¿Cómo reaccionar ante campañas de desprestigio y bloqueo por parte de un gobierno hacia una reportera que no calla la crítica y usa al resto de los medios que son unilaterales a cambio de dádivas? ¿Es necesario intervenir legalmente para proteger los derechos de información y de protección al ejercicio periodístico además de buscar salvaguardar la integridad personal?
Respuesta de Álex Grijelmo
La actividad periodística independiente suele acarrear bloqueos y campañas desde el poder. No hay que asustarse por eso, sino seguir en la línea de profesionalidad, de comportamiento ético y de denuncia de cualquier tipo de abuso a cargo de la autoridad.
Respuesta de Mónica González
Una de las estrategias utilizadas por gobiernos locales, regionales y nacionales para ocultar o disfrazar sus prácticas corruptas es desprestigiar a los periodistas que los fiscalizan y critican para despojarlos de credibilidad y así neutralizarlos. Lo increíble es que cuando esas campañas de desprestigio ya están en desarrollo, sus colegas toman palco. Unos porque reciben regalías y prebendas de la autoridad, otros prefieren evitarse problemas y están los que simplemente no saben qué acción iniciar frente a una autoridad corrupta que generalmente tiene un poder que despierta temor. Ha sido esta una debilidad nuestra que comienza a cambiar en países en donde la vida y la seguridad de los periodistas está bajo amenaza real. Una defensa es la que proporcionan los tribunales e instituciones de cada país y otra vía es la que adoptan los propios periodistas en periodos de emergencia. Sumar y construir un escudo protector.
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Respuesta de Javier Darío Restrepo
Ante todo el periodista debe asegurarse de que su crítica tiene fundamento y de que es oportuna. Por eso no debe ser producto de una emoción (criticar con rabia o inquina contra alguien) sino de un sereno y severo razonamiento y con una clara voluntad de servicio a la comunidad.
En segundo lugar, hacer que los receptores de la información noten la calidad de la información. Así se obtiene la confianza de las audiencias que saben distinguir la información de calidad y la que se produce y difunde como un servicio.
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Al periodista no tiene por qué importarle la aprobación o reprobación de gobernantes, políticos o poderosos de cualquier clase; lo que debe preocupar es la confianza o la repulsión de las audiencias. Cuando ocurren amenazas o intentos violentos en su contra es legítimo que, como cualquier ciudadano acuda a las autoridades, tanto por su propia seguridad y la de los suyos, como la de periodistas que en el futuro pudieran estar en riesgo parecido.
La del periodismo no es una profesión exenta de riesgos, como sucede con la de bombero, policía o soldado; por eso quienes asumen esta profesión deben saber que ser periodista no es lo mismo que ser un testigo protegido. Muchas veces tendrá que enfrentar los mismos o mayores riesgos que un ciudadano cualquiera.