En el cuarto aniversario de su muerte, recordamos a Javier Darío Restrepo y la huella imborrable que dejó en el mundo de la ética periodística. Con una carrera que abarcó más de cincuenta años, el maestro se convirtió en una figura icónica del periodismo en español por su incansable compromiso con la ética y la excelencia en el periodismo, lo que lo llevó no solo a escribir libros que influyeron y siguen influyendo en generaciones enteras de periodistas, sino también a compartir su sabiduría a través del Consultorio Ético y como maestro y tallerista de la Fundación Gabo.
No se puede hablar de Javier Darío y su legado sin repasar antes su historia, una que nos demuestra que vivió siempre para servir y para reflexionar en torno a la palabra y la verdad. Su labor de servicio empezó en 1955 cuando fue ordenado como sacerdote. Entonces su trabajo comunicativo dio los primeros pasos en Montería, donde fundó el semanario Bastión; y siguió luego en Ibagué donde fundó su primer periódico, Signo.
Aunque su Decálogo del buen periodista no fue autobiográfico, todos quienes lo conocieron saben que Restrepo cumplía a cabalidad cada una de las cualidades que nombraba allí. Su formación sacerdotal y sus primeros años de servicio a la comunidad le dieron lo que necesitaba para encontrar el sentido de misión en su ejercicio periodístico, así como la empatía y la bondad para entender y ser consciente del otro en cada etapa de su trabajo.
Además, sus estudios religiosos le brindaron las bases para reflexionar incansablemente sobre la verdad; así lo destacaba el argentino Tomás Eloy Martínez, quien en su momento afirmó en el prólogo de El zumbido y el moscardón que Javier Darío Restrepo era” el profesional latinoamericano con mayor autoridad para disipar dudas éticas. Sus estudios de teología y filosofía le aportaron el rigor que asoma en cada una de sus ideas. Aunque Restrepo sabe que no hay verdades absolutas, definió la ética periodística como una búsqueda insaciable de la verdad”.
Su primera renuncia, cuando decidió colgar la sotana por diferencias con la dirección de la Iglesia católica, demostró que Restrepo también era un hombre independiente y que tenía la capacidad de enfrentarse a las presiones para defender sus ideales.
Durante los siguientes 23 años se dedicó a su verdadera pasión: el periodismo. Lo hizo en el Noticiero 24 Horas, donde, como cuenta Hernán Restrepo, gestor de contenidos de la Red Ética de la Fundación Gabo entre 2011 y 2022, demostró la importancia de ir a terreno, ensuciarse los zapatos y reportar desde el lugar de los hechos; donde su trabajo empezó a ser resaltado y recordado por su compromiso con el respeto y la ética; y donde sus fuentes eran tratadas como personas y no como contenido que pudiera acercarlo al amarillismo. Una característica no solo del buen periodista sino también de las buenas personas, algo de lo que hablaba con frecuencia, como recuerda la periodista chilena Mónica González:
Pude realmente conocer y escuchar a Javier Darío en 2010, en una reunión de la entonces FNPI, que se hizo en Cartagena para conmemorar los 15 años de la Fundación. Ahí lo vi interactuar con los otros maestros y directivos de la Fundación. Y confieso que me impresionó escucharlo decir: “un buen periodista tiene que ser primero un hombre bueno”. Tuve el privilegio de ahondar en ese conocimiento en cada encuentro bajo el paraguas de la Fundación. Y así fui aprendiendo que Javier Darío era lo más parecido a lo que pregonaba.
Hasta ese momento, para mí la ética era importante, pero no veía cómo asociarla al ejercicio diario, allí donde muchas veces se deben tomar decisiones que acarrean problemas éticos de dimensión vital. Porque afectan la vida de personas. Un día, en uno de esos encuentros, después de un foro en el que participé, me explicó que las elecciones que yo debí hacer al ejercer el periodismo bajo dictadura, escudriñando en el límite de lo posible, estaba la ética del periodista. Que era importante que no las dijera en una línea, que explicara los procesos. Sobre todo, de las elecciones erróneas. De las que se aprenden lecciones que no se olvidan.
1995 fue el año en el que dio los primeros pasos para convertirse en el maestro que hoy todos recordamos. Asumió el papel de defensor del lector en el diario El Tiempo, en el que escribió columnas respetuosas que enfatizaban el carácter de servicio público del periodismo. Introdujo talleres donde los periodistas discutían asuntos planteados por los lectores. Trabajó de la mano de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) y dictó su primer taller con la Fundación Gabo, en la que pasaría los siguientes 24 años amplificando su mensaje ético y acompañando a periodistas de todo Iberoamérica a enfrentar sus dilemas éticos.
“Preocupa tanto el problema en el periodismo que buscamos con lupa al mejor para hacer estos talleres, se los traigo, y ahí los dejo en manos de Javier. Si él no les despierta por lo menos la conciencia que los oriente cómo debe ser la ética periodística, nos va a quedar muy difícil encontrar algo que no hay”, con estas palabras presentó Gabriel García Márquez a Javier Darío en el primer taller de ética periodística realizado por la Fundación en mayo de 1995, en la ciudad de Cartagena.
Respetado y admirado por propios y extraños, durante sus más de dos décadas con la Fundación, Restrepo siempre se mostró como un hombre orgulloso de su profesión, apasionado por la verdad y crítico consigo mismo y con el trabajo de los demás, pues siempre defendió el periodismo de calidad: el que se hacía con rigor pero con benevolencia, el que reflexionaba, el que no dejaba al azar los hechos y el que le permitía aún después de tantos años asombrarse con el mundo.
Sus enseñanzas sobre ética periodística y su pasión por el oficio dejaron una profunda impresión en todos quienes lo conocieron. Así lo recuerda su colega y ahora corresponsable del Consultorio Ético, Yolanda Ruiz:
Conocí a Javier Darío en una charla sobre ética en la que yo era una periodista ya con algunos años de experiencia y con ganas de aprender más. De ese día me quedó para siempre una lección importante cuando él contó la historia de un secuestrado a quien se le prolongó el cautivero por meses por cuenta de un adjetivo que usaron en un medio de comunicación que empujó a los delincuentes a mantenerlo en cautiverio cuando estaban a punto de liberarlo. El periodismo, aprendí ese día, se debe ejercer con una enorme responsabilidad porque impacta la vida de la gente y afecta a la sociedad. No me imaginé en aquel momento que la vida me llevaría a seguir la tarea en torno a las reflexiones éticas del oficio en el Consultorio de la Fundación Gabo. Un reto inmenso que asumí con la decisión de seguir aprendiendo en la tarea. La ética, decía Javier Darío, es la búsqueda de la excelencia y no está en los códigos. Eso lo veo ante cada reto que plantean los colegas en sus preguntas: la realidad del trabajo en terreno nos desafía y la ética nos plantea dilemas que debemos enfrentar en su contexto. Acudir a la voz de Javier Darío, a sus palabras y luces que encuentro en el archivo del Consultorio Ético, es siempre una inspiración que me ayuda a entender también los retos nuevos que nos va poniendo el periodismo en los tiempos de hoy.
El Consultorio Ético fue precisamente una de las contribuciones más notables de Javier Darío Restrepo a la ética periodística, un espacio donde semanalmente respondía preguntas de los lectores sobre cómo mejorar la ética en el periodismo. A través de este consultorio, que hoy atienden con el mismo entusiasmo Yolanda Ruiz y Mónica González, brindó orientación y claridad en situaciones éticas complicadas que los periodistas enfrentan a diario, y lo hizo acompañado durante un tiempo de periodistas excelentes como el español Alex Grijelmo, quien lo recuerda así:
Compartir con Javier Darío Restrepo el consultorio ético de la Fundación Gabo me sirvió para seguir aprendiendo de él y para actualizar los consejos de los que ya había conocido en sus libros “El zumbido del moscardón” o “Ética para periodistas”. Me gustaba comprobar cada semana cómo Javier Darío añadía algo que complementaba sabiamente las respuestas por correo que también emitíamos Gumersindo de la Fuente, Mónica González, Jorge Cardona y yo. Porque él disponía de más experiencia y más contexto. Y más sentido común. Conocerlo personalmente en Medellín en 2018, durante el Festival Gabo, fue para mí un momento precioso, como los ratos que pasamos juntos; no solamente por haber admirado su obra sino porque llevaba en mi memoria las elogiosas palabras que le había oído a García Márquez expresar sobre él como referente ético y como profesional íntegro. Al lado de Javier Darío, uno podía sentirse siempre un alumno feliz.
La influencia de Javier Darío Restrepo se extendió más allá de sus enseñanzas y del Consultorio. A lo largo de su carrera, escribió cerca de treinta libros sobre ética periodística, dos novelas y numerosos ensayos. Sus obras se han convertido en referencias fundamentales para quienes buscan comprender y practicar la ética en el periodismo.
Cumpliendo una vez más a su decálogo, Restrepo también fue un periodista que producía conocimiento y lo compartía con el mundo. Esa dedicación y contribución al periodismo fue reconocida con múltiples galardones a lo largo de su vida, destacando el Reconocimiento a la Excelencia del Premio Gabo y el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. Premios que subrayan la importancia de su labor en el ámbito del periodismo y la ética.
El maestro falleció en Bogotá el 6 de octubre de 2019, tan solo un par de días después de compartir sus enseñanzas con jóvenes periodistas que acudieron a su charla durante el séptimo Festival Gabo, en Medellín. Pero su legado continúa inspirando y guiando a las generaciones futuras de periodistas. Su compromiso con la ética periodística, su pasión por la verdad y su influencia en la formación de profesionales del periodismo perdurarán a lo largo del tiempo, así lo resaltaba el director de la Fundación Gabo, Jaime Abello, tras su muerte: “Javier Darío Restrepo era posiblemente el mayor experto en ética periodística en el mundo, y además lo hacía con una inteligencia natural [...] Insistía en que la ética era eminentemente personal, que los códigos de ética no podían reemplazar el criterio y la toma de decisiones personales, pero al mismo tiempo que era necesario debatir y compartir”.
Cuatro años después de su partida, sus colegas y amigos lo evocan con gratitud y cariño. Su vida y trabajo son un recordatorio de que el periodismo puede ser una fuerza poderosa para el bien cuando se practica con integridad y responsabilidad. Javier Darío Restrepo seguirá siendo una fuente de inspiración para todos aquellos que buscan la excelencia en el periodismo y la ética como su brújula moral, como lo menciona María Teresa Ronderos en el prólogo de Pensamientos, el libro póstumo de Javier Darío Restrepo:
El maestro no dejó recetas. No hay aquí fórmulas de si le pasa esto, haga aquello; ni listas de lo que es ético y lo que no lo es. De la calidad periodística y la ética propone unas ideas claras. Que las dos son un matrimonio indisoluble: "la mayor garantía de que una pieza periodística es de calidad es el perfil ético del periodista", dice el maestro. Añadiría que la premisa formulada al revés también es válida: la mayor garantía de que un periodista es ético es que sus piezas periodísticas son de calidad.
También que la ética, como el oficio del reportero y del editor, no son algo que se alcanza en algún momento, y se guarda como trofeo en un anaquel. La ética es una práctica, es una manera de hacer las cosas, y se ejercita y se pone a prueba con cada historia periodística.
Al ofrecer verdades más claras y palabras más justas, la ética construye esperanza. Ese es el mensaje último que nos dejó, que el periodismo —bien ejercido y bien vivido— es una fuerza para cambiar las cosas.
Pero no solo aquellos que compartieron con él en su trabajo lo extrañan y lo recuerdan con cariño, también lo hace su familia:
Papi... 4 años de tu regreso a la amorosa casa del Padre. 4 años de tu presencia permanente en mi corazón... 4 años en que sigues siendo mi más sensato copiloto, y mi mejor conversación. ¡Te fuiste y el mundo cambió! Busco tu voz para ser optimista ante la barbaridad, y tan solo me basta con mirar los ojos de los niños para encontrar allí tu respuesta. Con tu reloj puesto en mi mano pasa mi tiempo, me ilusiona ese abrazo con que me recibirás cuando llegue mi hora. Mi papá escribió y compartió su pensamiento con generosidad y humildad. Siempre con el ánimo de seguir sirviendo a la verdad y a la humanidad. Gracias a Fundación Gabo, por ponerle volúmen a la grandeza de su voz desde la eternidad. Sé cuánto lo apreciaría
- María José Restrepo, hija de Javier Darío Restrepo
Mi papá es una ausencia con una enorme presencia en mi vida. Me acuerdo que cada vez que yo regresaba de viaje me decía que Bogotá volvía a estar completa. Desde que se fue yo siento que mi mundo quedó incompleto. Pero todo el tiempo los vacíos se llenan de recuerdos y palabras, por eso siento que siempre está presente. Muchas veces me pregunto por lo que me diría sobre mi vida y decisiones; pero también sobre este mundo tan convulsionado por pandemias, guerras, crisis ambientales y económicas; y por supuesto sobre el precario estado de la prensa. Leo en redes cómo le hace falta a muchos para iluminar el camino del periodismo. Pero su legado es tan sólido que esas luces aparecen en cada una de sus palabras escritas en libros, artículos, crónicas, conferencias.
- Gloria Inés Restrepo, hija de Javier Darío Restrepo
Abuelo, te recuerdo con gran amor. Con el cariño de un niño que tuvo el honor de tener un abuelo como tú. Recuerdo con agradecimiento las tardes de hacer tareas, los descansos para comer pizza en el barrio, las elevadas de cometa en agosto, las charlas profundas que me retaban, también las lecciones aprendidas que me quedarían por el resto de la vida, las tostadas francesas del desayuno, las mañanitas en los cumpleaños, las onces en el Éxito de Pablo Sexto, las navidades cálidas y emocionantes, los intercambios de cartas que me ayudaban a entender el mundo. Podría seguir con cientos de ejemplos, pero iré “al grano chino”. Abuelo, te extraño. Todos los días te pienso y siempre concluyo que cada vez me haces más falta. Me frustra saber que no pude pasar más años de mi vida a tu lado, que me hicieron falta preguntas por hacerte, cartas que escribirte, expresiones de cariño por darte, pizzas por comer y lecciones por aprender. Soy y seré fiel a los valores que me inculcaste, nunca los traicionaría, son mi guía, mi eje de vida. Soy quien soy, en gran parte, gracias a ti abuelo. Trato de ser mi mejor versión todos los días, en parte, porque te quiero honrar a ti, seguiré siendo fiel a tu ejemplo hasta mi último día.
- Emilio Rodríguez Restrepo, nieto de Javier Darío Restrepo
En este aniversario de su fallecimiento, desde la Red Ética celebramos lo que el maestro Javier Darío Restrepo hizo en vida, sus aportes a esta que fue y será siempre su casa y continuamos con el compromiso de difundir su legado, porque como menciona Mónica González “para Javier Darío Restrepo, como lo enseñó a centenares de nuestros colegas de Iberoamérica, la ética en el periodismo era un manual de sobrevivencia, un saber práctico que permite distinguir lo bueno de lo malo a través de la construcción de una sensibilidad ética personal y no de la aplicación de fórmulas y modelos. Hoy, cuando los periodistas de Venezuela, México, Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Honduras, Ecuador deben lidiar contra un poder corrupto y muy potente que los señala como sus ‘enemigos a eliminar’, emerge su figura y su voz diciéndonos que no olvidemos que los periodistas no le damos libertad a los ciudadanos, pero sí ponemos en sus manos la materia prima de la libertad: la información”.