"En un mundo tan globalizado las versiones maniqueas del bueno y el malo son tan fáciles como falsas": María Teresa Ronderos
25 de Enero de 2021

"En un mundo tan globalizado las versiones maniqueas del bueno y el malo son tan fáciles como falsas": María Teresa Ronderos

Entrevista con la periodista colombiana, que dirigió el taller 'Cobertura de la migración y su vínculo con el desarrollo sostenible' para 18 periodistas sudamericanos.
María Teresa Ronderos, directora del CLIP. Foto: Universidad del Norte.
Ezequiel Fernández Bravo

“Tenemos un reto: lograr que nos lean las comunidades desinteresadas por las personas migrantes. Debemos llegar a los que los atacan para cambiar su visión del mundo. De otra forma estamos hablando entre convencidos”, dice la periodista María Teresa Ronderos. Bajo esta premisa, la colombiana coordinó para 18 becarios de Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela y Uruguay el taller virtual Cobertura de la Migración y su vínculo con el Desarrollo Sostenible, organizado por la Fundación Gabo y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). 

Ronderos fue reportera y editora de distintos medios como Semana y el Tiempo, dirigió el Programa de Periodismo Independiente de Open Society Foundations y fundó junto a otras colegas el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP). Después del taller, hablamos con ella sobre las nuevas configuraciones entre periodistas y audiencias, la crisis del modelo editorial de medios, y nos preguntamos hacia dónde está migrando el periodismo.

En este año de covid-19 vimos los avances de distintos nacionalismos, la securitización de las fronteras y el aumento de discursos que ponen a un otro extranjero como amenaza. ¿Qué tiene para aportar el periodismo transfronterizo a este problema? 

Este tipo de periodismo se aleja de las miradas xenofóbicas o nacionalistas a ultranza porque está mirando necesariamente varios países y problemas a la vez. Y también está mirando personas que atraviesan fronteras y cómo se ven desde el lugar de salida, el de paso y el de llegada. Entonces, vuelve a los problemas más reales y complejos: en un mundo tan globalizado las versiones maniqueas del bueno y el malo son tan fáciles como falsas. Y a la vez se acerca a lo que la humanidad vive hoy, fenómenos cada vez más interconectados y que atraviesan fronteras. Ante la defensa de algunos Estados que se están quedando obsoletos y cierran sus fronteras, se aferran al territorio y a la antigua noción de ciudadanía, el periodismo transfronterizo y colaborativo devela las pequeñas estratagemas políticas de cada gobierno. 

A menudo remarcas la necesidad de escribir y llegar más allá de los propios convencidos. ¿Qué obstáculos encuentras en acercarse y dialogar con esos otros? 

Es lo más difícil que le toca hacer al periodismo, en esta época en la que nos encerramos en burbujitas confortables de amistades y conocidos, de gente que piensa, lee y está de acuerdo con uno. Escogemos noticias y casi nada con lo que no comulgamos nos atraviesa. Entonces, para un periodista se vuelve muy complejo cerrar brechas y tratar de convencer al otro, sea con argumentos racionales o con expresiones más emocionales. Aun así creo que uno de nuestros desafíos es hablarles a los que no quieren que les hables de lo que no quieren oír. Al periodismo le toca hacer esa tarea precisamente para romper la tendencia a los extremismos, la incomprensión, la segmentación. Tenemos dos retos. Uno, puramente narrativo: cómo enganchas a los lectores para que, por lo menos, en el inicio de tu historia no salgan corriendo. Desde ahí hay que construir un argumento que los traiga más cerca de “este lado”. Sobre todo cuando muchas de esas personas que se expresan en favor de posiciones más extremistas no se benefician con ellas. 

¿Por ejemplo?

Los que apoyaron a Donald Trump y perdieron con las políticas de concentración de la riqueza y debilitamiento democrático que llevó adelante. Son un montón los actores que ven algo que expresa su propia inconformidad y terminan avalando gobiernos cada vez menos democráticos y en los que su voz va a ser más débil. 

¿Y el segundo reto?

Tenemos que ejercitar más la participación y la escucha. Buscar modos para que aquellos con posiciones distintas sientan que puede haber divergencia de ideas. En el proceso electoral de Estados Unidos, los medios pro-Biden y pro-Trump les hablaron a sus propios convencidos, y les costó mucho alcanzar ese “otro lado”. En Inglaterra hubo esfuerzos más grandes por hacer lo contrario, no por hablarle al otro, pero al menos por entender por qué la gente había votado el Brexit. Y en nuestros países hay otro tanto por pensar. Cómo entender que en Colombia, después de 50 años de guerra, viene la votación por la paz y una mayoría lo hace en contra. Es un fracaso para los periodistas y para los medios no haber entendido cuáles eran las broncas y cuáles eran los miedos en ese proceso. 

En un contexto de crisis y profundos cambios en el oficio, ¿qué lugar deberían ocupar los periodistas a la hora de vincularse con sus audiencias? 

En el fondo de la crisis del modelo de negocios está la crisis del modelo editorial. ¿Para qué servíamos los medios? ¿De qué se trataba todo esto? Perdimos la posición privilegiada de mediadores de las conversaciones públicas, donde éramos básicamente los únicos. Ahora todo el mundo tomó la palabra. Si queremos pegarnos a ese rol estamos perdidos, porque la gente no nos necesita. No tengo una respuesta clara a este problema, pero si algo seguimos aportando a la sociedad es contar no lo que pasa, sino cómo y por qué pasa lo que pasa. Y ese no puede ser un periodismo descriptivo: hay que unir puentes, contextualizar y conectar cosas que están sin explicar. Por otro lado, te toca incluir a la gente. En general no invitamos a la audiencia a participar en la producción de documentos, a que cuenten cómo ellos ven esa realidad, a que nos ayuden a entender desde otras generaciones, puntos de vistas, géneros, cómo se cuentan esas historias.

¿Qué cambios plantea el periodismo colaborativo a la hora de dialogar con las audiencias y establecer consensos, probar hipótesis e interpretaciones sobre la realidad? Lo pienso en relación con la figura del periodista como héroe individual que revela verdades.

El periodismo tiene que estar experimentando y buscando cómo construye verdades en ese relato colectivo. El desafío hacia el futuro pasa por pensar cómo se construyen esos relatos colectivos para que sean creíbles, que sean mucho más legítimos, en donde los periodistas ya no son la voz de tubo como mediador privilegiado, sino facilitadores de una conversación pública. Y ahí sí tienen un papel: coordinar, contextualizar, explicar. Aunque, claro, siguen habiendo grandes lobos solitarios y gente con una extraordinaria capacidad investigación. Lobos heroicos en muchos sentidos, porque además se sobreponen a barreras y ataques de todo tipo. 

Y en esa tensión, ¿en dónde estamos parados hoy?

Es un momento de transiciones. Fíjate lo que está pasando con los premios, que están hechos para un periodismo que está desapareciendo y otro que empieza a aparecer. Nadie sabe cómo anotar las entradas ni clasificar las postulaciones colaborativas de varios medios, incluso físicamente es casi imposible. Muchas iniciativas como CLIP, el proyecto que yo dirijo, trabajan investigaciones de veinte historias en distintos países producidas por varios medios. Eso te muestra que algunas de las verdades en que creíamos son mucho más complejas.

¿Cómo se redefine el trabajo individual de los periodistas en este tipo de proyectos? 

Es difícil porque no venimos de esa tradición. En Migrantes de Otro Mundo, por ejemplo, me encontré con gente que se sentía como pez en el agua, con una voz muy fuerte y muy personal a la hora de contar una historia, pero que no tenían ningún problema en saber que ese relato se había construido gracias a otros que aportaron datos, información, miradas. Y después hubo quienes se sumaron encantados de la propuesta colaborativa pero hicieron una historia que no se hubiera diferenciado si trabajaban sin la parte de la colaboración. Si lees el proyecto con calma, vas a ver textos que se hubieran podido hacer sin necesidad de la intervención de ninguna colectividad. Para algunos la colaboración implicó poner sus trabajos junto con otros. Y está bien, es un primer paso. Pero los que agregaron más valor al proceso y realmente se sintieron transformados fueron los que dejaron que la colectividad les ayudara, les aportara, les trajera miradas que nunca hubieran imaginado, preguntas que nunca se habían hecho.

Con Activamente, un proyecto entre Argentina, Ecuador y Colombia, hicimos otro ejercicio colectivo y allí incluimos al público, a 750 jóvenes que hablaron de salud mental a través de WhatsApp. Tiene un calado, una profundidad que sólo te la da haber tenido una colaboración tan amplia, porque trabajaron expertos periodistas de varios países y además las audiencias.

¿Ese público se siente interpelado cuando las historias van más allá de su propio territorio?

Es difícil, yo creo que la gente es muy local. Le importa lo que pasa aquí, un poco si hay un connacional involucrado en alguna noticia de afuera. Es difícil que se interese por lo que pasa más allá, aunque hay muchos casos en que sí conectan y descubren. Por ejemplo, a raíz de Migrantes de Otro Mundo varios grupos de universidades, ONGs y líderes de migrantes en México se sorprendieron por lo que pasaba en Urabá, en la frontera entre Colombia y Panamá. Ese conocimiento los hizo mirar de una manera diferente y más profunda lo que sucedía con la movilidad humana en su región. Para ellos fue una revolución, porque nunca habían visto más allá de la frontera de Estado Unidos con México. 

Hablabas de la necesidad de experimentación, de encontrar nuevos formatos, narrativas, alianzas. ¿Qué es hoy la innovación en el periodismo?

Es descubrir a quienes tratan, por lo menos, de experimentar. Ese tiene que ser el nuevo papel del periodismo y ese es su nuevo lugar en la sociedad. Yo creo que eso es más innovador que la novedad de 50.000 aparatos. La tecnología puede ser innovadora si sabemos cómo usarla y ponerla al servicio de explorar y unir a la audiencia, para investigar, para ser mucho mejores en el papel de perro guardián de los poderosos. No se puede confundir eso con hacer videos más sofisticados o con más efectos especiales. Tenemos que preguntarnos de qué manera estamos descubriendo algo nuevo, qué agenda estamos construyendo, cómo logramos que una sociedad se informe de una manera distinta, novedosa. Me parece que ahí está la innovación, ¿no? 

Sobre el taller

El taller virtual ‘Cobertura de la migración y su vínculo con el desarrollo sostenible’, a cargo de María Teresa Ronderos, se realizó del 11 al 20 de noviembre de 2020 y fue organizado por la Fundación Gabo y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Participaron 18 periodistas de América Latina.

Sobre María Teresa Ronderos

Directora de CLIP (Centro Iberoamericano de Investigación Periodística). Periodista investigativa colombiana, columnista de EE y miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo.

Publicó el libro Guerras Recicladas (Random House, 2014), una investigación de largo aliento sobre el fenómeno paramilitar en Colombia, que se volvió un best seller y le valió el Premio Simón Bolívar Periodista del Año. Este fue su cuarto libro después de dos de perfiles, Retratos del Poder (2002) y 5 en Humor (2007).

Sus reportajes en profundidad le han valido varios reconocimientos, entre ellos el Premio Rey de España, el Lorenzo Natali de la Unión Europea por cobertura en Derechos Humanos y finalista del Premio Ipys-Tilac a las mejores investigaciones latinoamericanas en tres ocasiones. Por su destacada carrera periodística, recibió el Premio Maria Moors Cabot en 2007.

 

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