Si los migrantes internacionales hoy representan sólo el 3,5% de la población total mundial, ¿por qué suelen ser percibidos como una amenaza en tantos países de destino? Con esa pregunta como disparador, la periodista venezolana Luz Mely Reyes dio inicio al taller virtual ‘Cobertura de la migración y su vínculo con el desarrollo sostenible’, organizado por la Fundación Gabo y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en el que participan 18 periodistas de Sudamérica. Reyes propuso a los asistentes un ejercicio de reflexión sobre las formas en que el periodismo puede contribuir a desarticular ciertas narrativas que estigmatizan a los migrantes, sin caer tampoco en discursos moralizadores ni revictimizantes.
Los migrantes cumplen un papel destacado como agentes del desarrollo tanto de los países de destino como de origen. Aunque son una proporción pequeña de la cantidad total de habitantes, en los últimos años su número ha crecido más rápido que la población mundial. Las migraciones internacionales ponen en circulación el capital humano, social, económico y cultural de millones de personas portadoras de habilidades, conocimientos, experiencias, redes, relaciones y recursos que producen impactos heterogéneos en las sociedades de acogida y de origen. Por eso la Organización de las Naciones Unidas cree que consolidar un paradigma mundial de migración “ordenada, segura, regular y responsable” será clave para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible fijados para 2030.
El desafío es enorme. En los últimos años, las migraciones ganaron terreno en la agenda política y mediática alrededor del planeta, y los migrantes se convirtieron en blanco de discursos virales y políticas efectistas que alimentan la desconfianza hacia ellos y los convierten en chivos expiatorios de los problemas sociales. “El imaginario antiinmigración, que muchas veces se usa exitosamente como medio electoral, trabaja sobre creencias ya establecidas y explota falsos argumentos económicos (‘los migrantes nos roban empleos y servicios públicos’), identitarios (‘la diversidad destruye nuestra forma de ser’) y de seguridad (‘son potenciales delincuentes o terroristas’)”, explicó Reyes.
¿Qué se puede hacer desde el periodismo para contrarrestar esos discursos? ¿Qué herramientas existen para construir narrativas atractivas y desprejuiciadas sobre los procesos migratorios? ¿Cómo contar historias de migrantes que vayan contra los preconceptos establecidos y que interesen a públicos amplios? A continuación, algunas lecciones de la maestra del taller.
Contar historias antes que números
Las cifras duras sobre migraciones son importantes pero no dicen nada por sí solas. Los seres humanos estamos hechos de historias y sin historias no se puede hacer nada periodísticamente relevante. Hay que ser acuciosos con los números, interrogarlos siempre, porque pueden fallar e incluso mentir. En general, cuando se producen transformaciones sociales relativas a las migraciones, primero se entera la gente de calle, después los periodistas, luego las autoridades y finalmente las estadísticas. “Por eso debemos combinar el periodismo de datos con el periodismo de pateadores de calle”, dijo Reyes, y subrayó la importancia de apelar también a “fuentes vivas” y de verificar una y otra vez los datos: “Si tu madre te dice que te quiere, consigue otra fuente para verificarlo”.
Cuidar la terminología
Debe extremarse la precisión de los términos utilizados y manejarlos con un enfoque de derechos humanos que describa de forma exacta las realidades diversas de los migrantes. Hay que evitar léxicos que generen atavismos en los países de acogida (por ejemplo, expresiones como “éxodo migrante” u “ola de inmigrantes”). “Para nuestro glosario: no hay ‘migrantes irregulares’ o ‘migrantes ilegales’ –advirtió Reyes–. En todo caso hay personas en alguna situación de irregularidad, pero el migrante en sí mismo no es ilegal. La migración es un derecho humano. Debemos evitar esos términos para no violentar la dignidad de las personas ni repetir las narrativas de sectores con sus propios intereses que buscan incidir en la agenda pública”.
Establecer nuevos marcos narrativos
La cobertura de migraciones necesita refrescarse permamentemente en sus contenidos y formatos para mantener el interés de las audiencias. “Los temas de migraciones tratados por el periodismo se agotan y la gente se inmuniza ante lo que ya no es novedad, pero los problemas siguen existiendo”, subrayó Reyes. Ciertos ejes temáticos, como la explicación de las causas migratorias o de los derechos de los migrantes, ya fueron muy trabajados y perdieron impacto. Hay que buscar nuevos marcos narrativos para hacer oir las historias que nos interesa contar.
Atender a los diversos contextos legales
En Sudamérica existen diferencias significativas entre los marcos legales migratorios de los países, tanto a nivel nacional como subregional. Los migrantes transitan por espacios de movilidad con regulaciones diversas sobre residencia, ciudadanía, familia, trabajo y acceso a servicios públicos. Los periodistas necesitan estar informados sobre esos matices a la hora de cubrir migraciones. Según Reyes, aún queda mucho por investigar acerca de leyes, normas y programas de integración en los distintos países, y el mejor modo de hacerlo es con un enfoque transnacional y colaborativo: “No seamos lobos esteparios para trabajar”.
Adoptar una perspectiva de género
Según la OIM, existe una participación cada vez mayor de las mujeres en los procesos migratorios. La “feminización” cuantitativa de la migración se ve acompañada por un rol cada vez más activo y protagónico de las mujeres en la decisión de migrar. Reyes destacó la importancia de un periodismo género-sensitivo para contar historias de mujeres migrantes. “Por ejemplo, las historias de mujeres que migran embarazadas y que son acusadas de maternar para conseguir papeles, como si un hijo no fuera un proyecto de vida también para una migrante. Hay que acercarse a las decisiones de las personas para ver por qué fueron tomadas, despojados de los prejuicios y sesgos que hay sobre ellas”. La perspectiva de género es aun más necesaria cuando se trata de narrar las violencias contra las mujeres migrantes. “Hay que identificarlas, investigarlas y contarlas, pero con muchísimo cuidado de no revictimizar ni exponer a las víctimas”.
Evitar la “pornomiseria”
No puede haber sólo historias trágicas y angustiantes de las poblaciones migratorias. También hay que mostrar las realidades de millones de migrantes que no son víctimas sino agentes de su propio destino y que contribuyen al desarrollo de los países de origen y de destino. En ese punto coincidió Roberto Gil Cancel Comas, uno de los expertos de la OIM que expusieron como invitados en el taller virtual: “En los medios vemos muchas historias de migrantes víctimas, de sufrimiento. Y es cierto que hay mucho de eso, pero se olvida que el migrante también es un agente en sí, que no es un preso de sus circunstancias, que tiene espíritu emprendedor para arriesgar y que toma decisiones que impactan en su vida y en la sociedad. Así como los migrantes no son todos criminales, tampoco son todos víctimas”.