“El pájaro ha sido liberado”: Twitter de Elon Musk reaviva debate sobre límites de libertad de expresión
22 de Noviembre de 2022

“El pájaro ha sido liberado”: Twitter de Elon Musk reaviva debate sobre límites de libertad de expresión

Ante el caos que han generado las recientes decisiones y opiniones del nuevo dueño de Twitter, reflexionamos sobre los riesgos de no diversificar nuestros medios para comunicarnos, así como de los problemas éticos al hablar de una libertad de expresión sin límites.
Foto: Pete Simon/ Con licencia Creative Commons

 

La compra de Twitter por parte del multimillonario Elon Musk el pasado 27 de octubre, ha reavivado el eterno debate sobre los límites de la libertad de expresión. Meses antes de adquirir la compañía por 44.000 millones de dólares, el magnate sudafricano declaró que la libertad de expresión “es esencial para cualquier democracia funcional”, y cuestionó que Twitter no se estuviera adhiriendo a ese principio “rigurosamente” y por ende estuviera “erosionando la democracia”. 

Si bien la aparición de las redes sociales le dio un poder comunicacional sin precedentes a cualquier usuario con conexión a internet –en teoría permitiendo que cualquier opinión, por más controversial que sea, tenga el potencial de alcanzar a una audiencia global–, los gigantes tecnológicos, como Twitter o Facebook, se han visto en la necesidad de regular lo que se publica en sus plataformas con el fin de evitar discursos de odio, desinformación o discriminación.  En algunos casos, han cerrado cuentas por promover la violencia o difundir noticias falsas. 

Uno de los casos más emblemáticos y recientes fue la censura a Donald Trump por parte de Twitter. En un comunicado emitido el 8 de enero de 2021, el equipo de Twitter explicó que la suspensión permanente del expresidente de los Estados Unidos tenía como fin evitar “el riesgo de una mayor incitación a la violencia”. Lo anterior, tras el asalto al Capitolio el pasado 6 de enero de 2021. La decisión de la compañía del pájaro azul fue histórica, ya que con ella quedaba claro que nadie estaba exento de la responsabilidad de cumplir con las normas de convivencia en la red social. 

El pasado mes de mayo, Musk tachó la medida contra Trump como una “decisión moralmente errónea y extremadamente absurda”, e indicó que este veto no acabaría con la voz del expresidente, sino que “la amplificará dentro de la derecha”. El nuevo propietario de Twitter se ha declarado un “absolutista de la libertad de expresión”. De hecho, anunció la compra de la compañía trinando: “El pájaro ha sido liberado”. 

Por tal razón, gran parte de la atención en torno a la compra de Musk se centró en un posible regreso de Trump a Twitter. Inicialmente el sudafricano declaró que esperaría la opinión de un consejo asesor antes de tomar alguna decisión. Sin embargo, el pasado 19 de noviembre, sorprendió al publicar una encuesta en su cuenta personal con el texto “Readmitir al presidente Trump”. Tras 15 millones de votos, 51,8% a favor, Musk justificó la restitución de la cuenta del expresidente, la cual se hizo efectiva el día siguiente.

La decisión fue recibida negativamente por exempleados de Twitter como Melissa Ingle, científica de datos enfocada en integridad cívica. “Trump atrajo y amplificó las teorías de conspiración más extremas. Fue vetado porque instigó una insurrección y trató de interferir con las elecciones libres de un país. Su regreso es un ejemplo de cómo ha crecido la toxicidad y el abuso en Twitter desde la compra de Musk y las serias consecuencias que esto tendrá para la democracia”, dijo Ingle a Fortune. A su vez, Trump afirmó que “no ve ninguna razón para volver a Twitter” y expresó su preferencia por continuar publicando en Truth Social, plataforma que fundó y con la que tiene un acuerdo de exclusividad.

Aunque las reglas de Twitter parecían permanentes, la llegada de Musk a la compañía vuelve a traer a la mesa interrogantes e incertidumbres siempre en debate: ¿Hasta dónde llega el derecho a la libertad de expresión? ¿Merecen respeto todas las opiniones, incluso aquellas cargadas de odio y discriminación?

Una investigación de la Montclair State University encontró lo que podría interpretarse como una desafortunada consecuencia de la tajante defensa de Musk a la libertad de expresión: en las 12 horas después de que se completara su compra de Twitter, el uso de términos “vulgares y hostiles” hacia ciertos grupos étnicos y personas de orientación sexual diversa incrementó en un 400%, lo que lleva a cuestionar si, en realidad, la libertad de expresión puede funcionar sin mecanismos que la regulen.

¿Libertad de expresión absoluta? 

En el Consultorio Ético han sido frecuentes las preguntas relacionadas con la libertad de expresión. En una respuesta de 2018, Javier Darío Restrepo expuso: “No hay libertades, ni derechos, ni verdades absolutas. La libertad y los derechos van hasta donde comienzan las libertades y derechos de los demás; por eso nadie es libre para amenazar de muerte, ni para matar, ni para calumniar, ni para robar, ni para mentir. El asesinato, la calumnia y la mentira, por ejemplo, violan –¡y en qué forma!– el derecho ajeno a la vida, a la honra, a la verdad”.

La respuesta de Restrepo nos recuerda que la libertad de expresión no es un derecho que está por encima de otros derechos y no cualquier opinión debería ser amplificada. La consulta a la que respondió el entonces responsable del Consultorio Ético se refería a un tuit publicado por un periodista en el que incitaba al asesinato de un candidato de izquierda a la presidencia. Frente a esto, agregó que tales mensajes contribuyen a la “creación de una actitud permisiva de desprecio a la vida humana” y calificó como “vergonzoso” para la profesión que un periodista incurra en tales expresiones. De hecho, añadió que la idea de que alguien pueda tener libertad para pedir la muerte de una persona por diferencias políticas es “un error que proviene de la idea de que la libertad debe ser absoluta”. 

Javier Darío Restrepo citó, además, a Victoria Camps, quien en El lugar de la ética en los medios de comunicación se refirió a los conflictos entre derechos y los resolvió apelando a la libertad, pero a una libertad que tiene límites:

“Esa libertad no puede ser absoluta, precisamente porque cada individuo debe, a su vez, respetar la libertad de los otros. No es disparatado decir que todos los derechos son formas del derecho a la libertad: el derecho a la vida, el derecho a la seguridad, la igualdad ante la ley, el derecho de constituir familia, a trabajar, el derecho a la salud o la inviolabilidad del domicilio son perfectamente interpretables como condiciones o formas de la libertad”.

En otra respuesta del año 2016, Restrepo puso de presente que la libertad de información “termina cuando comienza y es amenazado el derecho ajeno. Nadie puede exigir libertad para mentir o para atentar contra el honor ajeno”. Puesto de esta manera, se concluye que no todo comentario es digno de ser publicado. Restrepo cita a Carlos Soria en La ética de las palabras modestas, quien expone dos maneras de atacar el honor de otros desde los medios de comunicación. La primera: informar sin respeto a las personas, y la segunda: informar sin adecuación a la realidad moral de una persona. 

En ambos casos, lo que se infringe es el derecho de la sociedad a conocer la verdad. Si bien los medios de comunicación suelen tener una regulación para lo publicable y lo que no lo es, las redes sociales se han convertido en el escenario al que todos tienen acceso para expresar lo que piensan, lo que deposita en los usuarios la responsabilidad de cuidar lo que dicen, de reconocer que sus comentarios deberían apelar también a la verdad y de que, sea cual sea la posición que defienden, la máxima que debería regir sus opiniones es el respeto a los otros. 

Por ahora, Elon Musk ha afirmado que "la nueva política en Twitter es libertad de expresión, pero no libertad de alcance”, explicando que los “trinos negativos o con discursos de odio” no serán amplificados ni monetizados, ni podrán ser encontrados “a menos que se busquen específicamente". Quizás sea una respuesta natural al hecho de que el 90% de los ingresos de Twitter viene de la publicidad, y que una salida masiva de anunciantes, a causa de un aumento en los discursos de odio, podría precipitar el fin de la compañía. 

Por lo pronto, quedará por verse en qué consiste un “trino negativo” en el Twitter de Musk, y si las personas por sí mismas podrían apelar al derecho a la libertad de expresión sin desconocer el derecho al respeto, la honra y la vida que también los otros poseen.

Los riesgos de un único canal de comunicación 

La libertad de expresión “absoluta” no ha sido la única polémica reciente relacionada con Twitter. Desde que Elon Musk adquirió la red social, ha venido anunciando una serie de cambios que parecen insostenibles para la permanencia de la compañía. 

De acuerdo con el New York Times, el empresario despidió a alrededor de la mitad de los 7.500 empleados de Twitter, y le encomendó al resto del equipo trabajar en nuevos productos. El que causó más revuelo fue Twitter Blue, con el cual, por 8 dólares mensuales, cualquier usuario podría tener el símbolo de cuenta verificada, que hasta entonces había distinguido a perfiles relevantes cuya identidad estaba confirmada. Esto disparó el caos, ya que facilitó la suplantación de famosos y empresas, causando pérdidas multimillonarias a compañías como Eli Lilly y Lockheed Martin. Tan solo días después, Musk detuvo el lanzamiento de la verificación con pago, indicando que la relanzaría en unas semanas de forma “más sólida”. 

Posteriormente, Twitter anunció la implementación de una marca gris adicional para “cuentas gubernamentales, empresas, socios comerciales, principales medios de comunicación, editores y algunas figuras públicas”, pero en menos de 24 horas Musk decidió excluir a medios de comunicación y personalidades. Adicionalmente, el concepto de libertad de expresión “absoluta” que defiende Musk ha sido cuestionado, puesto que sumado al número de mensajes racistas, homofóbicos, sexistas y de odio que se han disparado en Twitter, el nuevo dueño de esta red social parece no valorar la libertad de expresión de sus subalternos. “La tolerancia que Musk se muestra dispuesto a admitir con la desinformación y las mentiras no la tiene con las críticas”, escribió el periodista Miguel Jiménez en El País. “El empresario ha despedido a varios empleados que le han criticado a él o a algunas de sus medidas tanto en la red social como internamente, en Slack, la red de mensajería en la que se comunican los empleados”. 

A esto le siguió una ola de renuncias masivas, luego de que Musk diera a sus empleados un plazo de 36 horas para comprometerse a “construir un Twitter 2.0” o de lo contrario dejar la compañía, lo que causó que #RIPTwitter fuera tendencia y surgieran preguntas sobre la capacidad de Twitter de mantenerse a flote con un personal mínimo.

Frente a esta serie de polémicas, el periodista cultural y ensayista Jorge Carrión, que ha publicado críticas en diarios como The New York Times, ABC, El Clarín, La Vanguardia y que cuenta con una comunidad de más de 52.000 seguidores en Twitter, trinó: “El fallo masivo de Instagram y el incierto futuro de Twitter en manos de Musk nos recuerdan que hemos invertido mucho tiempo y talento en unas compañías que en cualquier momento pueden transformarse radicalmente o incluso desaparecer. Y nuestro capital simbólico, con ellas”.

Carrión, en conversación con la Red Ética, expresó que la actual crisis de Twitter ha recordado que es importante diversificar nuestros modos de comunicarnos en términos de periodismo y medios, y las redes sociales son solo un instrumento más entre los que podemos utilizar. 

“Es pronto para saber qué va a ocurrir realmente con Twitter y no podemos creer que todo lo que ha dicho Musk durante todos estos meses se va a volver realidad. Ahora lo que ha ocurrido es un choque entre su ficción y la realidad de las cuentas y la gestión de la empresa. Él está tomando medidas, algunas drásticas, que tienen que ver con el capitalismo especulativo que él mismo ha ayudado a crear con sus empresas anteriores. Es absurdo pensar que una empresa puede ganar exponencialmente usuarios e influencers hasta el infinito y más allá. El crecimiento infinito es imposible y, por otro lado, todas las empresas tienen que ser rentables. Ya veremos qué ocurre y si realmente cumple, o no, sus expectativas, sus delirios. Yo diría que no”, dijo el periodista español. 

Ante este escenario, recuerda que las tecnologías que parecían imbatibles en las últimas dos décadas, en realidad hacen parte de un ecosistema frágil. “Hay medios clásicos que siguen siendo influyentes e importantes”, resalta.

Esto conlleva una reflexión sobre el patrimonio simbólico de los medios de comunicación. Al estar presentes en unas redes que no se rigen por los parámetros éticos del periodismo y que pueden estar expuestas a caídas, caos e incluso la desaparición, cabe preguntarse si realmente vale la pena que el periodismo invierta gran parte de su patrimonio en canales como estos. Hoy existen varios medios totalmente digitales que habitan únicamente en las redes sociales; ¿sería necesario replantear el modelo estructural de estos? Es un debate abierto, como también lo es el del mito de la desaparición de los medios informativos. Todo este caos mediático de las recientes decisiones en Twitter, en concordancia con Carrión, consolidan con más fuerza la importancia de una prensa más allá del mundo digital.

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