Periodismo que propone
20 de Agosto de 2019

Periodismo que propone

Discurso pronunciado por Javier Darío Restrepo, director del Consultorio Ético de la Fundación Gabo, en el marco del XI Congreso Internacional y VII Congreso Nacional Reflexionando las Disciplinas, llevado a cabo en la Universidad Mariana de Pasto, Nariño.
Javier Darío Restrepo. Fotografía:  Abraham Aréchiga. UDG.
Javier Darío Restrepo

Pensando en ustedes y en este tema, el día en que comencé la redacción de este texto, les dí una ojeada a tres periódicos colombianos. Era un día dominado por la euforia nacional por la etapa final del Tour de Francia, ganada por un compatriota. Pero aún así, volvieron los titulares y las columnas de opinión con temas desalentadores y negativos.

Aparecieron los militares investigados por corrupción, desarrollo de una noticia que durante las tres últimas semanas había ocupado a los medios; el macabro tema de los desmembrados reapareció con una novedad: algunas de esas víctimas eran migrantes venezolanos; al reseñar una manifestación ocurrida el día anterior en varias capitales, se recordaba que desde 2016 habían sido asesinados 289 líderes sociales. En las noticias regionales se registró  el avance de la investigación sobre la corrupción en la Cuarta Brigada de Medellín; también encontraron los lectores el desarrollo de una noticia sobre la corrupción de una prestadora de salud de la que habían emigrado un millón y medio de afiliados en busca de otra empresa confiable. Y volvió a los titulares la empresa Odebrecht: sus abogados habían actuado tan habilidosamente que cabía la pregunta: ¿el Estado, con el dinero de todos, tendría que pagarle los más de un billón de pesos que pedía esa productora de corrupción?

Tenía un aire de picardía la otra noticia que recorté: había sido descubierto en la Fiscalía un misterioso cuarto dispuesto para espiar llamadas telefónicas. Y en el Catatumbo habían vuelto a  actuar grupos armados ilegales, como para preguntarse otra vez: ¿cuándo acabará esto?

Si en este largo párrafo inicial los he entretenido con estos titulares no es porque se trate de un día excepcional. Si este ejercicio lo hiciéramos en cualquiera otro día, muy probablemente tendríamos el mismo oscuro panorama. Y así, un día sí y otro también, la gente que recibe diariamente esta ración, ha acabado por acostumbrarse a la corrupción, a la violencia, a la injusticia, a un país regido por y para los bandidos. Y este del acostumbramiento al mal es solo uno de los efectos de esta dieta diaria de malas noticias.

Agrego otro efecto: el de la desconfianza sobre todo. Uno deja de creer en las instituciones creadas para asegurarle al ciudadano confianza y tranquilidad. Esa desconfianza frente a todo y en la relación con  todos, activa un recelo y una tensión de todas las horas. O para decirlo de otro modo: la persistencia, no siempre consciente en esta clase de informaciones le ha arrebatado al país la esperanza.

Insisto en que no es un mal, hecho con deliberación, ni de modo consciente. En vez de hablar de buena o de mala fe, creo que ha operado una fe equivocada.

Nos hemos equivocado al pensar que nuestro papel se cumple cuando registramos lo último que ha sucedido y que es nuestra obligación para con el público y con el medio de comunicación contar lo más llamativo, alarmante o sorprendente y que, además, responde a la curiosidad del mayor número de receptores de información. 

Formulo como hipótesis la idea de que a los periodistas en general, nos preocupa poco el efecto que a corto, mediano o largo plazo puedan tener nuestras noticias. Esas son averiguaciones que les dejamos a los estudiosos de universidad. Sí es, en cambio, abrumadora la sospecha de que es nuestra responsabilidad el crecimiento de un sentimiento de desesperanza y que este es un hecho que resulta de la subestimación del papel que debe cumplir el periodismo en la sociedad. El potencial social y político del periodismo está sin activar y la profesión, como tal, reducida a papeles menores ha adquirido un perfil de simple actividad de entretenimiento, no de liderazgo y orientación de la sociedad.

El ejemplo

Quiero volver a un ejemplo repetidamente utilizado en otras ocasiones en el que me sirvo de la experiencia del periodista apresuradamente enviado a cubrir la inundación de una población. Allá llegó este colega, seguido por el fotógrafo del periódico y con su libreta de notas en la mano.

El río, crecido por las lluvias, había embestido al pueblo, lo había inundado y había convertido los cultivos en un lodazal. Ante este desolado escenario el periodista quiso saber cuántos  ahogados había dejado la creciente, cuántos desaparecidos, cuántas casas destruidas, cuántas hectáreas de sembrados inundadas, cuántos habían abandonado el pueblo y cuántos permanecían en sus casas. Finalmente había buscado al Alcalde que aprovechó la ocasión para pedir ayuda oficial: frazadas, colchones, alimentos, medicinas. Este fue el párrafo final  de la crónica que envió a su periódico con las imágenes del desastre.

Dejó para un segundo envío el relato de su visita a los cambuches en que se refugiaban los habitantes que habían huido a un bosque situado en lo alto de la montaña vecina.

Como resultado de un taller sobre el tema, con un grupo de periodistas, concluimos que a esa crónica le habían hecho falta dos párrafos: uno que, como resultado de averiguaciones con fuentes diversas y conocedoras, informara sobre las causas del desastre: el río, al embestir había derribado el muro que protegía a la población. El muro, admitieron los pobladores, nunca había tenido mantenimiento.

El otro párrafo registraba la respuesta a la obvia pregunta:  y ahora, ¿qué hacer? Sí, levantar el muro y para hacerlo se necesitaban dirección técnica, materiales y trabajadores. De la entrevista con los pobladores resultaría la decisión de todos, de aportar su trabajo; el Alcalde haría contactos con entidades dispuestas a aportar la ayuda técnica y económica.

Estos dos párrafos finales, al contrario de la información centrada en los daños, que deja una sensación de derrota, al presentar una propuesta, al certificar que hay un futuro posible para la población, es información que se vuelve apoyo y estímulo porque allí el periodista notifica que es posible lo posible.

Es el resultado que obtiene el periodismo que propone. La propuesta hace aparecer la esperanza con todo su dinamismo, activador de lo posible. La esperanza, en efecto, ha sido definida como la fe en lo posible.

Me he extendido en este ejemplo porque en él aparece el mismo problema de las informaciones frecuentes, de desastres, corrupción, violencia, violación de los derechos, desprecio de la dignidad. Toda esa información llena de datos negativos y desesperanzadores, se vuelve parte del problema. Pero la información puede ser parte de la solución cuando abre la conciencia del público al ambiente estimulante de la propuesta.

Este ejemplo ayuda, además a enriquecer nuestra visión del periodismo con elementos como la propuesta, lo posible y la esperanza. Examinémoslos.

La propuesta

Propone quien admite que todavía no se ha intentado todo; que aún hay salidas que no se han explorado; que no hay por qué entregarse, ni razones suficientes para admitir la derrota. Los que habían huido de la inundación fluctuaban entre la tentación de dejar todo como estaba, o de enfrentar la inundación. Lo mismo sucede cuando uno tiene delante el hecho de la corrupción: contarla y dejar así; el abuso de niños, el asesinato de los líderes, las babosadas de los políticos: cuento esas  historias desalentadoras y le doy vuelta a la página; o enfrentar el hecho y, sin entregarse a la pasividad del derrotado, buscar hasta encontrarlo, el camino no recorrido, la acción no intentada, y proponerlo. Así, el que propone le dice no a la resignación y se impone la tarea de buscar caminos y salidas nuevas.

La propuesta, por tanto, está inspirada por la rebeldía contra lo que es y por la fe en lo que debe ser.

Esta rebeldía comienza con la insatisfacción con lo que es: la inundación, vuelvo al ejemplo, es, pero no tiene por qué ser así. Ante un desastre de estos la expresión común es: ¡no puede ser!!! Allí está en gérmen o una insatisfacción destructiva, o una insatisfacción creadora, que lleva a la propuesta.

Ante la inundación salir huyendo en busca de otro lugar; ante el hecho de corrupción: que el corrupto se pudra en una cárcel, aunque las raíces del mal sigan vivas; o ante el asesinato de líderes, multiplicar los policías y dejar intacta la estructura mental que legitima y apoya los asesinatos. Esta es una actitud que aconseja tomar el atajo de la solución fácil y aparente; o la propuesta que es, a la vez orgullo y humildad. El orgullo de saber que aún tengo recursos que no he intentado y que están ahí; y la humildad de admitir que algo ha fallado, que no hemos estado a la altura y que se imponen cambios en nosotros, o en nuestro modo de actuar.

Cuando llega la propuesta, con ella aparece lo posible. Que no se ve, pero que está ahí, que parece una teoría pero que es más que solas palabras.

Lo posible

Yo, periodista, en esos casos tengo la posibilidad estremecedora de inducir con mi relato a dejar las cosas así, o sea promover la pasividad; o de revelar que aún hay un posible, que hace erguir los espíritus, que devuelve la esperanza y, al hacerlo, fortalece la dignidad, descubre la energía creadora y promueve una respuesta con capacidad de cambio y que construye otra historia, diferente y nueva. Esto es lo que logra la revelación periodística de lo posible.

Releo a Max Weber en uno de los subrayados trazados en su texto: “quien quiere lo posible, debe aspirar a lo imposible”. Leí eso por primera vez y se aglomeraron en mi imaginación los episodios: Colón, ante Fernando e Isabel: hay un camino en el mar que nos puede llevar a las indias. Dentro del contexto de entonces, era una propuesta imposible, pero los hechos demostraron lo contrario.

Acabamos de celebrar los 200 años de la Independencia y de recordar la gran hazaña que comenzó con la convicción de que aquel ejército de desharrapado sí podía expulsar de nuestro territorio a los invasores. Pretensión que el sentido común calificaba de imposible. Pero la fe en lo posible, contra toda evidencia, obtuvo otra cosa. Fue posible arrojar a los invasores con su ejército, bien entrenado y bien armado, y construir una nación. Pareció loco Von Braun cuando habló de llegar a  la Luna. El día que esto sucedió debimos aprender que debemos cree más en lo posible y en los seres humanos.

Esta fe en lo posible es el alma de las propuestas y es la definición más lúcida que se le ha dado a la esperanza que es eso: la fe en lo posible. Fuera de las teorías teológicas que han ubicado la esperanza entre las virtudes teologales, la esperanza es eso: la que construye la propuesta, la fe en que hay salidas, en que por oscura que sea la noche siempre habrá un amanecer.

Volviendo al ejemplo invocado atrás: si uno lee en el periódico el detallado relato de las muertes dejadas por la inundación, la cuantificación de las pérdidas y los lamentos de las víctimas, concluirá que todo está perdido y que no hay nada que hacer.

Pero si  se agregan los párrafos que demuestran que hay una solución posible, en los lectores renace la esperanza. Es posible que de esto no hablen los manuales de periodismo en uso en las universidades, pero es un tema que adquiere importancia en un mundo en el que el pesimismo y la falta de fe en lo posible están inmovilizando a las personas y a las sociedades que parecen ahogarse en las aguas oscuras de la desesperación. Desesperación, aclaro, es la trágica situación  de quien ha perdido la esperanza.

La dosis diaria de noticias como las que vimos al comienzo, produce la pérdida de una actitud necesaria para sobrevivir. Aclaro: no se trata de silenciar las informaciones negativas, sino de incorporar a su relato la propuesta que, también, es parte de la realidad. Una información sin propuesta es incompleta, pero, además, es dañina.

Especialista en filosofía griega, Emilio Lledó explica cuando habla de creer que la existencia humana “llega más allá de lo que alcanza el tiempo asignado a los hombres”….esta es una posibilidad, agrega,  de construir una forma de existencia que no se agota en el breve tiempo de la vida”. Aquellos campesinos ante su pueblo inundado, necesitaron que alguien les hiciera ver que en ellos hay un potencial para enfrentar la caída del muro y la fuerza destructiva de las aguas. Cuando lo descubrieron, con la fuerza de una revelación, recuperaron la esperanza que dejó al descubierto que ellos  son más de lo que imaginaban. Probablemente los historiadores no han descubierto que el ejército de Bolívar llevaba consigo un arma más fuerte que los fusiles: la fe en sus posibilidades, la esperanza.

Edgar Morin es un filósofo francés contemporáneo que afirma: “prepararse para nuestro mundo incierto es lo contrario de resignarse a un escepticismo generalizado”, y para sacudir esa resignación propone la apuesta, despojándola de toda connotación mágica y destacando su componente de incertidumbre, “que tiene que ser controlada con fe y esperanza en los propios principios”. Utilizo sus palabras “la apuesta es la integración de la incertidumbre en la fe y la esperanza. No está limitado al juego de azar, concierne a los compromisos fundamentales de nuestras vidas”.

Es una explicación que me atrae porque, puesto ante el conflicto, en vez de desaparecer o achicarse, el hombre se crece y potencia apoyado en lo mejor de sí mismo, como humano.

Como se puede ver, creer en lo posible, la creación y aplicación de la propuesta, suponen una sólida fe en lo humano.

Hay una subestimación de lo humano, una mirada escéptica sobre las posibilidades de los humanos en ese periodismo que abruma a la sociedad con el persistente recuento de sus derrotas, de sus vergüenzas y de su abyección.

El asesinato y violación de una niña de seis años nos hace sentir abyectos. El robo impune del dinero que les daría comida a los niños desnutridos nos hace sentir avergonzados por unos minutos; la fuga de los habitantes del pueblo inundado nos hace sentir impotentes; en cada caso el mal, protagonista de nuestras malas noticias, sobredimensiona nuestras debilidades y arroja un velo  sobre cuanto hay de bueno y de digno en nosotros y en nuestra sociedad.

La propuesta, en cambio, con su contenido de fe en lo posible mantiene y estimula la conciencia de nuestra dignidad y de nuestras posibilidades. Pero esto, ¿cómo se hará?

Trataré de responder esta última pregunta de la mano de la colega mejicana Marcela Turatti. Ganadora de un premio de periodismo en la Fundación Gabo, decidió invertir el dinero de su premio en una investigación sobre este tema y viajó a varios países del sur del continente en donde ya se hace periodismo de propuesta, que también llamaron periodismo de la esperanza. Hizo en ese viaje hallazgos que comparto con ustedes para responder cómo se hace.

¿Cómo se hace?

Preguntándose por lo posible, en los hechos que el periodista relata, descubre que esas posibilidades son parte de la realidad. ¿Es posible recuperar la población inundada? ¿Es posible prevenir los actos de corrupción? ¿Es posible prevenir los abusos contra los niños? En cada caso el periodista tendrá que investigar y asesorarse con expertos para averiguar cómo podrán cambiarse esas realidades y cuál es la propuesta en que se podrá  apoyar la esperanza.

Nunca como ahora se ha hecho tanto periodismo de investigación, centrado en el tema de la corrupción... pero los corruptos siguen tan campantes, con nuevos mecanismos de acción, inmunes a los efectos de la información periodística. Cuando uno se duele de esa inocuidad, cuando pone en duda la utilidad social de su trabajo, es cuando se plantea si es esto todo lo que podemos hacer y si nuestro trabajo, por alguna razón, está condenado a la inutilidad.

Habló Marcela con un grupo argentino de periodismo social que, al estudiar lo que dicen las fuentes tradicionales, concluye que "conducen a la visión de que la realidad es inmodificable y de que los medios corren el riesgo de ser percibidos como un factor más de profundización de las crisis y de acompañar en el descrédito a los actores sociales tradicionales". Es cuando se insiste: ¿Y esto es todo lo que podemos hacer?

En una conversación de Marcela con Alceu Castillo, en Sao Paulo, él habló de la necesaria formación del periodista en ciudadanía. Al ciudadano ateniense le daba esa calidad su compromiso con la ciudad; al asumir que todo lo de la ciudad era su responsabilidad. No bastaba  para ser ciudadano observar la vida de la ciudad, debía hacer algo más: comprometerse. Y agregaban los periodistas de ANJOS un nuevo elemento de la respuesta: "los periodistas pueden informar, cuando mucho, pero no asumen el papel de transformar".

Observen la escala que está apareciendo a partir de esa primera actitud de explorar lo posible, como parte de la realidad y que el periodismo había invisibilizado;. Este hallazgo de lo posible, con todo y ser ambicioso, no es suficiente; ¿qué más debemos hacer? y surge una respuesta inicial: comprometerse.

El reto asume toda su hondura cuando se hace explícito el objetivo del  compromiso: cambiar la realidad, transformarla.

Al hablar con André Petry, de Veja, Marcela le oyó expresar con satisfacción: "Los  periodistas creamos un patrón ético, elevado para los políticos".

Cambiar algo

Es una mala definición la que describe al periodismo como notario de la historia, o al periodista como un espejo del presente. Notarios y espejos dejan a realidad como está y ponen la firma al pie. Ser periodista, en cambio, es tener la oportunidad de cambiar algo todos los días, como escribió Gabriel García Márquez. Cuando un periodista pasa, algo tiene que cambiar

Y ¿cómo cambiar realidades sin abandonar nuestra identidad profesional? ¿Cómo no asumir los papeles ajenos de políticos o de activistas de movimientos sociales? ¿Cómo no perder nuestra alma de periodistas para asumir un alma ajena?

Las preguntas y los malestares se justifican porque es frecuente el episodio del periodista que, abrumado por los hechos, llega a creer que su respuesta debe ser política y decide dar el salto al terreno de los políticos, bien como candidato o como activista de algún grupo o lider político; también ocurre que el liderazgo obtenido por su trabajo profesional se convierte en liderazgo social en alguna ong, asociación u organización social; hechos que plantean la pregunta: ¿Es que el periodismo no da herramientas suficientes y debe apoyarse en otras actividades para lograr eficacia histórica?

Geraldinho Vieira, creador de la Asociación de Periodistas para la Infancia, en Brasil, señala un camino austero como respuesta: el periodista debe hacer un seguimiento de sus noticias para disminuir la distancia entre la memoria corta del periodismo y el proceso lento de las reformas sociales. Para que algo cambie en la sociedad debe haber alguien que cumpla estas dos funciones: perseverar y mantener viva la memoria de los problemas y estimular su conocimiento. Como la conciencia en el ser humano, que actúa en penumbra y en silencio, sin activismos brillantes e impacientes, pero con una gris persistencia, el periodismo habla siempre y señala direcciones con su comunicación de conocimiento de la realidad. Luciana, en Anjos, le señalaba a Marcela como un error de la prensa, “no hacer seguimiento de los temas." Es, pues la perseverancia en el seguimiento de los temas,  unapráctica severa y no siempre grata, pero indispensable. Agregaba Alceu Castillo el deber "de estar atento todos los días", otra norma del oficio, explicaban en Anjos que no se trata solo de temas, sino de mirada. 

La mirada obedece a una actividad interior. No sé si ustedes le creen al viejo lugar común de los ojos como espejos del alma; lo que sí sé es que la mirada de alguien sobre las cosas descubre actitudes interiores y, desde luego, una mirada de periodista no es la del político, ni la del líder social. En el interior del periodista las actitudes son otras y esto debe ser claro para evitar confusiones. Esa actitud y esa mirada del periodista se convierten en un capital social cuando mantienen clara la calidad de los debates sobre los asuntos públicos y, acogiendo la expresión de Petll: usted debería tener una cobertura acompañada de soluciones. Es lo específico de la mirada de periodista. Todo político se muestra impaciente por presentar y aplicar sus soluciones; el periodista sería uno de ellos si así lo hiciera; los líderes sociales están al servicio de una solución e inmersos en actividades en cuyo potencial de solución creen; contagioso entusiasmo por lo inmediato, que puede convencer al periodista. Pero no es lo suyo. Además de los que formulan y aplican soluciones, debe haber en la sociedad quien mantenga activos el pensamiento y la esperanza de la sociedad para buscar soluciones.

Explicaba Ana Dubieux, en Brasilia. Ella es editora de Correio Brazilienze, y le decía a  Marcela, "nosotros no tenemos que dar soluciones. Si ponemos dos, tres o cuatro  especialistas, se abre la discusión, y la realidad se transforma". No se trata de intermediar solamente, se trata de mediar-para convertir la actitud de la sociedad de pasiva en activa, de resignación, en rebelión contra la realidad, de conformismo con lo que es en inconformidad para obtener lo que debe ser. Es entonces cuando aparece el gran aporte que el periodismo le está debiendo a la sociedad: la esperanza.

La esperanza

Ante las crisis, las que ocasionan las catástrofes fisicas, o las que resultan de las catástrofes sociales que castigan a individuos y sociedades, caben alternativas como la resignación, o sea la aceptación pasiva del desastre bajo el pensamiento de que nada se puede hacer para cambiar las cosas; o la rebelión frente a la realidad, o sea el rechazo del desastre, la negativa a la pasividad y a la derrota de la iniciativa. Es una rebelión que puede darse en grados diferentes. Hay uno, inferior, que se manifiesta en la expresión: no todo está perdido y que da lugar a las operaciones de autolegitimación. Muy cercana a una doble certidumbre: la primera es que cada catástrofe trae consigo una oportunidad y se trataría de encontrarla y convertirla en acción, y la segunda es que todo error es el comienzo de un nuevo aprendizaje. Sabias pero incompletas como respuesta a la situación de que hablamos.

Dentro de las posibilidades del periodismo está el ambíguo poder de multiplicar la desesperanza, o de producir esperanza. Cuando la visión que resulta de la noticia diaria es que todo permanece igual y que nada cambia; que ante los desastres y las catástrofes nada se puede hacer, salvo la aceptación pasiva y resignada, cuando esa es la señal que se recibe con una noticia, el periodismo es un eficaz generador de desesperanza y de pasividad.

Por el contrario, cuando el periodismo abre los sentidos y la inteligencia a lo posible, cuando la información contiene los datos de una carta de navegación que muestra los caminos posibles, cuando la información estimula la convicción y la ambición de cambiar la realidad, cuando el periodista entiende que parte de su servicio es crear inconformidad con lo existente en busca de una realidad mejor por lo justa, por lo tolerante, por lo pacífica, por lo igualitaria, por lo libre y respetuosa de cada ser humano, cuando todo esto se da, el periodismo cumple la más alta y dignificante de sus funciones, porque estimula la esperanza. Siempre que se muestran lo posible y la propuesta, brilla la esperanza.

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