Un estudiante de periodismo de investigación me dijo, con visible molestia: “estoy mamado de la dosis de desesperanza que me venden permanentemente algunos periodistas, profe”. Se refería él a lo que la evidente crisis de los medios produce en algunos colegas, quienes comparten en los salones de clase y en las redes sociales sus reflexiones apocalípticas sobre el oficio, huérfanas de alternativas.
El talentoso muchacho por el que un buen y exigente editor daría la pelea ante la gerencia del medio para incluirlo en su nómina, me preguntó:
–¿Qué opinas tú?
Dura pregunta. Igual, yo también estoy triste porque cada puesto de trabajo que se le amputa a un medio es un golpe directo a la libertad de prensa. Animada, le respondí:
–Para no aburrirnos viéndonos el ombligo, mejor te invito a seguir el trabajo de nicaragüenses y venezolanos, al que llegué por invitación del Instituto Prensa y Sociedad de Venezuela y la Fundación Violeta Barrios de Chamorro.
Quiero describir ocho sustancias que aportan estos periodistas a lo que me atrevo a llamar mi antídoto contra la desesperanza. Y lo hacen desde espacios donde la libertad de prensa es nula y la persecución es lo único seguro. Lo hago quizá para contrarrestar los síntomas del fatalismo que avanza en forma de acción con daño contra un oficio necesario, a pesar de todo.
1. Coraje: El que tiene el periodista de Confidencial, Nicaragua, al realizar la investigación Disparaban con precisión a matar. Por revelar cómo fueron asesinados manifestantes en las calles de Managua, hoy está exiliado en Costa Rica.
2. Resistencia: Los colegas de Armando.Info no sueltan el hueso y desde hace más de un año, dentro y fuera de Venezuela, revelan lo que hay detrás del negocio de los Clap (comités de distribución de alimentos promovidos por el gobierno de Venezuela), la expansión de un negocio corrupto. Cuatro de ellos tuvieron que salir del país para protegerse.
3. Búsqueda: La que ejecutó con solidez el equipo de Prodavinci, en un país sin datos, para producir al reportaje Vivir sin agua, en el que explican en detalle el inequitativo acceso al agua en Venezuela.
4. Decisión: Las periodistas de Runrunes, con rigor y convicción, fueron al fondo del saqueo del oro en Venezuela, del cual participan gobierno, fuerzas regulares e irregulares.
5. Colaboración: La organización latinoamericana Connectas promovió una alianza de medios para reportear y explicar cómo el gobierno de Venezuela compra apoyos de países latinoamericanos con el petróleo.
6. Narrativa: Con habilidad las plumas de La vida de nos relatan en Las voces del JM cómo es sobrevivir en el hospital pediátrico de Caracas, José Manuel de los Ríos.
7. Asombro: Nada es normal, es la consigna del reportaje La generación del hambre, de El Pitazo, Venezuela.
8. Humanidad: Reporteros de la revista digital Niú no se guardaron nada y contaron en clave de justicia la terrible realidad de los Presos políticos en Nicaragua.
Fue el profesor Germán Rey quien nos habló en una conferencia de periodismo en la Universidad Javeriana sobre los “extremófilos” (microorganismos que viven en condiciones muy extremas). Desde entonces uso la metáfora para referirme a los periodistas hoy. Somos la “generación bisagra”, llamados a resistir los cambios de las empresas mediáticas e intentar pasar al nuevo momento del oficio con ética.
A los periodistas que viven en Nicaragua y en Venezuela y los que tuvieron que salir, pero desde el exilio siguen investigando las crisis de sus países, hay que seguirles la pista para recuperar claves del oficio que no puede arrebatarnos ninguna crisis, por dura que sea.
Sí, corrieron riesgos; sí, pagan las consecuencias; sí, la pasan mal; pero hoy el mundo, gracias a ellos, sabe de los excesos de los regímenes en Nicaragua y Venezuela. Ellos son un ejemplo de los profesionales que hacen posible el periodismo en condiciones imposibles.
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