Era la 1:00 p.m. del 9 de abril de 1948, cuando el caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, quien para algunos se perfilaba como próximo presidente de Colombia, fue asesinado por un joven de 26 años llamado Juan Roa Sierra. El hecho es reconocido como el origen de la guerra civil que el país vivió por más de cinco décadas.
Como Roa fue linchado por la muchedumbre enardecida ese mismo día, siendo su cuerpo desnudo arrastrado por la emblemática carrera séptima, la verdad sobre sus motivos sigue siendo un misterio. Algunos apuntan a los propios dirigentes liberales que veían con preocupación el ascenso del gaitanismo; otros señalan a los conservadores que gobernaban en ese entonces como los responsables; y hay quienes hablan de una conspiración internacional con participación de Fidel Castro incluída, pues él se encontraba en Bogotá por esos días.
De lo que sí quedan registros y certezas, es de la forma en que desde las estaciones de radio, comentaristas ebrios de violencia incitaron a sus oyentes a salir a las calles a protestar por el asesinato de Gaitán. Alimentada por lo que escuchaba en la radio, la multitud llena de ira quemó la ciudad ocasionando destrozos que dejaron un saldo superior al millar de muertos ese día.
Los registros corresponden a la toma de las instalaciones de la Radiodifusora Nacional por parte de los liberales, entre el 9 y el 11 de abril de 1948. Según se afirma en el sitio web de Señal Memoria, proyecto de la radio pública colombiana dedicado a la conservación de la memoria sonora del país, la importancia de estos audios radica en lo decisivo que fue el papel de la radio durante la trágica jornada. Este medio fue amplificador de arengas, emotivas intervenciones, órdenes e instrucciones para la movilización. La anhelada toma del poder a manos de los liberales, por ejemplo, llegó a ser una realidad en los micrófonos. Se declaró como un hecho la caída del Presidente Mariano Ospina Pérez, lejos de que ello llegara a ser realidad. Y desde esos mismos micrófonos se anunció la adherencia de la policía de Bogotá al levantamiento liberal.
Responsabilidad al aire
El Bogotazo no es el único hecho de violencia alimentado gracias a discursos de odio amplificados a través de la radio. Como es posible verlo en la película Hotel Rwanda, el genocidio de casi un millón de tutsis a manos de los soldados y ciudadanos hutus comenzó cuando a través de la radio se dio la orden de “talar los árboles más grandes”.
“Ante un llamado al racismo, a la violencia, a la guerra civil o a la intolerancia, el medio de comunicación no puede limitarse a una sumisa reproducción del discurso en nombre de la objetividad y la neutralidad”, responde sobre la incitación a la violencia desde los medios el maestro Javier Darío Restrepo en nuestro Consultorio Ético.
En el caso de Gabriel García Márquez, quien en ese entonces era apenas un joven estudiante de Derecho, el Bogotazo lo obligó a mudarse a Cartagena, después de que un incendio provocado por la turba quemara la pensión donde vivía y con ella sus primeros manuscritos. Este hecho marcaría su vida, pues creció en un ambiente de dictaduras y revoluciones armadas en América Latina, que en Colombia tuvieron su expresión en distintos grupos guerrilleros y distintas formas de la violencia política. Es por esto que una de las obsesiones vitales de García Márquez fue la paz en Colombia.
“Los códigos de ética coinciden: los medios de comunicación están hechos para servir a la sociedad, no para hacerle daño. Servir a la sociedad significa muchas cosas: desde la conservación de sus tradiciones y cultura, como expresión de su identidad, informarla para que sus decisiones sean inteligentes, convocarla a la unidad, estimular su iniciativa, potenciar sus críticas y propuestas”, añade Javier Darío Restrepo sobre la función social de los medios, en especial la radio.