Feminismo y periodismo: un diálogo necesario para la igualdad
8 de Marzo de 2024

Feminismo y periodismo: un diálogo necesario para la igualdad

Conversamos con las periodistas colombianas Elizabeth Otálvaro, directora editorial de Mutante, y Nathalia Guerrero, fundadora de Manifiesta, sobre la lucha que enfrentan las mujeres periodistas para poder abrirse espacios en un gremio históricamente masculinizado y muchas veces hostil.
Foto: Carlos Sainz Ochoa para Emergentes / Uso bajo licencia CC BY-NC 4.0 DEED
Red Ética

En el Día Internacional de la Mujer Trabajadora compartimos nuestra conversación con Elizabeth Otálvaro, directora editorial de la plataforma de periodismo participativo Mutante, y con Nathalia Guerrero, directora creativa de Camino y fundadora de Manifiesta, un medio enfocado en las realidades de las mujeres colombianas, sobre las luchas de las mujeres periodistas por abrirse espacios en un gremio masculinizado y hostil.

A través de sus experiencias y su lente crítico en temas relacionados con el género, ambas periodistas desgranan para la Red Ética las complejidades que enfrentan muchas mujeres en nuestro oficio, y nos comparten sus visiones sobre cómo abordar y superar estos desafíos persistentes en la industria. Además, nos hacen un llamado urgente a la acción, al cambio, a la solidaridad, a desafiar las estructuras patriarcales y a vincular el cuidado y el respeto por los derechos laborales en todas nuestras prácticas; un imperativo para quienes buscan construir medios más justos y representativos. 

Les invitamos a leer con paciencia, con apertura y con la claridad de que el avance hacia la igualdad de género en el periodismo requiere de una voluntad colectiva que nos permita reimaginar y transformar las normas establecidas. 
 

Red ética (RE): En esta conversación queremos hablar de las luchas de las mujeres por ocupar espacios significativos en este oficio y los retos que esto trae consigo, como por ejemplo tener que enfrentar la disparidad de género que hay en muchas redacciones o incluso no ser tomadas en serio no solo por sus colegas, sino también por las mismas audiencias. Así que quisiera empezar preguntando ¿cuáles creen que son las principales barreras que enfrentan las mujeres en el periodismo hoy en día?

Elizabeth Otálvaro (EO): Creo que hay unos puntos de partida que sin duda son diferentes en el caso de las mujeres, pero que se han convertido en lugares comunes desde donde hemos señalado históricamente nuestra desigualdad de género. Por ejemplo, la brecha salarial, los lugares de poder y de toma de decisión que ocupamos en los medios de comunicación, o la violencia sexual a la que nos hemos enfrentado la mayoría de mujeres en el periodismo. Yo creo que estamos en un punto donde incluso podría decirse que estas cosas están sobrediagnosticadas porque las hemos hablado muchísimo. 

Así que, más bien, hay que hacerse la pregunta sobre los efectos de estas situaciones en aquellas mujeres que han recibido ese tipo de victimización, porque uno de los más inmediatos –creo yo– es la marginación incluso del gremio. Es decir, estas mujeres terminan diciendo “esto no es para mí, mejor ocupo otros lugares o mejor cambio de carrera”, y de esta forma dejan de cubrir o participar de lugares donde el periodismo sigue siendo muy masculinizado, como en el caso de las fuentes de política, las que cubren criminalidad, narcotráfico, conflicto armado, economía, etcétera. 

Por otro lado, para quienes reconocemos y tenemos como bandera el eliminar esa brecha desigual entre hombres y mujeres en el gremio se han hecho evidentes también otras situaciones desiguales que se cuelan a través de las que todos conocemos, pero que pueden ser menos visibles y menos documentadas. Una es que hemos pensado mucho el periodismo hacia afuera, pero hacia adentro nos sigue faltando un terreno enorme.

Por ejemplo, nos ha hecho falta preguntarnos cómo el periodismo con enfoque de género o de derechos humanos es también respetuoso con los derechos laborales de quienes viven de esto, cómo podemos hacer un mejor cuidado de los tiempos, cómo podemos hacer un trabajo que vele por nuestra salud mental y el bienestar general de nuestros equipos. Este, sin duda, ha sido un tema mucho menos prioritario en muchas salas de redacción, pero es urgente revisarlo para poder subvertir esas prácticas tradicionales patriarcales y nocivas que han habitado el periodismo y que afectan principalmente a las mujeres.

El segundo tema es un fenómeno muy sutil que yo creo que genera unas dificultades grandes para el ejercicio del periodismo de muchas mujeres, y es que con la fuerza que ha tenido el feminismo en los últimos años, particularmente en América Latina, también el periodismo ha salido a declararse feminista y esto le ha costado mucho. En general nos ha costado mucho a las periodistas feministas porque es caminar por una cornisa muy compleja: por un lado, el periodismo no nos ve del todo legítimas porque creen que somos más activistas que periodistas; y, por el otro, las feministas tampoco nos consideran del todos sus aliadas, porque esos límites que traza el periodismo desde el método y el rigor periodístico —donde no necesariamente defendemos una consigna sin datos, sin contraste y sin multiplicidad de voces—, hace que eventualmente seamos vistas como personas que no están suficientemente alineadas con la causa. 

Entonces esa frontera porosa e incómoda, por la que caminamos la mayoría de periodistas feministas, puede generar censuras o violencias simbólicas desde una audiencia o un gremio que tiene expectativas sobre nosotras que no necesariamente cumplimos.

Nathalia Guerrero (NG): Yo añadiría que hay otro gran reto que tiene que ver con las diferentes violencias que enfrentamos las mujeres periodistas en entornos digitales, y que de una u otra forma hemos normalizado. 

Estamos acostumbradas a que, cuando tocamos temas de género, recibimos violencia de grupos políticos, de grupos militantes y de otra serie de orígenes que tenemos plenamente identificados; pero, a la vez, recibimos violencia de muchas otras mujeres feministas. Y este es un tema del que es muy difícil hablar, pero que sí nos tiene que invitar a plantear preguntas. Es claro que hay mucho feministómetro: si tú haces parte de un medio que se considera feminista y estás cubriendo, por ejemplo, un tema relacionado al trabajo sexual, pero no estás hablando de la abolición de la explotación sexual, entonces estás obedeciendo a un poder patriarcal, no eres una feminista de verdad y mereces la ola de violencia. 

Otra barrera considero que tiene que ver con la estructura institucional de los medios frente a cómo abordar y detener las violencias contra sus periodistas. El andamiaje institucional sigue estando muy débil a pesar de que constitucionalmente ya existen jurisprudencias muy importantes para, por ejemplo, desarrollar protocolos que permitan atender violencias basadas en género o defender la libertad de expresión del periodismo feminista en distintos casos. Así que al final la pregunta sigue siendo sobre cuántos medios lo han acatado y aplicado, porque este es un tema que existe sobre el papel pero que los medios y los tomadores de decisiones de los medios no están priorizando.

RE: Entendiendo que hay tantos retos y oportunidades en los que el periodismo puede hacer las cosas diferentes y que ustedes tienen un lugar de liderazgo dentro de sus organizaciones, ¿cómo creen que puede enfocarse el trabajo de los medios para ayudar a abordar y visibilizar las luchas y desafíos que enfrentan las mujeres en el periodismo y en la sociedad en general?

NG: En el caso de Manifiesta, nosotras nos tuvimos que tomar en serio el tema el año pasado después de una serie de acosos muy duros que vivimos. No solo por las reacciones que tuvimos desde las audiencias sino también porque los temas que tratábamos eran muy densos y complejos.

En nuestro caso implementamos espacios de conversación, tuvimos muchos momentos de pausa para poder contenernos, hicimos terapias psicológicas grupales, y juntamos a un equipo que trabajaba de forma remota para que pudiera acompañarse. Vivimos un momento muy doloroso en el que necesitamos seguimientos, acompañamientos y entender que entre nosotras también era necesario tener un lugar seguro para hablar de los procesos que cada una estaba viviendo, del miedo, de la pérdida de la confianza y de cómo podíamos recuperarnos de esa situación tan traumática. 

Eso nos llevó también a reflexionar sobre la paciencia que se necesita en estos procesos y sobre cómo este tipo de escraches suceden en un montón de medios más grandes a veces sin consecuencias estructurales, pero también cómo un escrache mal direccionado a un medio pequeño o independiente puede ser mortal.

EO: Por mi lado, yo soy la líder de un equipo, pero sola no podría avanzar en las cosas que hemos avanzado y en las reflexiones que hemos tenido. Este tipo de procesos definitivamente tienen que ser algo colectivo, una construcción conjunta y estructural. En el caso interno de Mutante, incluso desde su concepción organizacional, hay un viraje hacia la idea de la horizontalidad y hacia la idea del cuidado, porque allí es donde emergen las disposiciones del equipo a conversar y a transgredir desigualdades. 

Este es un camino que todavía está por recorrer pero que desde ya nos ha permitido establecer políticas más allá de la política básica contra el acoso sexual, y nos hemos pensado e implementado políticas de cuidado, políticas de salud mental y de derechos laborales. Hemos hecho incluso unos acuerdos mínimos de horarios, de canales de comunicación y de formas de comunicación que nos permiten trabajar desde el cuidado de los equipos.

De cara a las audiencias, sin embargo, seguimos pensando cuáles son esos acuerdos y esos límites que tenemos que expresar para que sea claro que queremos hacer un ejercicio de conversación digital con un enfoque de respeto a los derechos humanos y al género, donde buscamos alcanzar a las comunidades subalternas especialmente, pero al mismo tiempo queremos hablarle a un público masivo.

Para nosotros es claro que esto implica traer evidencia, usar el método periodístico desde el rigor, y además tener claro que debemos incluir voces diversas a las cuales interpelar. Así que este es un tema mucho más complejo, pero estamos en ello, y es realmente una conversación abierta en el equipo, en la que cada que nos enfrentamos a un nuevo tema, tenemos consejos y conversaciones valiosas que esperamos, en un futuro muy cercano, le den forma a un insumo que podrá ser usado también por otras salas de redacción.

RE: Tanto Manifiesta como Mutante son medios digitales y justo estamos viviendo un momento de internet, especialmente en Latinoamérica, en el que se está haciendo cada día más evidente una ola muy fuerte de misoginia. ¿Cuál creen ustedes que debe ser el papel y el aporte de los medios para frenar esto que viene y poder habitar de forma segura estos espacios digitales que cada vez parecen ser más peligrosos para la conversación?

EO: Sí, este es un tema que hemos visto, conversado y puesto en nuestra agenda. Lo que sucede es que tiene su centro en entender que en América Latina hay un viraje a la derecha y que hay unos personajes que ya lo representan muy bien. En nuestro caso nos hemos preguntado, por ejemplo, si el efecto Milei —que tiene un claro rasgo antifeminista— estaba llegando también aquí a Colombia y podía generar efectos en nuestra democracia; y a pesar de que le hemos puesto el ojo y de que lo sentimos en el ambiente, ha sido muy difícil comprobarlo en términos concretos.

Por otro lado, hay dos cosas que debemos ver. Lo primero se trata de un ejercicio de autocrítica necesario que el feminismo debe hacerse, en el que tenemos que preguntarnos cosas importantes como, por ejemplo, cómo le hemos hablado a los hombres, cómo le hemos hablado a esos públicos que no están tan convencidos de nuestras causas, qué tan marginadas se sienten estas audiencias y qué tanto poder puede tener esa marginación. 

En este sentido nos ayudaría saber cuáles han sido los aciertos y desaciertos de este ejercicio del periodismo feminista y del feminismo en sí mismo, para ver qué es lo que a algunas poblaciones les molesta al punto de ayudar a acrecentar esta misoginia.

Lo segundo es que en el ejercicio periodístico debemos ser capaces de comprender la complejidad de ese fenómeno, no ignorarlo, ni silenciarlo; o sea, si esas voces están ahí presentes y creemos que el periodismo tiene que tratar de evidenciarlo, necesitamos entenderlo para poner esos insumos que encontremos a disposición de los activismos, de la academia, de los tomadores de decisiones y de otros sectores que tienen la potestad o la posibilidad de tomar acciones frente a esa realidad. 

NG:  Además de estas violencias tan propias de los entornos digitales que ahora habitan los seguidores de Bukele o de Milei, creo que hay otro fenómeno ocurriendo con la misma audiencia que es simpatizante de nuestras causas, pues han elegido o hacer parte de la misma violencia o directamente censurarse.

Por dar un ejemplo a nivel personal, yo me impuse una autocensura en Twitter (X) en donde era muy activa porque quedé muy traumatizada, y siento que como yo hay muchas otras compañeras que se autocensuran en sus redes personales ya que como mujer es más fácil no figurar en la discusión pública porque eso te quita la tranquilidad. También sé que, a nivel de redacciones, este es un tema que influye en la toma decisiones; por ejemplo, muchos medios pequeños o medios de mujeres dicen “no vamos a cubrir este tema porque nos van a caer encima” o “no vamos a incluir esta agenda porque nos puede perjudicar”. 

Sin embargo, una máxima del periodismo digital es que la pedagogía a las audiencias debe ir por delante. Tenemos que ser capaces de responder a los tiempos que estamos viviendo y de entender que los paradigmas están cambiando, que los pulsos de las conversaciones digitales son otros y que fluctúan en el día a día. 

Esto nos tiene que llevar a preguntarnos cómo generar mejores conversaciones a largo plazo, cómo hacerle entender a la audiencia con contenido desmenuzado o buenas historias las consecuencias que tiene lo que está sucediendo. En este caso, un premio como el que recibió Mutante hace unos días es un espaldarazo al trabajo colectivo, al periodismo bien pensado y a las apuestas que muchos le están haciendo a generar otro tipo de conversación. Es además una invitación a involucrarse más allá del servicio público de la información, y a preguntarse cómo hilar conversaciones a largo plazo entre diferentes sectores de la sociedad. 

RE: En ese sentido, ¿cómo pueden entonces los medios asegurar de que en estas conversaciones y en general en las narrativas que construyen con sus historias, las voces de las mujeres sean incluidas, escuchadas y respetadas?

NG: Yo siempre digo que esa pregunta tiene que hacerse primero de puertas para adentro y luego irla aplicando de puertas para afuera. De nada sirve que un medio de comunicación empiece a centrar sus historias en los relatos de las mujeres y a buscarlas como fuentes, si internamente no se hacen la misma pregunta: ¿quiénes son las mujeres de mi equipo que están creando el contenido? ¿Hay mujeres que estén tomando fotos? ¿Hay mujeres cubriendo temas judiciales, políticos o económicos? ¿Hay mujeres haciendo videos? ¿Editando? ¿Tomando las decisiones? ¿Cuál es la labor de las mujeres del equipo más allá de la práctica netamente estética?

Definitivamente es un tema que primero debe verse y tratarse desde la estructura interna de los medios para poder involucrar a las mujeres en todos los campos y en todos los temas, y luego sí empezar a mostrarlo y hacerlo de manera genuina hacia afuera.

EO: Hay una cosa muy particular que yo he visto, por ejemplo, cuando hay “maneles” —paneles de conversación donde solo participan hombres—, y es que muchas personas, e incluso medios, salen en defensa de ello bajo el argumento de “es que hay gremios o hay sectores donde definitivamente las voces de las mujeres no son tan visibles”. 

Recuerdo mucho una vez un panel de éstos sobre derecho penal, un campo que ha sido conquistado por los hombres, en el que decían “las voces más calificadas son las de estos hombres y no vamos a poner una mujer ahí simplemente por cuota de género y por ser mujer”. Todo eso parece incuestionable, pero mi invitación —no solamente a quienes organizan conversatorios o paneles sino a cualquier sector que busque comunicar algo— es a que en estos casos se cuestionen y digan “si eso es así y si es difícil encontrar a esa mujer, primero debo hacer es el esfuerzo”. Es una invitación a trascender la pereza y la mediocridad, así como a comprender qué es lo que subyace a esa realidad, porque sin duda hay que empezar a preguntarse ¿cuántas mujeres tuvieron que haberse marginado de ese campo —en el que parece que no hay mujeres— por situaciones de discriminación o de violencia de género? ¿Cuántas estudiantes que en algún punto de sus carreras se interesaron por el derecho penal terminaron siendo excluidas de espacios de estudio? ¿Cuántas fueron excluidas de lugares de formación porque sentían que eran terrenos demasiado masculinos y potencialmente violentos? Si nos hacemos esas preguntas previas, podríamos transformar esas causas socialmente y trascender el argumento fácil.

Un segundo consejo en el sentido de las fuentes es que yo creo en un feminismo que no es solo para las mujeres. Yo creo en un feminismo que es para las comunidades subalternas y oprimidas de este mundo, así que abogaría por un ejercicio periodístico feminista que se piense también no solo en la inclusión de las mujeres, sino de esas voces subrepresentadas.

Consejos para mujeres jóvenes que aspiran a entrar en el campo del periodismo

Esta es una lista de recomendaciones de Elizabeth Otálvaro y Nathalia Guerrero dirigida, especialmente, a aquellas mujeres interesadas en hacer periodismo desde un enfoque feminista y con perspectiva de género.

  • A donde lleguen, hagan manada. Porque en la medida en que se es manada, se pueden enfrentar con mayor firmeza a sutiles desigualdades o grandes violencias. También, porque el mayor aprendizaje siempre será juntarse con otras, rodearse de mujeres para trabajar en proyectos propios, para abrir espacios nuevos y para luchar por mejorar las cosas en aquellos en donde no se está de acuerdo con cómo se están haciendo. 

  • Sean compasivas con los procesos de otras colegas. Esto no significa no ser criticas frente al trabajo de las demás, pero sí comprender que todas estamos navegando dilemas similares y que entre más seamos, más posible va a ser el periodismo feminista y con enfoque de género.

  • No piensen que hay temas exclusivos para hacer periodismo feminista o que las mujeres estamos designadas solo para cubrir ciertos temas. Las mujeres también tienen la capacidad de ver al otro en la horizontalidad que merece y de mirar al poder a los ojos para revelar injusticias o abusos.

  • No marginen a los hombres de la conversación. Tenemos que ser más estratégicas y entender cómo traerlos a la conversación para poder interpelarlos y hacerlos parte de las cosas que estamos pensando y que queremos cambiar.

  • Estén dispuestas a desaprender lo que en las facultades nos enseñan como verdades absolutas del periodismo. Por ejemplo, desaprender sobre la objetividad, la romantización de la explotación y la precariedad laboral, la verticalidad absoluta de las redacciones... Hay que desaprender para estar dispuestas a tumbar.

  • Busquen mujeres referentes. ¿Qué mujeres admirables están trabajando en los campos de su interés? ¿Qué cosas increíbles están haciendo? ¿Cómo pueden replicar esas enseñanzas en donde ustedes están? Darse cuenta de quiénes son las mujeres que "están en la juega" para replicar sus modelos, o al menos tener una visión de lo que se puede lograr, es otra forma de aprender a hacer un mejor periodismo.
     

*Estas entrevistas se hicieron por separado y se presentan de forma conjunta con el conocimiento y la autorización de ambas periodistas.

 

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