Los trabajos del cuidado son indispensables para la reproducción de la vida. Desde siempre hemos necesitado ser cuidados, cuidadas y cuidar: autocuidarnos, proveer los alimentos, trabajar en la salud, cuidar la infancia, cuidar a los adultos mayores, cuidar la tierra, trabajar en la limpieza de las ciudades, en la recolección de basura, trabajar en comunidad. Estas tareas, sin embargo, han recaído históricamente sobre las mujeres o las identidades feminizadas.
Según cifras de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), las mujeres dedican tres veces más tiempo al sostenimiento del cuidado de la vida en América Latina y el Caribe. Además, el principal motivo por el cual las mujeres de la región no trabajan remuneradamente ni estudian es por tener que dedicarse a los trabajos del cuidado.
El periodismo tiene el desafío de entender esta desigualdad, con sus complejidades, para visibilizarla y combatirla. Por eso conversamos con Nasheli Noriega, coordinadora de Feminismos y Justicia de Género en Oxfam Internacional, quien profundiza y comparte rutas para comprender y obtener herramientas que ayuden a narrar los cuidados desde una perspectiva interseccional y con enfoque de derechos humanos.
¿Cómo se evidencia el círculo vicioso que plantea esta desigualdad en la vida de las mujeres y niñas?
Hacer una lectura feminista de la sociedad y especialmente de la economía nos permite ampliar nuestro análisis de la crisis global que se manifiesta en las desigualdades y que vulnera derechos humanos en la región. De las principales aportaciones feministas en este sentido, destaca el reconocimiento y la visibilización del trabajo de cuidados - que incluye el trabajo reproductivo y doméstico, pero que va más allá - como labor esencial para el sostenimiento social y económico, y en general el mantenimiento de la vida.
Por supuesto que la crisis ocasionada por la pandemia del COVID-19 ha exaltado la necesidad de poner a los cuidados al centro de la discusión sobre el funcionamiento social, económico y político. Pero debemos reconocer que desde antes de esta ya anticipábamos importantes desafíos: la inversión de la pirámide demográfica (o sea el envejecimiento de las poblaciones), incremento exponencial en las brechas de desigualdad, precarización y feminización de la pobreza, crisis climáticas y ambientales, el aumento en el fenómeno de la migración desde las cadenas globales de cuidados con impactos feminizados.
En este sentido, también ya se destacaba previo a la crisis los principales rasgos de la organización social de los cuidados que presentan altas tasas de feminización, familiarización y maternalización de los cuidados. Esto genera un círculo vicioso para el desarrollo de las mujeres de todas las edades. Asimismo, mantiene a la economía del cuidado en una permanente crisis multidimensional, que habla del conflicto que implica cuidar en ámbitos de austeridad gubernamental, violencia, pobreza, inseguridad social, crisis medioambiental y bajo o nulo acceso a servicios públicos que complejiza las labores del cuidado y precariza la vida de las mujeres y niñas.
¿Por qué hablar de trabajos del cuidado y no solo de tareas del cuidado o labores domésticas?
Retomando el informe “Organización Social de los Cuidados a la luz del COVID-19 en América Latina y el Caribe”, “la definición más básica indica que cuidar consiste en la asistencia, resguardo o conservación de algo o alguien; por tanto, es posible entender a los cuidados como la indispensable provisión cotidiana de bienestar físico, emocional y afectivo a lo largo de todo el ciclo de la vida de una persona.”
Pero va más allá, ya que tiene un carácter multidimensional de los cuidados que se refiere a la existencia de diversas actividades: las actividades domésticas que permiten el mantenimiento del hogar como el lugar esencial del cuidado de la vida; las actividades de preservación de la salud emocional y mental; así como aquellos servicios de cuidado que revisten una función más social como los relacionados con la salud y la educación, por ejemplo.
Aunque entre las principales necesidades del cuidado revisten las labores domésticas y materiales (como la preparación y cocción de alimentos, lavado de ropa y utensilios de cocina, etc.) éstas se complementa con aquellas que demandan cuestiones intangibles que requieren la atención y resguardo de niños y niñas, personas adultas mayores, con discapacidades o enfermedades crónicas y otros grupos dependientes. Además “es necesario incorporar en el listado de actividades aquellas que permiten la preservación del ambiente natural como la sostenibilidad de fuentes de agua, espacios forestales o la atención sobre flora y fauna, que en la cadena del bienestar retroalimenta a las labores de cuidado, garantizando entornos seguros y resilientes”.
Conoce más en el informe “Organización Social de los Cuidados a la luz del COVID-19 en América Latina y el Caribe”.
¿Qué significa que los trabajos sean un motor oculto de la economía?
Las teóricas principalmente las economistas feministas, han denominado la economía del cuidado, para reconocer “el ámbito de la economía conformado por todas las actividades asociadas al cuidado, de carácter no monetario (al no ser origen ni destino de pagos o remuneraciones en el mercado)” pero que no solo aportan, sino garantizan el mantenimiento de la actividad productiva desde la esfera doméstica, cuando permiten la reproducción de la fuerza de trabajo que es la base del esquema económico monetario. Se habla de un conflicto capital-vida cuando el mantenimiento de la vida se vuelve insostenible ante las demandas y consecuencias directas o indirectas de la sociedad de mercado.
¿Por qué es importante contar la distribución desigual de los trabajos del cuidado desde una perspectiva de derechos humanos?
Dado que como ya lo dijimos, los cuidados son fundamentales para el funcionamiento de las sociedades debemos reconocer también que históricamente quienes asumen la mayor parte de las actividades de cuidado han sido las mujeres, lo que genera tensiones con el acceso a otros derechos como a la educación, salud, participación política, entre otras, perpetuando las brechas entre hombres y mujeres.
Además, debemos de considerar los retos derivados de la transición demográfica, que ya mencionamos, ya que de no haber transformaciones en la organización social de los cuidados (OSC) hacia una redistribución justa del tiempo destinado a las labores de cuidado, la transición demográfica afectará aún más a las mujeres y niñas, que también se agrava en los casos de pobreza y/o vulnerabilidad. Por ello, debemos urgentemente reflexionar sobre cómo se debe garantizar el cuidado a las personas actualmente y a futuro.
¿A qué se refiere el enfoque interseccional para abordar desde el periodismo la agenda de cuidados?
Al plantear este conflicto capital-vida desde todos los sectores, se requiere visibilizar que la hoja de ruta trasciende las acciones aisladas para el cuidado y que hablamos de un conflicto sistémico donde además del género, otras variables como raza, clasa, etnia, escolaridad y edad,deben ser contempladas, es decir desde un enfoque interseccional.
Cuando entendemos la sostenibilidad de la vida desde una perspectiva feminista e interseccional es fundamental promover y transitar a sociedades de cuidados que se distingan de las sociedades actuales de funcionamiento patriarcal y mercantilista y que consideren las difererentes vulnerabilidades y marginaciones que existen y se exacerban bajo la injusta OSC actual.
¿Cómo ha afectado a las mujeres la distribución desigual de los trabajos del cuidado durante la crisis sanitaria por COVID–19?
Tenemos que empezar por reconocer que la pandemia representó una oportunidad para visibilizar la importancia del trabajo de cuidados, aunque tristemente no se este transitando a escenarios de mayor corresponsabilidad social en los cuidados. En la investigación que lanzamos en 2020, vemos que “por el contrario, en muchos países de la región se está optando por normativas y políticas que otorgan más privilegios a los mercados”. Debido a la paralización y el colapso que derivó en una concentración inmediata de actividades remuneradas y no remuneradas dentro de los hogares, se profundizó la crisis de los cuidados y en la mayoría de los casos, implicó un enorme retroceso en los derechos de las mujeres en la región.
Por ello, desde Oxfam apostamos por una economía del cuidado que permita observar la variable clave del tiempo de las mujeres de manera concreta, así como “la toma de decisiones alrededor de su reconocimiento, reducción, redistribución, recompensa y representación. Es decir, permite analizar la reorganización social de los cuidados vía la corresponsabilidad social en los cuidados” (Oxfam, 2020).
¿Quiénes son responsables, quiénes pueden y deben dar respuesta sobre los cuidados?
Responsables somos todxs, y quienes pueden dar respuestas a los principales problemas actuales son el Estado, el Sector Privado. El concepto corresponsabilidad trata precisamente de eso.
Claves para una redistribución de los trabajos más justa y equitativa
Durante la entrevista, Noriega compartió algunos aspectos cruciales que deben ser contemplados para una reconfiguración social de los cuidados y que serán presentados en el próximo informe de Oxfam:
1. Derecho humano al cuidado: el reconocimiento de este derecho, de manera universal, como punta de lanza en las estrategias de socialización, sensibilización y posicionamiento de los cuidados y el trabajo necesario para sostener la vida[1].
Los elementos que el derecho humano al cuidado garantiza dentro de una sociedad son los siguientes[2]:
- Derecho a recibir cuidados en distintos momentos y circunstancias del ciclo de vida, ya que la satisfacción del derecho humano no puede afectarse por la lógica del mercado, disponibilidad de ingresos, redes vinculares o lazos afectivos.
- Derecho a decidir si se desea o no cuidar en el marco familiar del trabajo no remunerado.
- Derecho a condiciones laborales dignas en trabajo de cuidados, valoración del mismo y como componente de bienestar.
- Derecho como una elección (cuidar o no de la familia y en qué medida, así como a recibir cuidados se tenga o no familia).
2. Corresponsabilidad social en los cuidados: que tengan el objetivo directo de reconocer a los cuidados como labores esenciales para la reproducción social y al trabajo de cuidados como una actividad de primera categoría dentro del engranaje de funcionamiento de cualquier sociedad, reducir el tiempo de trabajo de cuidados que actualmente sobrecarga los hombros de las mujeres de todas las edades en la región, la redistribución social del tiempo de trabajo de cuidados, cuyas asimetrías profundizan las brechas de desigualdad, entre grupos sociales y territorios.
También es importante que dentro de las políticas de corresponsabilidad social en los cuidados se abra el diálogo para generar espacios de representación de la fuerza laboral de los cuidados dentro de un país o región, ya que esto, permitirá contar con plataformas permanentes de demandas, tanto desde el trabajo del cuidado remunerado[3], como el no remunerado.
3. Emancipación de las mujeres: Batthyany (2020) afirma que es imperante en una reconfiguración social de los cuidados cuestionar a las mujeres si quieren seguir siendo las cuidadoras dentro de los modelos, y, aunque es imposible visualizar una respuesta social a esta interrogante, es parte de un adecuado diagnóstico complementario de las necesidades de cuidados de un territorio, conocer cómo se configura la oferta de provisión de cuidados, además de que permitiría delimitar los cuidados prioritarios para la política pública ( en cualquier escala de aplicación ), así como sus competencias, conocer qué labores del cuidado pueden salir de casa y cuales quedarse, para su justa distribución, según las características sociales de cada región intervenida, prácticas culturales, etc.
En este elemento de la hoja de ruta la óptica feminista está presente en los principios rectores y estrategias del marco de política, es decir en qué tipo de reconocimiento y sobre todo compensación social y económica puede diseñarse para las mujeres cuidadoras que no reciben remuneración, y, por otra parte, qué tipo de mejoras pueden incorporarse en los mercados laborales y educativos, que son, en buena parte las opciones de mujeres que puedan elegir sobre si condición de cuidadoras.
4. Valoración social del trabajo de cuidados: es la acción social, colectiva, institucional y cultural de reconocer el aporte del trabajo de cuidados en la actividad productiva y generación de la riqueza de un país o territorio determinado. Con planificación estratégica y consensos interseccionales la valoración económica de los cuidados puede incluir el pago por servicios de cuidados. En un ámbito monetario, la valoración pasa por la mejora y mayor pago por el trabajo en los sectores de cuidados remunerados.
5. Valoración económica del trabajo de cuidados: es la acción social, colectiva, institucional y cultural de reconocer al trabajo de cuidados como una labor esencial para sostener la vida, es decir como el trabajo fundamental para la reproducción social y económica. Este tipo de valoración claramente está inmerso en una necesidad de cambio ideológico en la totalidad de las sociedades.
6. Trabajo diagnóstico: en la narrativa para colocar a los cuidados al centro no pueden faltar los diagnósticos adecuados sobre la situación de cada territorio, que permitirá establecer el orden gradual necesario según las características sociales, económicas y culturales identificadas. Este trabajo debe incorporar métodos cuantitativos y atender consultas públicas y consensos intersectoriales. Las estimaciones demográficas hacen evidente la necesidad que tiene la región de que cualquier diagnóstico priorice la situación de las vejeces en el corto, mediano y largo plazo[4].
7. Comunidad del cuidado: más que como estrategia inmediata debe verse como el resultado de mediano y largo plazo de un buen equilibrio entre los componentes de derecho, valoración económica y social y efectividad en las estrategias de redistribución. Es decir, como la evolución natural de repensar y hacer efectivas medidas de transformación de los tiempos, servicios, espacios privados y públicos para el cuidado de la vida.
Fuentes a consultar para recabar datos confiables sobre la agenda de cuidados:
-
Informe 'Panorama Social de América Latina 2021', elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.
-
World Inequality Reporte 2022, de World Inequality Lab.
-
Los cuidados en América Latina y el Caribe, de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.
-
Informe 'Reconstruir con igualdad', elaborado por Oxfam
-
Informe 'Coyuntura Laboral en América Latina y el Caribe: La inserción laboral de las personas mayores: necesidades y opciones', elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, y la Organización Internacional del Trabajo.
-
Informe 'Organización Social de los Cuidados a la luz del COVID-19 en América Latina y el Caribe', elaborado por Oxfam.
-
Informe 'Estado de los padres en el mundo 2021', por Gary Barker, Aapta Garg, Brian Heilman, Nikki van der Gaag y Rachel Mehaffey.
-
Libro Subversión feminista de la economía. Aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida, de Amaia Pérez Orozco.