En estos días abunda la información sobre justicia porque hay un escándalo de magistrados de por medio; pero en los casos de personas comunes no hay periodistas a la vista. ¿Por qué?
Nicolás Rodríguez
Estudiante de Derecho
Bogotá, Colombia
R.- La selección ideal de los temas de la agenda periodística es la que se hace alrededor de los asuntos que tienen que ver con el bien común. Cuando se trata de asuntos particualres, estos no ocupan lugares prioritarios, salvo que tengan conexión con el bien común: vg. El de la mamá que no fue atendida en el hospital cuando pedía atención para su hija enferma que, por ese desatención, murió horas después. Aunque es un caso particualr tiene relación con las políticas de salud que afectan a todos.
En cambio, la primera comunión de la hija del director del periódico solo le interesa a él y a su familia y no tiene por qué figurar en la agenda.
Por eso se entiende que el caso de las heridas de machete que un hombre le causó a su vecino en una pelea de borrachos, no puede compararse con el escándalo de un magistrado a quien se acusa por la exigencia de 500 millones de pesos a cambio de un voto favorable en el tratamiento de una tutela. En este caso el bien común de todos los colombianos, la administración de justicia, se ve directamente afectado. Esta es la razón de la prioridad concedida a esa noticia en los medios.
Es importante notar que no es la relevancia personal de los protagonistas la que motiva la selección de esa noticia, sino el hecho de que está afectado el interés de todos. El periodismo, hay que recordarlo y repetirlo, es un servicio público que maneja un bien público, la información, por tanto obra en consecuencia cuando se trata de decidir qué se informa y opta por lo público.
Esta es una decisión que tiene en cuenta la relación estrecha que existe entre información y democracia, la una y la otra, al servicio del bien común.
Documentación
La democracia es un desafío permanente. ¿Cómo vivirla? ¿Cómo evitar que no sea suplantada por las élites del poder, del tener o del saber? ¿Cómo permitirle asumir su papel, actuar de modo que ella pueda operar sin enceguecimiento, escoger con lucidez, votar y gobernar con conocimiento de causa? Para discernir, hacer un pronunciamiento, orientarme, resolver, decidir, o asumir una responsabilidad democrática, es necesario no solamente que yo sepa lo que ha sido hecho o no en mi nombre, sino además, que yo tenga medios para entender el presente. O sea, es necesario que yo esté informado.
El problema de la información, antes de ser un asunto profesional o un problema económico, está en el corazón mismo de la vitalidad democrática. No es un asunto anexo o secundario sino la condición esencial y primera de su proyecto, no importa el gobierno que sea. El derecho de saber es la garantía: si no hay un conocimiento de los hechos de interés público, no hay ciudad común; sin acceso igual a las informaciones que la condicionan, no hay una democracia viva. Proclamar este derecho es tanto como rechazar el secuestro de la política por parte de aquellos que pretenden saber cuánto deben saber los demás.
Una ciudad está compuesta por ciudadanos y un ciudadano es aquel que es capaz de gobernar y de ser gobernado. La fórmula es de Aristóteles, testigo y teórico de ese laboratorio que fue Atenas en el que, en la antigüedad mediterránea tomó forma el ideal democrático.
Edwy Plenel en “Le droit de savoir”, don Quichotte, París 2013, p. 35
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