¿Cuál es la relación que se da entre periodismo y poder religioso? Fundamentalmente es la misma relación que se debe mantener con cualquier otro poder, y se caracteriza por la distancia. No se trata de asumir la postura del antipoder, que tiene los riesgos de lo negativo y lo dogmático antipoder supondría una condena a priori del poder, de quienes lo ejercen y, sobre todo, una posición simplista y maniquea que reduce la realidad a dos campos, el de lo bueno y el de lo malo. Entre lo bueno y lo malo, como entre el blanco y el negro, hay una extensa gama de grises. Quizás lo que mejor define la posición del periodista frente al poder, es su actividad de crítico del poder, que es el punto de equilibrio entre los dos extremos: el del periodismo aliado del poder y el del periodista antipoder.
Puede darse un punto de convergencia entre el poder y la prensa, que es el servicio del bien común. Cuando esa convergencia se da, la prensa estimula y ayuda en las tareas de beneficio común, sin perder la distancia crítica. En una palabra, cumple las tareas del ciudadano que cuando es el caso aplaude o rechaza y que siempre está dispuesto a proponer y aportar.
La relación con el poder religioso, sin embargo, tiene un elemento específico: la estrecha vinculación, casi identificación, que se hace entre los representantes de ese poder � sacerdotes, pastores, rabinos- y las tradiciones culturales de la población. El sentimiento religioso cruza y condiciona cualquier relación con ese poder, hace complejas las informaciones sobre él, impone cuidados para mantener una atmósfera de respeto y de comprensión que, sin embargo, ha de preservar el talante crítico del periodista. Usualmente en las redacciones se tiene al religioso como un tema sensible. Es una percepción en la que se destaca lo que debería tenerse e cuenta en la relación con cualquier poder o persona: la del respeto por todo ser humano y por sus creencias y cultura, que es un importante componente de la tolerancia.
Documentación.
La racionalidad que Tomás Moro aplica a la religión supone un gran problema para sus estudiosos de hoy. Se concuerda en que la modernidad de Moro radica en formular un alegato a favor de la tolerancia que es, al mismo tiempo, antidogmático y antiautoritario. La tolerancia religiosa es entendida como aceptación del pluralismo y, en consecuencia, como libertad para profesar cualquier fe y hacer proselitismo. Los límites establecidos son de método: el rechazo a la violencia y la búsqueda de la paz y de contenido: el rechazo a los pronunciamientos dogmáticos. La tolerancia que propugna Moro tiene por fundamento "la dignidad humana". El intolerante, como ser irracional, pertenece "al mundo animal", considerado por debajo del nivel del hombre.
Isidro H. Cisneros.
Los recorridos de la tolerancia. Editorial Océano, México, 2000, página 45.