Un joven periodista, carismático y talentoso, que había tenido la valentía de confesar en la TV su condición de gay, intentó suicidarse y agonizó varios días en una clínica. Mientras tanto sus colegas investigaron su vida personal y un periodista publicó cartas íntimas cruzadas entre él y su pareja homosexual. Mientras se debatía entre la vida y la muerte, sus colegas descuartizaron su intimidad. ¿Es eso periodismo?
Respuesta: La del periodismo es una profesión respetuosa de las personas, por eso es fácil distinguir al profesional de calidad: actúa con respeto. Si va a grabar la voz de alguien, pide autorización para hacerlo; si va a publicar una acusación contra alguien, comprueba los datos, busca al acusado y le ofrece la oportunidad de expresar su punto de vista; si pide una cita para entrevista, explica a la persona los motivos de su interés periodístico. Son actitudes de respeto. Ese respeto cubre, sobre todo, la intimidad de las personas. Esta es un bien frágil que desaparece cuando otros la miran. Publicar un documento personal es tan abusivo como entrar, sin autorización a una casa ajena. La casa y la carta personal son espacios a los que toda persona tiene derecho y en donde cada uno es él mismo. Preservarlas de miradas y presencias de extraños es un derecho que las constituciones de los países consagran y que la conciencia ética muestra como inviolables. El periodismo que para aumentar su circulación o su audiencia feria intimidades, hace un negocio con algo ajeno que, además, es tan sagrado como la conciencia. La indignación con que se denuncia esta conducta tiene una completa justificación porque se ha puesto en peligro lo más propio de cada persona. Nada justifica esta clase de invasión a lo más personal de alguien. El periodismo desciende a su más bajo nivel –colindante con lo delictivo- cuando para circular o tener éxito, feria intimidades.
Documentación
La intimidad es, como ha escrito Desantes, algo tan singular, que solamente se da en el hombre; referida a su mundo interior, la intimidad sólo puede existir en la medida en que el hombre es consciente de ella y comprende su sentido; es la intimidad algo insondable porque admite una profundidad sin límites teóricos, genuina, incapaz de de toda ficción o dramatización, punto de apoyo y de partida para la proyección de la persona en la vida social; instancia que filtra y amortigua las influencias no deseadas por la persona. Quizás así se entiende que la intimidad no es ni la vida privada, ni la vida pública, pero en toda vida –privada o pública- está presente la intimidad y debe ser respetada. La fragilidad informativa de la intimidad quiere decir que la intimidad se destruye en tanto en cuanto es conocida por otro. Se destruye por el simple hecho de su comunicación, a partir de ese momento ni es intimidad, ni puede volver a serlo. Dicho con otras palabras, sólo la voluntad personal puede convertir la intimidad en objeto de información, pero la información de la intimidad es su misma destrucción. Carlos Soria: la ética de las palabras modestas. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín 1997. Pp 54, 55.