El periodista colombiano Antonio Caballero un día dijo: “El papel de los medios de comunicación en los momentos de crisis debe ser el mismo que en los momentos en que no hay crisis: y ese papel consiste en informar. Informar sobre la normalidad o sobre la crisis de la manera más completa y veraz posible. La opinión viene después. La opinión es libre, la información es sagrada”. Basados en esa premisa, un grupo de periodistas y realizadores nos dimos a la tarea de intentar encontrar las razones por las cuales Granada, en el departamento de Antioquia, es un municipio emblemático de la guerra, la paz y el perdón.
Junto a los miembros de la Unidad Policial para la Edificación de la Paz (UNIPEP), venimos adelantando una investigación periodística que quiere documentar el impacto humano, económico, político y social ocasionado en 52 años de confrontación en nuestro país. La investigación nos ha llevado a encontrar múltiples historias y personajes que tienen una visión muy particular de lo que pasó durante el conflicto que muchos ahora quieren negar.
Johan Galtung, pionero de la Investigación para la Paz (Peace Research), había recordado hace poco tiempo que “los periodistas tienen un papel histórico al traducir las guerras en sus tránsitos hacia la reconciliación”. El objetivo estaba trazado.
“Granada, desde mediados de los años ochenta, fue escenario de una cruenta disputa por el control de un territorio estratégico para la expansión militar, de la puja por la humanización del conflicto armado y la realización de diálogos de paz regional; y del despliegue militar que acompañó la política de Seguridad Democrática. Gracias a estas dinámicas, Granada fue un territorio, casi literalmente, devastado por la guerra”, dice el informe Granada: Memorias de guerra, resistencia y reconstrucción, realizado por el Centro Nacional de Memoria Histórica.
El 6 y 7 de diciembre del año 2000, los frentes 9°, 34° y 47° de las FARC, supuestamente como retaliación por la masacre paramilitar perpetuada el 3 de noviembre de ese mismo año, en el que fueron asesinadas 19 personas civiles en el municipio, efectuaron un ataque que dejó parcialmente destruido el casco urbano de Granada. La toma armada, comandada por alias Karina y Jhon Darío Jaramillo alias Santiago, duró 20 horas, tiempo en el cual el municipio fue víctima de diferentes ataques que dejaron destruida la parte céntrica del pueblo. La incursión dejó 19 personas fallecidas (5 de ellos policías), 21 heridos y 200 inmuebles destruidos.
El año pasado, el Tribunal Administrativo de Antioquia condenó a la Nación por no evitar este ataque guerrillero al casco urbano de Granada. “La Fuerza Pública omitió sus deberes de protección a la vida e integridad de la comunidad, tanto así, que el municipio solo contaba con 23 policías, y pese a las amenazas directas sobre esta localidad, no se tenía por el Ejército Nacional un plan de acción que garantizara la protección de la población, al punto que, cuando ocurrió el ataque, estuvieron a merced de los insurgentes por espacio de veinte horas, sin que recibieran apoyo de las Fuerzas Militares”, dice el fallo. Pero el documento va un poco más allá, pues resalta una acción que terminó siento definitiva para que las consecuencias no fueran mayores: “Lo único que hicieron para repeler un eventual ataque, fue enviar un grupo de contraguerrilla de 25 uniformados de la Policía Nacional, los cuales no eran suficientes para detener el actuar violento de por lo menos 600 guerrilleros”. Al mando de ese grupo de contraguerrilla iba el entonces subteniente Edward Niño Ramírez.
Conversando con Karina
18 años después, la investigación nos llevó a la cárcel El Pedregal en la ciudad de Medellín. Por compromisos jurídicos, allí estaba recluida Elda Neyis Mosquera, conocida años atrás con el alias de Karina. A nuestro lado, el ahora coronel de la policía Edward Niño Ramírez. Mucho tiempo había pasado, muchos recuerdos venían a la memoria. Rivales hace tiempo en el campo de batalla, gestores de paz de un tiempo para acá.
Fue una conversación llena de información. Hubo momentos dramáticos, históricos y sentidos. Se descubrieron intensiones, miedos y fracasos. Las preguntas iban de un lado para otro. Fue la hora más dura en toda mi historia como reportero. Hice las preguntas que creí que eran necesarias. Obtuve las respuestas que la investigación me exigía. Hubo periodismo, pero sobretodo, hubo humanismo, hubo perdón. La entrevista terminó con un abrazo colectivo, los resultados de esta conversación saldrán muy pronto a la luz pública.
Si bien la investigación forzó este encuentro, siento que nuestra función no puede ser ocultar la verdad o disfrazarla en un empaque bonito, sino traer a colación estas historias que invitan a la reconciliación, aunque sean duras y dramáticas, como tantas otras que habrá en todo el territorio colombiano.
Los libros dicen que la memoria histórica se define como “la reconstrucción en el presente de los hechos (individuales o colectivos) ocurridos en el pasado, basados en las experiencias y sentimientos, con el fin de aproximarse a la verdad de los hechos suscitados en el marco del conflicto armado colombiano, contribuyendo a la construcción de un futuro direccionado hacia la paz, el perdón y la reconciliación”. Este trabajo periodístico sirvió para eso, fuimos testigos de esto que suena bonito, pero que en la realidad cuesta montones de conseguir.
La investigación seguirá su camino, pero al interior del grupo quedó la sensación de que un círculo se había cerrado. Los habitantes de Granada y los miembros sobrevivientes de la Policía Nacional que participan de este especial soltaron un peso enorme que cargaban a sus espaldas por 18 años. Eso se registró, eso se tendrá que mostrar.
“Informar sobre la normalidad o sobre la crisis de la manera más completa y veraz posible”, eso, precisamente, fue lo que intentamos hacer, mi querido Caballero.
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