“¿Dónde está la Princesa de Gales?”, “¿Qué esconde el Palacio de Kensington?”, “¿Qué pasa con la familia real?”, “¿Cuál es el verdadero estado de salud de Kate Middleton?”. Preguntas como estas han inundado internet en las últimas semanas debido a la ausencia de la Princesa Catalina de la vida pública y de sus compromisos reales desde el 25 de diciembre de 2023.
Pese a que el Palacio emitió un comunicado el 17 de enero de 2024, explicando brevemente que Catalina había sido sometida a una cirugía abdominal y estaría incapacitada por aproximadamente 10 semanas, la falta de detalles y claridad sobre esta situación ha llevado a que rápidamente se viralicen en redes sociales todo tipo de conspiraciones y teorías sobre lo que podría estar sucediendo al interior de la monarquía más reconocida del mundo occidental.
Pero ¿qué tiene que ver este “misterio”, banal e irrelevante a los ojos de muchos, con la ética periodística? Aquí te contamos.
El poder de la desinformación
La desinformación en la era digital es un fenómeno que desafía a las grandes democracias y medios de comunicación del mundo. Cuando hechos como el de la desaparición de la vida pública de la Princesa de Gales se mediatizan, queda en evidencia el poco control que el periodismo o las fuentes confiables tienen sobre la información que cada persona en internet decide difundir, consumir o creer.
Esto ilustra también cómo las teorías de conspiración y las suposiciones infundadas pueden generar rápidamente una marea de desinformación en línea que es difícil, sino imposible, de contener. Es entonces en estos casos en los que el periodismo se hace más que necesario, no solo para corregir información falsa y especulativa, sino también para prevenir su propagación.
Al adherirse a principios éticos y prácticas de verificación, los medios de comunicación pueden ayudar a construir un entorno informativo más confiable y menos susceptible a las influencias de las noticias falsas. (En la nueva guía digital Desinformación al descubierto. Aprendizajes, retos y recomendaciones, de Fundación Gabo y Proyecto Desconfío, puedes encontrar más sobre el estado actual de la desinformación, de qué manera afecta al periodismo, a los lectores de noticias y qué estrategias se utilizan hoy para combatirla.)
El tratamiento periodístico a los asuntos de interés público
Para el periodismo es claro que el derecho a la privacidad de altos funcionarios de gobierno o de personalidades poderosas tiene algunos límites, especialmente cuando hay de por medio el interés prioritario de la sociedad para tener acceso a información que puede afectar el devenir de un Estado. En nuestro Consultorio Ético, Javier Darío Restrepo afirmaba que “el derecho a la intimidad no es absoluto y admite excepciones que lo hacen relativo. Por ejemplo, con los personajes públicos que, por serlo, deben admitir que hay una parte de su intimidad que puede hacerse pública cuando afecta, o podría afectar, el interés público”.
La Corona británica es una institución monárquica de tipo constitucional, cuyo titular —en este caso el Rey Carlos III— es el jefe de Estado del Reino Unido y de otros catorce países que otrora conformaron el Imperio Británico. Si bien el poder del Rey es simbólico y ceremonial, su figura sí representa una autoridad para la sociedad británica; y dado que el Príncipe Guillermo es el sucesor de la Corona, el estado de salud de la Princesa Catalina, la futura Reina, se convierte en un asunto de interés público.
Poder mantener la transparencia, sin que esto signifique una invasión severa a la privacidad de las personas, reafirma la confianza pública en un paisaje mediático cada vez más complejo y desafiante. Es por esto que las audiencias, en medio de esta confusión, le han exigido cada vez más al periodismo para encontrar allí las respuestas que la familia real se rehúsa a brindar.
La responsabilidad del periodismo en la verificación de hechos
En este contexto de amplia especulación, el Palacio de Kensington decidió difundir el domingo pasado una fotografía de Middleton por la celebración del día de la madre en el Reino Unido. La imagen, que se dice que fue tomada por el Príncipe de Gales, muestra a la Princesa sonriendo y en compañía de sus tres hijos. Sin embargo, el escrutinio de los usuarios de redes sociales demostró rápidamente que la fotografía había sido severamente alterada.
Frente a este tipo de situaciones el buen periodismo debe cumplir un papel vital que permita mantener la confianza pública, y que debe basarse en principios como la verificación de hechos, la imparcialidad, y la responsabilidad de rectificar sus errores. Por este motivo, ante la evidencia, agencias de noticias como Getty, AFP, Reuters y AP, que habían difundido la fotografía, tomaron la decisión de emitir kill notices para la misma; es decir, dar una directriz a sus clientes para retirar y evitar la publicación de contenido que se ha identificado como falso, engañoso o imposible de verificar. Este tipo de mecanismos actúan como un freno crucial contra la difusión de información errónea, asegurando que los medios de comunicación no se conviertan en vehículos involuntarios de desinformación.
En este caso, Kate Middleton emitió una disculpa por la “confusión” sobre la foto, explicando que se trató de un “experimento de edición” que hizo ella misma. Sin embargo, el Palacio de Kensington evitó hacer comentarios y, además, declinó la solicitud de las agencias de noticias de rectificar y publicar la imagen original.
La obligación ética de no reproducir, publicar o avalar imágenes manipuladas es fundamental en la lucha contra la desinformación, especialmente con el avance de las IA, ante el cual la manipulación de imágenes no solo es cada vez más difícil de detectar sino que también tiene el potencial de influir poderosamente en la percepción pública y los procesos democráticos de distintos lugares. De esta forma, la decisión de "matar” una noticia —o fotografía en este caso— refleja un compromiso con la veracidad y la responsabilidad periodística.
Los códigos éticos del periodismo exigen también una diligencia rigurosa en la verificación de las fuentes y el material visual antes de su publicación. Phil Chetwynd, director global de noticias de la Agence France-Presse (AFP), dijo al Media Show de BBC Radio 4 que la familia real británica siempre había sido una fuente confiable, por lo que el protocolo de verificación con la foto de Middleton fue más simple de lo común. Sin embargo, admitió que la agencia ha hecho ajustes en este sentido y que desde ahora hará una inspección rigurosa a las entregas de fotografías y noticias que provengan del Palacio. Afirmó, además, que se activó un protocolo que también ha sido usado para fuentes dudosas, como aquellas provenientes de portales noticiosos de Corea del Norte e Irán.
Chetwynd también enfatizó que lo realmente importante es que no se puede distorsionar la realidad para la audiencia “en tiempos en los que el gran problema es la caída de la confianza del público en general en las instituciones y en los medios de comunicación, es extremadamente importante que una fotografía represente verazmente la realidad que se muestra en ella”.
El doble estándar periodístico
Para muchas personas, este episodio también ha suscitado comparaciones con el cubrimiento mediático que se ha dado en ocasiones anteriores a otros miembros de la familia real, como por ejemplo, al príncipe Enrique y su esposa Meghan, o incluso la misma Princesa Diana y el acoso que la llevó a tener un trágico accidente de tránsito en París, donde perdió la vida.
Los cuestionamientos sobre la disparidad en el tratamiento entre una familia y otra dentro de la Corona británica, han llevado a que muchas personas se pregunten si es ético tener un doble estándar. La respuesta es no. Sin embargo, esto tampoco significa que a todas las personas mediáticas se les deba acosar o dar el mismo tratamiento de años anteriores, sino precisamente aprender de las lecciones para estandarizar protocolos de cubrimiento que sean responsables y éticos.
Para algunos expertos, como Zeynep Tufekci, profesora de Sociología y Asuntos Públicos en la Universidad de Princeton y columnista de The New York Times, el frenesí alrededor de la Princesa de Gales plantea preguntas importantes que van mucho más allá de las preocupaciones habituales de los observadores comunes, y que tienen que ver con cómo la prensa decide cubrir de una u otra forma hechos similares según quién los protagonice.
Tufekci menciona en su columna en el NYT esta semana que “estas dudas surgen del extremo respeto con el que Catalina ha sido tratada anteriormente por la prensa y la audiencia, al menos en Gran Bretaña, en comparación con el ataque despiadado dirigido a su cuñada, Meghan Markle, la Duquesa de Sussex”; además, agrega que el príncipe Enrique tenía razón al afirmar que los tabloides británicos habían invadido su privacidad y la de su esposa, llevando a graves consecuencias que lo alejaron del Reino Unido. Tufekci también hace referencia a que en espacios digitales como Reddit, hay grupos “con más de 60,000 personas dedicadas exclusivamente a dirigir su odio hacia Markle”, y que las principales redes sociales están “llenas de personas que afirman que sus hijos no son del Príncipe y, por lo tanto, representan una amenaza para la monarquía”. Un doble rasero que, según algunos expertos, también radica en la xenofobia, misoginia y el racismo de las audiencias y los medios.
El doble estándar en el cubrimiento de estos hechos data de tiempo atrás, como lo evidencia este artículo de 2020 que compara los titulares dedicados a Middleton y a Markle en la prensa del Reino Unido. Sin embargo, este tratamiento no es solo exclusivo de quienes cubren la monarquía, sino que ha sido una práctica poco ética, y cada vez más recurrente alrededor del mundo, que responde en general a intereses políticos y comerciales.
Como consecuencia, no solo no es posible cuestionar hechos similares bajo los mismos términos y ofrecer información objetiva a las audiencias, sino que también se profundiza en asuntos como la polarización, e incrementa la desconfianza de las personas en la prensa.
La confianza de la audiencia
La falta de cubrimiento serio sobre un hecho del que no solo se ha especulado ampliamente, sino del que la Corona británica ha elegido no hablar en detalle —y tampoco responder a las conjeturas hechas por cientos de miles de personas alrededor del mundo—, ha levantado sospechas entre algunas audiencias, y muchas personas se cuestionan por qué no se ha proporcionado una explicación más detallada sobre la cirugía abdominal de Kate Middleton y su recuperación.
Este vacío informativo ha provocado que algunas audiencias pongan la responsabilidad sobre los medios, e incluso que cuestionen la objetividad, la transparencia y el papel de la prensa en la divulgación de una información veraz y completa que frene las especulaciones y que entregue respuestas concretas.
Además, se ha abierto un debate sobre la responsabilidad que tiene el periodismo en la protección de la privacidad de personas con altos perfiles, donde algunos argumentan que el escrutinio mediático hacia figuras públicas como Middleton es excesivo y perjudicial —sobre todo en un mundo contemporaneo que le apunta a mantener Estados democráticos y donde las monarquías tengan cada vez menor peso—, mientras que otros sostienen que la cobertura de estos hechos es de interés legítimo para el público y debe ser tratada con transparencia y rigor periodístico.
Si bien no tenemos la respuesta a lo que ocurre con este “misterio monárquico”, ni podemos definir cuáles deben ser las acciones que tome la prensa en el desarrollo de esta noticia, el caso de Kate Middleton sí pone de manifiesto la compleja intersección entre la ética periodística, la privacidad de las figuras públicas y el derecho del público a estar informado. Al mismo tiempo reafirma la importancia de que los medios de comunicación mantengan altos estándares de verificación de hechos y eviten contribuir a la difusión de desinformación, incluso si eso significa guardar silencio hasta encontrar las respuestas, una práctica ética que permitirá a futuro fortalecer la confianza de las audiencias.