Dos temas se tomaron la elección chilena y ambas tienen que ver con la transparencia. El primero fue la idea de que los periodistas deben abrir sus preferencias electorales al igual que los medios. El otro tema en cuestión es aún más complejo y tiene que ver en cómo los medios recogen instrumentos de referencia como las encuestas y las publican como hechos imbatibles. En las elecciones chilenas las encuestas fallaron, sobreestimando al candidato de la derecha y subestimando a la candidata de la izquierda. Con esto, los medios terminaron en medios de las críticas.
La transparencia gana terreno en el mundo de los medios. Y las mismas exigencias están alcanzando a los periodistas. Esto es bastante lógico si se considera que las redes sociales los tienen hoy mucho más expuestos. Durante la elección chilena, se hizo popular que los candidatos cuestionaran el tipo de preguntas que los periodistas les hacían. Molestos por la forma y el tono de las preguntas, casi todos los candidatos, de alguna u otra manera, se enfrentaron a los profesionales. Todos pusieron la mira en el mismo blanco: cuestionar el origen de la pregunta y el tono moral de éstas. La intencionalidad. Todo esto avivado por las barras bravas de los candidatos en las plataformas sociales. “Se les nota mucho que no les gusta el candidato”, era la consigna. Por supuesto, esto puso nuevamente en la agenda hasta qué punto el periodismo es independiente o hasta qué punto se ejerce sin presiones de poderes fácticos y no fácticos. Para los políticos y parte de la ciudadanía, los medios deben transparentar qué candidato reúne los valores que ellos buscan, como una manera de dejar todo más claro. Algo que parece sensato y que desde hace décadas se hace en muchos países. ¿Pero deben los periodistas políticos abrir sus opciones con el fin de hacer más transparente su trabajo?
¿Cuestión de objetividad?
La pregunta parece razonable en una sociedad que exige y obtiene más transparencia y en años que han convertido a los periodistas en actores activos en las plataformas sociales. Pero es inconducente. El trabajo de los periodistas está marcado por sesgos, pero son los hechos los que mandan. La interpretación puede estar dada por lo intereses personales, pero siempre estará guiada por los hechos. Los hechos contradicen o confirman. Son los objetos de análisis. Y no hablo de la objetividad. Al contrario, si un periodista político transparenta su opción política, inmediatamente quedará cargado para la audiencia. Los lectores no reconocerán los hechos como tales, sino la postura previa del profesional. Su sesgo será su trabajo. Mucho más determinante es que un medio -que tiene línea editorial- reconozca su apoyo a un candidato. Esa será la guía para la audiencia.
Más complejo es el caso de las encuestas. Los medios chilenos se hicieron eco de las encuestas, más allá de su metodología o del origen de ella, como si fueran herramientas incuestionables y cargadas de verdad. La proliferación de estudios públicos en medio de la campaña política se convirtió, entonces, en la materia prima fundamental de los medios. Tanto en su cobertura como en el análisis posterior que se hacía con sus resultados. De hecho, hasta hace 15 días los medios publicaron encuestas que dejaban a la candidata del joven Frente Amplio (Beatriz Sánchez) con un fijo tercer lugar, sin opción a competir. Y al candidato de derecha (el ex presidente Sebastián Piñera) con la mejor opción de salir ganador. Esto no ocurrió. Sánchez casi logra en segundo lugar y Piñera estuvo 10 puntos por debajo de lo que mostraban los datos previos y con un futuro muy complicado para una segunda vuelta.
En el escenario actual, con los medios intentando adaptarse a los nuevos tiempos y tratando de no perder aún más credibilidad y audiencias, este tipo de cuestionamientos no son menores. La responsabilidad en alimentar la opinión pública y, como decía Rousseau, que se manifieste en un debate igualitario y razonado sigue siendo una de las misiones más importantes de los medios. Convertir instrumentos como las encuestas en hechos es muy delicado. En especial cuando se le da similar tratamiento a estudios de dudosa rigurosidad metodológica con otras más serias. Hoy los medios aparecen como uno más los derrotados en esta elección presidencial. Y más allá que se exagere su capacidad para determinar una elección, la pérdida de credibilidad no llega en el mejor momento.
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