Consultorio Ético de la Fundación Gabo
29 de Septiembre de 2016

Consultorio Ético de la Fundación Gabo

¿Por qué algunos periodistas consideran una restricción a su derecho de informar que un hospital les niegue tomar fotos o filmar a muertos, mal heridos o personas con malformaciones? ¿Hasta qué punto es oportuno que los encargados de los hospitales o la morgue limiten dicha información? La situación descrita en la pregunta se da por varias razones:
Porque estos periodistas tienen la idea equivocada de que la libertad de prensa es absoluta y da licencia para informar lo que a uno le venga en gana. Ni es absoluta, porque está limitada por los derechos de otras personas y de la sociedad ni es licencia para informar lo que uno quiera, sino para informar lo que se debe informar.
Estas protestas surgen cuando el periodista cree que lo importante es causar sensación y olvida que su deber es informar bien y de modo completo. La información sensacionalista, esa que solo busca causar excitación de los sentidos y satisfacer curiosidades morbosas, es una información incompleta y falseada por el interés comercial la información completa tiene en cuenta los sentidos y la curiosidad y, además, a la inteligencia.
También se dan esas protestas cuando los medios y el periodista creen que la circulación o la sintonía son prioridades máximas y desconocen la prioridad que tienen, sobre esos intereses, los derechos de las personas: el derecho a la intimidad, en el caso de las víctimas, el derecho de los receptores a que se les informe bien, y el derecho de la sociedad a que sus sufrimientos no sean convertidos en negocio de los periodistas o de los medios a los que sirven.

Documentación.

Cuando tuve responsabilidades mayores en un diario, no quise nunca que se publicaran fotografías que fueran desagradables, ni se redactaran notas en las que se transparentara una especial delectación por el horror de la violencia.
Siempre creí que la muerte, como el nacimiento, son los únicos instantes de certidumbre en la vida de una persona y, por tanto, intransferibles. Compartirlos con el mundo anónimo y externo de las multitudes me parecía un ato de irreverencia y de indignidad para el ser humano. Permitir que alguien satisfaga la curiosidad malsana de un voyeurismo sin compromiso es un recurso fácil para vender un periódico. Es una crueldad imperdonable convertir el duelo de quienes lloran la pérdida de un pariente o un amigo, en macabro y espeluznante circo. La cuestión, como se ve, está lejos de ser de buen o mal gusto. No se trata solamente de interpretar en forma correcta la sensibilidad del promedio de lectores de la prensa o de los televidentes, sino también de mostrar alguna forma de solidaridad con e
Aunque al periodista en el fondo le complazca como autoridad que decide publicar o no publicar, no debe ofender el pudor con la inserción de fotografías de modelos, actrices o coristas desnudas en un órgano de prensa de difusión popular. Este recurso de bajo costo lo emplean las revistas de circulación restringida, con el fin de atraer la atención de cierto tipo de lectores, y si algunas publicaciones serias lo explotan es porque se sienten arrastradas por una moda de permisividad que, por cierto, ya está pasando. Con el mismo criterio con que pienso que el cuadro de la violencia descarnada sólo tiene lugar en una morgue, considero que el reino del erotismo encuentra un sitio en la alcoba, pero no en el periodismo cotidiano.

Guido Fernández
En La agonía a la hora del cierre. Trillas, Ciudad de México, 2000. P. 114,115

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