“Podemos joder la vida de personas. Ser incauto es una manera segura de poner en riesgo a nuestras fuentes”. Así explica el periodista salvadoreño Óscar Martínez los riesgos que afrontamos los reporteros a la hora de abordar a nuestras fuentes en contextos de migración, desplazamiento forzoso o violencia.
El simple hecho de acercarnos a una persona ya puede ponerla en riesgo. Y esto se incrementa si no conocemos el terreno que pisamos y acudimos sin un propósito claro. “Podemos dificultar la vida de las personas o ponerlas en riesgo”, explica Martínez.
¿Nombrar a los entrevistados los pone en peligro? ¿Hasta qué punto debemos proteger la identidad de las personas que participan en nuestros textos? ¿Cómo podemos conjugar la precisión que exige una nota periodística con el cuidado a sus protagonistas? Este es un debate ético y profesional permanente en el periodismo que ocupó una de las sesiones del taller virtual ‘Desplazamiento forzado: cómo cubrir el caso centroamericano’, organizado por la Fundación Gabo y ACNUR, y dirigido por los periodistas Ginna Morelo y Óscar Martínez.
Dos casos prácticos. El primero: una televisión internacional entra en un barrio de San Salvador para entrevistar a pandilleros. El trato acordado con el guía era que los rostros se cubrirían. Una vez allí, los jóvenes se envalentonan y piden que no se les tape. El guía se niega, pero los periodistas aseguran que no hay peligro, que el material no llegará a El Salvador. Tres meses después, el mismo material que nunca debió llegar a Centroamérica se emite en un canal local. Los pandilleros deben abandonar el país y el guía, que nunca quiso entrar en ese trato, termina con una amenaza de muerte.
El segundo: un periódico elabora una nota sobre crimen organizado con información proporcionada por un alcalde de Honduras. El hombre no aparece identificado más que con vaguedades para evitar que puedan matarle. Semanas después de que el texto salga publicado, un segundo alcalde llama a la redacción del medio. Dice que lo quieren matar por haber protagonizado un texto de un periodista a quien no conoce, ya que nunca le entrevistó. La caricatura que el reportero había elaborado para proteger a su fuente terminó por parecerse peligrosamente a otro regidor que nada tenía que ver. Solución: una segunda nota sobre las amenazas dejando claro que jamás el alcalde dio información para el reportaje original.
Estos son dos casos que ponen sobre la mesa una obviedad: lo que escribimos tiene consecuencias. Para evitar poner en riesgo a nuestras fuentes (o a nosotros mismos), es imprescindible entender el contexto.
También hay otra opción, en opinión de Martínez: no tener compasión, que te importe más la nota que la fuente, que te encuentres cavilando cómo publicar lo que alguien te dijo explícitamente que no hicieras. Si te ves en ese caso, “eres alguien despiadado, malintencionado y puedes terminar matando a alguien”.
Hay que ser conscientes de las limitaciones. Las premisas llegan con muy pocos recursos. Uno no puede pretender explicar la vida de un barrio de pandillas en dos días. Tampoco puede llegar a México a explicar “la verdad sobre el Chapo Guzmán” en una semana. Es imprescindible ser realistas a la hora de ajustar dos elementos fundamentales: las premisas y los recursos.
Para no poner en riesgo a nuestras fuentes, los reporteros Óscar Martínez y Ginna Morelo sugieren cinco claves.
1. Permanecer
“Permanecer es un antídoto para proteger a las fuentes y no cometer errores”, dice Martínez. Recuerda que la maestra Leila Guerriero hace énfasis en esta idea, hasta el punto de que, en lugar de periodismo de investigación o de largo aliento, prefiere decir 'periodismo de permanenci'a. Aquello en lo que permaneces eres capaz de comprender. Es importante permanecer porque el que no permanece se sorprende y no entiende.
Permanecer es una forma gentil de obtener honestidad. Solo si permaneces puedes construir una premisa honesta. La permanencia te ofrece sus frutos poco a poco, es el antídoto para entender a las fuentes, para no meterlas en problemas. Otro problema es que generalmente no hay recursos para permanecer. Pero eso corresponde a la sección de quejas habituales de los reporteros.
2. Ser honestos
La honestidad es un antídoto clave, pero implica tratos terribles, según Martínez. Al ser honesto el reportero explica su propósito y le permite romper barreras de desconfianza. No es fácil ser honesto. Muchas veces la fuente puede disgustarse, alejarse, marcharse y romper la relación.Sin embargo, la honestidad es lo que permite construir relaciones de confianza con las fuentes. Es en ese momento en el que la persona sabe que puede confiar en ti cuando comienza una relación sólida.
Ser honesto no quiere decir dejar de ser cuidadoso. Por ejemplo, con el lenguaje: no le diremos las cosas del mismo modo, con la misma crudeza, a un pandillero que trata de huir porque quieren matarlo que a la madre de una persona desaparecida.
3. Decir “no” es siempre una opción
No contar y no poner el nombre de la fuente es siempre una opción. Incluso cuando ella insiste en que no hay problema, la decisión sigue siendo del periodista. Los reporteros conocemos las consecuencias de nuestro trabajo mejor que la persona a la que entrevistamos. Puede ser que nuestro protagonista admita que se le cite sin ser consciente de que se está poniendo una diana en la espalda. La última palabra siempre es del reportero y hay que recordar que en todo momento tenemos la opción de no contar, de no nombrar, de difuminar.
4. Conocer la legislación
Cuando alguien nos comparte su historia es importante saber que no podrán usarla en su contra. Si una persona que está presa te hace una revelación pero luego puede que se construya un caso en su contra, debes conocer la legislación. No solo hablamos de casos penales. En el éxodo centroamericano hay miles de personas pendientes de un trámite en México o en Estados Unidos. Debemos conocer esos trámites, saber si exponer a una persona puede terminar por perjudicarla en su caso de asilo, si puede cancelarse su trámite. No hagas algo que pueda perjudicarla.
5. Respetar a las fuentes y su contexto
Este antídoto resume una forma de actuar fundamental: trata a las fuentes con respeto, con honestidad, sin mentiras, comprendiendo sus circunstancias. Uno no puede ir a entrevistar a un campesino que lleva desde que es niño trabajando para sobrevivir y exigirle que conozca la historia de la deforestación en el norte de Guatemala. El contexto de un ser humano lo es todo. Respetar no es hablar con amor, aplaudir, reír, ni dar las gracias. Respetar es, nuevamente, hablar con respeto y honestidad.
Sobre el taller virtual ‘Refugiados y migrantes: ¿cómo cubrir el caso centroamericano?’
Fue organizado por la Fundación Gabo y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) para 12 periodistas de América Latina. El taller estuvo dirigido por la periodista colombiana Ginna Morelo y el periodista salvadoreño Óscar Martínez.