Cómo Facebook aniquiló el negocio y la identidad de los medios
12 de Febrero de 2018

Cómo Facebook aniquiló el negocio y la identidad de los medios

El impacto que tendrá en los medios en el reciente cambio en el algoritmo de Facebook es analizado por el periodista chileno Andrés Azocar.
Fotografía: Mediamodifier en Pixabay | Usada bajo licencia Creative Commons
Andrés Azocar

La noticia de que Facebook privilegiará las publicaciones de amigos y familiares en el news feed sobre el contenido de los medios y apuntará más al compromiso que al tiempo de permanencia en su sitio, ha generado muchos debates sobre el tema. Casi todas vinculadas al real daño que la nueva política del gigante tecnológico tendrán sobre los ingresos de los medios. Y cuáles debieran ser las estrategias para sobrevivir a esa decisión. Pero ninguna ha profundizado en cómo los medios han abusado de su relación con las plataformas en desmedro de la calidad y veracidad de su contenido. Y cómo estas relaciones han ido liquidando el valor y la identidad construida por años.

Las plataformas sociales han buscado su modelo de negocio sobre la base de contenido generados por los usuarios e intentando ganar la batalla por la atención. Lucha que se concentra en “derrotar” a las otras redes sociales, pero también a los medios. Esta batalla, como hoy sabemos, carece de los principios y valores que muchos medios levantaron en su historia. Tanto Facebook como Google –quienes en conjunto deben aportar más del 70% del tráfico de la mayoría de los medios- son responsables de que hoy las noticias falsas estén dominando el ecosistema informativo.

A pesar de este pésimo escenario, los medios han buscado ser cobijados por Facebook y otras plataformas. Con la promesa de recibir ingresos extra a través de los Instant Articles, muchos se convirtieron en partners de la red social de Zuckerberg.

Acá tenemos la primera falta grave. Facebook ha demostrado ser compañía muy poco confiable. El gran impulsor de las noticias falsas y conspirativas. La fuente más atractiva para hackers de la información. Tan patética es la puesta en escena del algoritmo de Facebook, que un estudio del Reuters Institute, mostró que los sitios de noticias falsas eran mucho menos populares que los sitios de noticias serios en internet. Sin embargo, al interior de Facebook logran los mismos niveles de interacciones y más. Como fue durante la elección presidencial del 2016, en EE.UU. Historia archiconocida.

Los medios vendieron su alma a Facebook sin resguardos. Compartieron y comparten -en búsqueda de tráfico- el mismo granero que otros sitios infestado de noticias falsas. Tal es el nivel del problema de Facebook, que Zuckerberg se puso como plan 2018, arreglarlo. Pero la mayor parte de los medios nunca tuvo un espíritu crítico o cuestionador con esta red social.

Los medios además, para conseguir el esquivo tráfico, bajaron la guardia y asimilaron las reglas fundamentales de Facebook: buscar ser virales y suministrar la mayor cantidad de contenido a la plataforma. Sin importar su calidad, ni la diferenciación, o si las fuentes eran propias o no. No se puede decir que los medios son cómplices de amplificar el efecto de las noticias falsas, pero sí de sobredimensionar contenido basura, de olvidar el contexto y de nunca corregir noticias que dejaron de ser reales. Con la cobertura sobre Corea del Norte hay muchos ejemplos sobre esto.

Los medios además, comenzaron a comprar tráfico. Los incentivos perversos de Facebook alentaban la inversión publicitaria, para ganar audiencias. Y muchos lo hicieron. Burbujas de audiencias poco comprometidas.

Hoy hay muchos medios que están dejando de lado los Instant articles, nunca lograron ser una verdadera fuente de ingresos para ellos. No, al menos como se esperaba. Pero los medios deben entender que más allá del factor económico, si quieren estar en  Facebook deben buscar la manera de no perder la identidad, de crecer junto a las audiencias más leales y no se puede tener un socio que ha colaborado como nadie para destruir la credibilidad e identidad de los medios. Hace unos años en Chile se popularizó el término “cómplices pasivos”.  Es decir, el interés por generar más recursos, provocó que la industria perdiera el foco de su real identidad.

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