Trump, la prensa y el efecto Tex-Mex

Trump, la prensa y el efecto Tex-Mex

Los tuits de Trump son una nota inevitable, pero detrás de ellos hay historias que exigen periodistas capaces de contarlas.
Ilustración Hafteh7 en Pixabay | Usada bajo licencia Creative Commons
Gerardo Albarrán de Alba

La silueta cubierta por las sombras. Un punto de luz brillante al final del cigarrillo en los labios. La postura rígida. El rostro del informante no es visible, pero se percibe exasperado por el reportero novato. “No te fijes en lo que dicen… ¡Fíjate en lo que hacen!”

La escena podría haber sido extraída de alguna página de Todos los hombres del presidente, el libro de Bob Woodward y Carl Bernstein sobre el caso Watergate, uno los trabajos periodísticos más estudiados. Mucha de la información crucial publicada hace 45 años por The Washington Post fue sugerida o confirmada por Deep Throat, como los reporteros bautizaron a su fuente anónima clave, cuya identidad se mantuvo en secreto hasta que él mismo la reveló en 2005. Se trataba de Mark Felt, subdirector del FBI al momento de la muerte de su fundador J. Edgar Hoover.

Woodward no se cansa de repetir el mejor consejo que le dio Garganta Profunda: “Sigue la pista del dinero”.

He ahí dos máximas que todo periodista debe atender:

1.- Los hechos son más importantes que los dichos.

2.- Todo hecho tiene un rastro financiero.

Imposible no evocar hoy este par de lecciones cuando revisamos la cobertura de la primera crisis diplomática creada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a partir de la ofensa política sistemática a México, desde sus discursos como candidato hasta sus más recientes tuits.

Esta es tal vez la parte más novedosa y compleja: un presidente que no distingue el gobierno y la diplomacia del forcejeo entre tiburones de los negocios, y que confunde la comunicación política con la estridencia en Twitter. A simple la prensa en México, en Estados Unidos y en el resto del mundo pareciera no tener un estándar para lidiar con tal fenómeno, pero sí que lo hay.

La presidencia de Donald Trump pone de relieve la naturaleza ética del periodismo. Suponernos sólo frente a un problema de reporteo en redes sociales resulta un autoengaño, por decir lo menos. Es creer que todo dilema consiste sólo en la oposición de cada alternativa. El periodismo cuenta con un complejo sistema de valores en el que cada decisión es una disertación ética y moral. Es un tema axiológico.

La seriedad, profundidad y esfuerzo invertido en esta coyuntura –como en cualquier otra– es la medida misma del profesionalismo de periodistas y medios.

Es cierto. La noticia no es lo que escuchamos decir sino lo que constatamos que se hace. Pero si lo que se dice es muy fuerte, y quien lo dice es particularmente poderoso, entonces citémoslo y pongámoslo en su justa dimensión. Trump es indiferente a los canales institucionales de comunicación de la Casa Blanca. Prefiere la magnificación de su ego en Twitter. Una lectura literal de sus mensajes sólo valida sus bravuconadas, es creer en sus amenazas.

Los periodistas no podemos ser meras cajas de resonancia de Trump. Más allá de la ocurrencia del día, debemos poner en contexto su discurso. Cada tuit de Trump es materia de reporteo serio, consistente. Como dice Martin Baron, director de The Washington Post, el periodismo es un ejercicio permanente de verificación. De datos y de dichos.

En pocas palabras: analicemos los alcances reales de las decisiones de Trump y sus consecuencias, desde aquellas que resulten inocuas hasta las que eventualmente desaten una crisis global que me permito llamar desde ahora “el efecto Tex-Mex”.

Investiguemos qué es lo que sí puede hacer el presidente estadunidense, además de firmar órdenes ejecutivas no vinculantes para el resto del sistema político estadunidense, fuera de la rama del Ejecutivo. Todo lo demás que diga y tuitee es blof y debe ser puesto en contexto. Eso es informar. Todo lo demás que repitamos sin ningún filtro ni contraste es amarillismo.

Juzga bien David Rothkopf, editor de Foreing Policy, una de las publicaciones mejor acreditadas en política internacional y temas globales: Trump no gobierna, se despierta cada mañana con una ocurrencia y la tuitea. Es lamentable que la prensa funcione apenas como cámara de resonancia. Los periodistas debemos aprender a escuchar.

“Soy más entretenido que los medios”, ha dicho Trump en varias entrevistas. Y es cierto. Pero los medios no estamos para “entretener”, en el sentido de reality show que define a Trump. La prensa está para informar. Ese es nuestro deber ser.

Concedamos. Los tuits de Trump son una nota inevitable, pero detrás de ellos hay historias que exigen periodistas capaces de contarlas.

Hagamos la tarea.

 

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* Gerardo Albarrán de Alba es periodista desde hace 38 años y tiene estudios completos de Doctorado en Derecho de la Información. Es Defensor de la Audiencia de Radio Educación. Ha sido el creador de la única  Defensoría de la Audiencia de una radio comercial que ha existido en México y fue el primer Ombudsman MVS. Es miembro del consejo directivo de la Organización Interamericana de Defensoras y Defensores de la Audiencia (OID) y lo fue del consejo directivo de la Organization of News Ombudsman (ONO). Integra la Asociación Mexicana de Defensorías de las Audiencias (AMDA). Dirige SaladePrensa.org

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