Los diarios públicos del Ecuador, quieran o no, están sujetos a las políticas de gobierno. Tanto es así que, hoy en día, El Telégrafo, el principal de todos, carga contra el expresidente Rafael Correa, cuando antes lo elogiaba con grandes titulares. Mi pregunta: ¿Hasta qué punto los redactores de un diario -que necesitan el trabajo para sobrevivir- pueden aguantar ese cambio de política editorial? ¿Deben renunciar o, por la necesidad del empleo, seguir los dictados de sus nuevos jefes? Gracias.
Respuesta de Jorge Cardona
En los vaivenes de la política todo cambia siempre y por eso el acierto del periodismo es no matricularse con nadie. Es lo que espera la sociedad de quien interpreta o relata los hechos políticos. El modelo tradicional que divide su línea editorial de la frontera informativa es lo aconsejable, porque se puede o no compartir la opinión del medio, pero también ejercer el deber de investigar y de informar para ser editado. Si no se logra un adecuado equilibrio en favor de la libertad de expresión, el medio es el que expone su confianza. La opción de quedarse o partir es a veces asunto que trasciende al periodismo.
Envía aquí tus inquietudes sobre ética periodística.
Respuesta de Javier Darío Restrepo
Una es la línea informativa de un medio y otra la de su opinión editorial.
La línea informativa, que es la que sirven con sus noticias, crónicas, reportajes, entrevistas y perfiles los reporteros, debe ser independiente, para ser objetiva -hasta donde esto es posible- y, por tanto universal.
Este ideal de la universalidad de la información significa que el periodista informa para servicio de todos, sean del partido, candidato, nacionalidad, raza o religión que sean. Todos han de encontrar útil la información del periodista, porque no le encuentran sesgo ni intención publicitaria alguna.
La otra línea es la editorial, o sea la de las opiniones del medio de comunicación, que se publican como opiniones, completamente diferenciadas de las informaciones y firmadas por editorialistas, o columnistas, todas personas distintas de los periodistas dedicados a la información.
Al firmar su contrato de trabajo ningún periodista se compromete a seguir ni a defender la opinión editorial de su medio, ni es legítimo que alguien pretenda imponérsela. Tampoco sería legítimo que el periodista se propusiera imponer su pensamiento político personal a través del enfoque o presentación de sus noticias. Hacerlo sería un abuso de poder y un atentado contra su propia credibilidad.
Es inaceptable que para conservar su puesto de trabajo el periodista utilice el engaño o convierta la información en publicidad a favor de alguna empresa, partido, gobierno o líder político.
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