Pensarse y narrar desde la diferencia requiere abrir la mente a un panorama que tiene como base los derechos y la dignidad humana, porque no existen identidades fijas, ni normas estables, solo evolución.
La diversidad en sí, desde su misma definición en la RAE nos pone sobre la mesa dos términos problemáticos para la objetividad/subjetividad de los periodistas y comunicadores contemporáneos: variedad y diferencia, porque la única forma de hablar sobre ésta es derrotando la ignorancia y respetando las individualidades, desde la visión que no somos poseedores, ni proveedores de la verdad, sino sólo conocedores de realidades.
En una época tan parcializada como la actual en la cual se ha hecho complejo que separemos nuestros ideales de la información que cubrimos, la visibilización que ha logrado la población LGBT internacionalmente nos debe llevar a informar más allá de la visión simplista de dualismos que parten del ser “progay” o “antigay”, puesto que estas posturas ya no le aportan a la opinión pública y siguen partiendo de principios de una masculinidad hegemónica.
El mal manejo de conceptos y la desinformación sobre la diversidad y las vidas de personas LGBT se logran derrumbar cuando los periodistas investigamos realmente para acabar con los mitos que fácilmente pueden nublarnos la veracidad de los hechos sucedidos.
Orientación sexual e identidad de género son conceptos que sirven para poder entender cuando se hace referencia a personas lesbianas, gay, bisexuales y transgénero, pero su comprensión real sólo puede partir del momento en el cual entendamos que no somos nuestros genitales y así mismo, que más que una sigla, la población LGBT no es una comunidad, como gran parte de los medios citan frecuentemente, ya que no es un grupo o aglomeración de personas con un actuar común.
Como lo aclara el documento ‘Periodismo para la diversidad. Producción periodística sobre población LGBT en Colombia’ de la ONG Colombia Diversa con el CENIP publicado en el 2005, “esforzarse por saber y conocer cuál es la nominación más apropiada para cada grupo o individuo es una forma de empezar a elevar los estándares de calidad periodística”, ya que de esta misma forma se logra pasar del prejuicio para crear contextos que realmente visibilizan la realidad social y política de las personas que son objeto de la noticia.
Así mismo, debe ser un punto de partida para la ética periodística a la hora de hablar de diversidad, entender el contexto social del ser humano que aborda la noticia desde su interseccionalidad, sabiendo que ésta es una forma planteada por el feminismo afroamericano para entender cómo el sujeto es atravesado por diversas matrices de opresión, entendiendo como lo sostiene el historiador Pablo Bedoya, que ésta misma no es estática, sino que cambia según la circunstancia y situación social de la persona.
Cómo contar sus historias
Cabe entonces cuestionarnos por qué a la hora de abordar el homicidio de una persona trans, algunos periodistas prefieren hablar de hombres o mujeres vestidas con prendas del sexo opuesto, refiriéndose además a su nombre identitario como un alias, atentando contra la dignidad de la víctima, en vez de realmente cuestionarse desde la esencia misma del ser, ya que de no tratarse de una persona trans (es decir, cisgénero), la noticia jamás vería relevante el que lleve puesta algún tipo de prenda que responde un modelo heteronormativo de expresión de género.
Igualmente es relevante separar el discurso sobre diversidad, principalmente al abordar sexualidad y género, de los juicios sobre moral, religión y las llamadas “buenas costumbres”, porque es acá donde pierde validez el argumento investigativo de quienes desde su labor periodística crean contextos basados en fuentes que tienen como base de su visión entendimientos religiosos.
No es seguir echándole leña al fuego a la diferencia entre comunidades de fe y activistas LGBT, sino que es respetar lo que concierne a la separación de iglesia - estado, puesto que abordar estos temas se referencian a legislación de derechos fundamentales que nada tienen que ver con normas eclesiásticas o escritos bíblicos.
Más allá de abordar una visión religiosa sobre la diversidad, lo cual de entrada revela una parcialización violenta sobre la información, la verificación de fuentes se hace prioritaria a la hora de cubrir éticamente la noticia. El subregistro que existe sobre realidades LGBT a nivel colombiano y latinoamericano es enorme, debido justamente a quien proporciona la información, ya que asumirse como diverso o diversa, puede llegar a implicar, en una sociedad como la actual, un rechazo directo por parte de la familia y los círculos sociales, haciendo así que cubrir estos frentes exijan mayor investigación y cercanía a las realidades individuales, alejándonos de un género frívolo y de poca profundidad que se ha ido acuñando a la hora de hacer noticia.
Finalmente es prioritario entender para lograr una buena labor periodística, que si frente a la lucha social en pro de la diversidad y de esta nueva era de inclusión, no existe de entrada un respeto por el discurso feminista no va a ser posible comprender que las teorías de género (no confundir jamás con ideología), que le otorgaron a las mujeres un lugar político en la sociedad, abonaron el terreno para que la población LGBT se visibilice y comunique desde lo que la misma Revolución Francesa promovía, “Libertad, igualdad y fraternidad”, puesto que la ética del periodista no debe partir de su entender la realidad personal, sino lograr observar a quien tiene en frente, un humano objeto de derechos y deberes.
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