En el contexto actual del mundo, la desinformación y la información engañosa se han convertido en problemas críticos, especialmente para los procesos democráticos y los ciclos electorales alrededor del planeta.
Este 2024 se ha presentado como un año trascendental a nivel global, con elecciones generales en países como El Salvador, México, Estados Unidos y Venezuela así como también del nuevo parlamento en la Unión Europea y otros países de África y Asia; estos procesos electorales no solo determinan el futuro de cada país, sino que también reflejan la capacidad de las democracias regionales para resistir a la manipulación informativa en la era digital. En este escenario, la amenaza de la desinformación, particularmente en espacios digitales, se presenta como un desafío para la integridad política y democrática del mundo.
Si bien la manipulación informativa no es un fenómeno nuevo, en la era del internet ha adquirido dimensiones alarmantes, pues su alcance se ha exacerbado por la velocidad de difusión en las plataformas sociales, la falta de filtros en el consumo de contenidos digitales, y la poca alfabetización mediática de las audiencias. Tres acciones que combinadas y manipuladas pueden poner a la sociedad en riesgo, pues los ciudadanos terminan tomando decisiones a partir de información sesgada o de reacciones emocionales extremas provocadas por contenidos engañosos, como sucedió recientemente en eventos globales relevantes como la guerra entre Rusia y Ucrania, el conflicto en curso en Medio Oriente o la pandemia ocasionada por el COVID-19.
Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de desinformación? En una entrega anterior sobre este tema, mencionamos que este concepto se refiere a la difusión deliberada de noticias falsas o información parcialmente verdadera con la intención de influir en la opinión pública, interferir en procesos democráticos e incluso provocar confusión y desconfianza hacia las instituciones o entre comunidades, preparando así el terreno para el nacimiento de nuevos autoritarismos.
¿A qué nos enfrentamos en la lucha informativa en 2024?
Pese a que históricamente el auge de las narrativas falsas en temporada de elecciones ha sido una constante, el Brennan Center de la Universidad de Nueva York considera que hay razones para creer que el problema podría empeorar notablemente en lo que resta de este 2024 y que existen algunos factores que podrían agravar el problema en el futuro cercano, degradando aún más el entorno mundial de información electoral.
Uno de estos factores está relacionado con los ataques legales y políticos que distintas vertientes ideológicas han implementado para disuadir a instituciones clave de abordar las mentiras y falsedades sobre los procesos electorales. Como es el caso de Venezuela, que sumida en una crisis política y económica, enfrenta elecciones en un entorno altamente polarizado y controlado informativamente por el gobierno actual. Dejando los esfuerzos de verificación sólo a periodistas o medios independientes que aunque pueden ofrecer a los ciudadanos una visión clara y veraz de la situación no tienen el aparato para hacerlo de forma masiva.
Como un segundo factor aparecen los empresarios y las compañías dueñas de redes sociales, que como en el caso de X —y respondiendo a interés políticos personales—, han reducido drásticamente los esfuerzos para moderar contenido falso y amplificar información precisa. Este tipo de situaciones hacen aún más difícil para las audiencias filtrar la información que consumen y para el periodismo poder abordar, verificar y desmentir todos los contenidos engañosos que circulan en internet.
Por otro lado, tenemos además los avances recientes en inteligencia artificial, que le permiten a los distintos adversarios políticos acceder a herramientas que pueden aumentar la contaminación del entorno informativo a una escala y nivel de sofisticación sin precedentes.
Estos nuevos desafíos requieren una respuesta coordinada y un esfuerzo conjunto entre medios, funcionarios públicos, empresas tecnológicas, legisladores y sociedad civil. Sin embargo, mientras esto sucede, como periodistas es esencial que podamos comprender y abordar estas amenazas, por eso, a continuación recogemos algunos aprendizajes del panel "Desinformación electoral, una amenaza a la democracia", presentado por los periodistas Sérgio Lüdtke, Daniel Dessein y Daniel Suárez Pérez durante la III Cumbre global sobre Desinformación en 2023, y cuyas memorias fueron recopiladas en la guía Desinformación al descubierto. Aprendizajes, retos y recomendaciones de la Fundación Gabo y el Proyecto Desconfío.
El rol de las redes sociales y los canales digitales en la desinformación electoral
Las redes sociales y las aplicaciones de mensajería como WhatsApp y Telegram son canales primarios de acceso a la información para muchos votantes. Sin embargo, estos medios también son terrenos fértiles para la propagación de desinformación. Daniel Dessein, presidente de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA), subraya que la magnitud de la desinformación en la era digital es tal que su circulación y eventual incidencia en las decisiones públicas están profundamente ligadas a este nuevo escenario.
Sérgio Lüdtke (Brasil), editor jefe de Projeto Comprova, coincide al afirmar que “en unas elecciones polarizadas, la desinformación puede romper el empate”. Según Lüdtke, los propagadores de mentiras sólo necesitan ser elocuentes y provocar fuertes reacciones emocionales para ganar atención y conducir al electorado a tomar decisiones equivocadas, un hecho perjudicial para cualquier democracia y para la libre expresión de la voluntad popular. En este contexto, entender y ahondar en el papel que juegan las redes sociales y los canales digitales en la desinformación electoral es una obligación para el periodismo.
Si bien no es una sorpresa, parte del rol de las redes sociales hoy es suplir el lugar de los medios de comunicación tradicionales y aprovecharse de la desconfianza de las audiencias en las noticias. Daniel Suárez, del Latin America Digital Forensic Research Lab, señala que existe una desconfianza tan generalizada hacia las noticias y los medios que la percepción del periodismo está marcada por la sospecha y la incredulidad, es decir, sólo con hablar de ‘noticias’ ya hay una desconfianza generalizada entre el público, que prefiere enterarse de ciertas cosas a través de “fuentes más directas”, como las redes sociales.
Por otro lado, durante los períodos electorales, las redes sociales se utilizan no solo para compartir información sino para impulsar agendas específicas que pueden influir en narrativas que beneficien o perjudiquen a ciertos candidatos o movimientos políticos. Este tipo de acciones suelen además hacerse a través de campañas pautadas y segmentadas, en las que actores privados, a veces sin intereses políticos o ideológicos aparentes, pueden programar publicidad política, con el fin de obtener beneficios financieros.
Lüdtke explica que en contextos de alta polarización y flujo informativo, convencer a un pequeño número de personas mediante desinformación no es una tarea difícil, pues los algoritmos de las redes sociales se vuelven los principales aliados de la desinformación al priorizar el contenido más atractivo. Es decir, aquel que provoca más emociones y reacciones, por lo que las campañas de desinformación buscan aprovechar el interés efímero en temas candentes, buscando más la conexión emocional que la atención sostenida en sus contenidos, y de esta manera publicar contenidos falsos y sensacionalistas se va convirtiendo en una estrategia cada vez más frecuente.
¿Qué acciones tomar ante la desinformación en el contexto electoral?
Aunque aún no hay ninguna ruta que garantice un 100% de éxito en la lucha contra la desinformación, reunimos seis acciones que pueden implementar en tu medio para ayudar a filtrar mejor la información que comparten con sus audiencias en las temporadas electorales.
1. Crear mecanismos para contener las olas de desinformación (antes de que tomen forma). El periodismo actúa como vacuna contra la desinformación si está atento a los intereses de sus audiencias, si ofrece contexto e información que proteja a las personas de los contenidos manipulados que imponen versiones sesgadas de la realidad o que no están respaldadas por hechos.
2. Ser un curador atento. El periodismo no es un vehículo desinformativo; no puede ser un amplificador de declaraciones que no se basan en ningún hecho, así que decidir qué verificar es vital. Comprova recomienda elegir contenidos con mayor alcance y viralidad en redes sociales para evitar darle visibilidad a rumores de poca circulación.
3. Pensar antes de enlazar o compartir. Los actores malintencionados crean sitios web falsos y publicaciones en redes sociales que parecen legítimas pero no lo son. Antes de compartir una publicación o incluso de enlazarla en tu contenido (así sea solo como ejemplo de contenido falso) investiga la fuente, pregúntate si es necesario, si hay una mejor manera de mencionarlo y si con esa acción solo estás ampliando su alcance y permitiendo que otros lleguen a él de forma rápida.
4. Detectar contenidos falsos y distribuir su verificación de manera eficiente. Los periodistas debemos familiarizarnos con herramientas y recursos que permitan verificar la autenticidad de un contenido de manera eficiente. Sin embargo, este trabajo no tendrá ningún impacto si la difusión de la verificación no se hace en los mismos formatos y plataformas donde se propagó la desinformación original, pues esta es la única manera de fomentar conversaciones que evidencien la falsedad de los rumores.
5. Reportar la desinformación en redes sociales. Los periodistas deben ser proactivos en identificar y reportar información falsa para mitigar su impacto, así que si la información que encuentras en redes sociales es falsa, ofensiva o dañina, reportala tanto desde tu cuenta personal como desde la de tu medio.
6. Agregar elementos de transparencia. Los procesos de reportería deben ser transparentes para que tu audiencia pueda afianzar su confianza en tu trabajo, así que permite que tenga acceso al detrás de escena de la información: lista tus fuentes primarias, cuenta cómo se llevó a cabo la investigación o habla de las motivaciones detrás de tu reportería.
Si bien los medios tienen una gran responsabilidad en esta lucha contra la desinformación, la obligación no es solo del periodismo, las audiencias también pueden hacer su aporte para frenar la desinformación y tener cada vez más herramientas para identificar noticias falsas. Al respecto, la Junta electoral estatal de Carolina del Norte en los Estados Unidos, reconoce que durante los ciclos electorales los ciudadanos del común también pueden ayudar a frenar la propagación de la desinformación, así como a ampliar el alcance de las noticias producidas por fuentes confiables. Para lograrlo, recomiendan seguir algunas acciones básicas al ver, leer o escuchar información:
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Investigar al autor para asegurarse de que es una persona real.
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Verificar la fecha para estar seguro de que es reciente.
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Confirmar que el contenido coincide con el titular.
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Considerar si los argumentos están respaldados por hechos e investigaciones.
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Comprobar si otros medios de noticias están informando sobre los mismos hechos y comparar la información entregada por un medio y otro.
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Verificar las fuentes del autor.
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Verificar los patrocinadores o mecenas del medio.
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Investigar la fuente o el medio para entender sus motivaciones, su agenda o su posición política.
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Pensar críticamente sobre la información que se está consumiendo.
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Buscar balance en los puntos de vista que se consumen.
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Considerar la sección de opinión como tal: opiniones. No como verdades totales sino puntos de vista de otras personas con experiencias, emociones y motivaciones diferentes.
Los años electorales representan un reto monumental para la integridad democrática, por eso es crucial implementar estrategias efectivas que permitan desmontar la desinformación, educar a la ciudadanía en el consumo crítico de información y fomentar la transparencia en el ecosistema digital.
Si quieres profundizar más en este y otros temas relacionados a la desinformación, te recomendamos consultar la guía Desinformación al descubierto. Aprendizajes, retos y recomendaciones de la Fundación Gabo y Proyecto Desconfío.