, televisión o internet. Los medios de comunicación perdieron hace rato su capacidad para absorber a los miles de egresados que salen todos los años de las escuelas de periodismo. Si los preparamos solo para trabajar en un periódico, estamos formando miles de jóvenes para el desempleo. En las facultades debemos abrirles los ojos y mostrarles que el periodismo es mucho más que trabajar en un diario, ya sea impreso, audiovisual o digital.
Pero me gustaría ir más allá de la propuesta de Salaverría, y no solo modificar la definición actual de periodista, sino responderles a aquellos que entronizaron el adjetivo posverdad con una redefinición del periodismo, el verdadismo.
El compromiso con la verdad, de acuerdo a lo que ha expresado en repetidas ocasiones el maestro Javier Darío Restrepo, es uno de los cuatro pilares del ejercicio ético del periodismo, siendo los otros tres: el servicio a la sociedad, la independencia y la identidad profesional.
Aunque para Restrepo el más importante de estos cuatro pilares es el de servicio al lector, es innegable que el compromiso con la verdad ha tomado una relevancia capital con lo sucedido durante las elecciones presidenciales en Estados Unidos, el Brexit y el triunfo del No en el plebiscito por la paz de Colombia.
Como lo discutimos hace poco en Cali, para que las audiencias vuelvan a creer en nosotros, necesitamos señalar a quienes mienten, así sean nuestros colegas. Por lo tanto, nuestra profesión no puede estar definida por dónde publiquemos lo que escribirmos. Lo debe estar por la función que cumplimos en la sociedad, que es fundamentalmente decir la verdad. Así las cosas, verificamos la información porque al hacerlo estamos ejerciendo responsablemente el vínculo que tenemos con la audiencia. Chequear la información debe ser tan natural para nosotros, como lo es al espejo reflejar la imagen de nuestro rostro.
Aplaudo por lo tanto el esfuerzo de medios que han decidido dedicar personal de sus redacciones a la a veces aburrida, pero necesaria tarea de detectar y explicar noticias falsas. La Silla Vacía, la BBC, El País y Univisión son algunos de ellos. Pero no hace falta pertenecer a un medio para luchar contra el fenómeno de la posverdad. En Facebook ya somos más de 800 integrantes del grupo Esta Noticia Es Falsa.
Aquellos profesionales que se están dedicando a esta labor, son algo más que periodistas. Son adalides de la verdad, guerreros contra la mentira, desenmascaradores del engaño. En una sola palabra: verdadistas.
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