Cuando se hace la cobertura de una tragedia en donde hubo muertes, ¿es ético entrevistar en ese momento a los familiares que han sufrido la pérdida de los fallecidos?
Respuesta:
Hace un mes la respuesta a una pregunta similar planteó la exigencia ética de respeto a la intimidad de las víctimas, para rechazar esta práctica.
Se puede agregar un punto de vista técnico unido a lo ético:
Si el objetivo de la actividad periodística es informar: ¿qué información de relevancia pública puede dar una persona en estas condiciones? Una respuesta obvia es que estas personas no están en condiciones de dar una información válida, porque su dolor las vuelve sobre sí mismas y casi que las desconecta con el mundo exterior.
La motivación frecuente es la de obtener una información excitante que, en consecuencia, aumenta lectores o sintonía. Motivaciones que desconocen el servicio debido al lector; así el periodista deja de ser un servidor de lo público y se convierte en un profesional del entretenimiento, en cuanto actúa como servidor de la curiosidad, pero no como quien propicia una mirada inteligente sobre los hechos.
Es, pues, un sentido de respeto a la profesión y a las personas el que impone el rechazo a la práctica de convertir en noticia imágenes que ni la dignidad de las víctimas, ni la inteligencia de la audiencia reclaman.
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Documentación
¿Qué es lo que podemos denominar “bien en sí”, o “bien incondicional?” Hay que indicar sin reservas que en nuestro actual contexto sociocultural es la dignidad de cada persona lo que constituye justamente el bien incondicional que siempre, en todas partes y por todos los hombres, debe ser no solo admitido, sino garantizado jurídicamente y defendido políticamente. Es la dignidad del hombre el mayor bien incondicional, aquello que debe constituir el núcleo principal de toda ética filosófica y de toda deontología profesional que se precie.
La piedra angular sobre la que ha de apoyarse la cultura intelectual, jurídica y política de nuestro mundo occidental es, sin duda, la defensa y salvaguarda de la dignidad de la persona. Su valor absoluto e innegociable se convierte, por todo ello, en un filtro desde el cual cabe juzgar como morales los actos, valores y normas; aquellos han de generar virtudes, los valores se han de realizar y las normas obedecer porque respaldan, persiguen y fomentan la dignidad del hombre. Se podría incluso afirmar que es tal la dignidad sin precio, el bien supremo que ha de ser querido por sí mismo, concebido como el más elevado, preferible antes que ninguno, concebido como el más elevado, preferible antes que ninguno y al que todos los otros bienes y derechos han de supeditarse…
… Las concreciones y aplicaciones de un principio ético general presuponen a su vez e inevitablemente una determinada comprensión de la vida humana del hombre en sociedad y de la persona individual, cuya defensa constituye, a mi juicio, la justificación principal de toda profesión con conciencia de ofrecer un servicio a la sociedad y, como no, de la profesión periodística, tan vinculada a la realización de algunos de los derechos humanos inalienables.
Enrique Bonete Perales en Éticas de la Información. Tecnos, Madrid, 1995, p. 28.