Todo comenzó con la publicación del artículo ‘Las órdenes de letalidad del ejército colombiano ponen en riesgo a los civiles, según oficiales’, escrito por el corresponsal Nicholas Casey en el diario The New York Times.
El artículo afirma, empleando fuentes de altos mandos del ejército colombiano que prefirieron mantener el anonimato, que se han presentado órdenes en el año en curso para “dupliquen la cantidad de criminales y rebeldes que matan”, lo cual podría significar “aumento de las bajas civiles en el proceso”.
Entre estas reacciones, las más cuestionadas han sido los ataques en Twitter de la senadora perteneciente al partido gobernante María Fernanda Cabal, quien preguntó cuánto le habían pagado a Casey por escribir el artículo, y acompañó esta publicación con una imagen de un hombre con una cámara fotográfica montando en motocicleta con un guerrillero, que en realidad no correspondía a Casey.
Inmediatamente, la Fundación Por la Libertad de Prensa (FLIP) publicó un comunicado donde rechaza las publicaciones estigmatizantes de la senadora en contra del reportero del diario norteamericano, quien tomó la decisión de salir del país. Organizaciones como Reporteros Sin Fronteras también se sumaron al llamado en contra de la estigmatización del corresponsal.
Incluso el propio Times le respondió a la senadora Cabal afirmando que el diario no toma partido en ninguna clase de conflicto en el mundo, y que la historia se ajusta a su estándares de imparcialidad al informar.
Varios de nuestros seguidores también comenzaron a demostrar inquietudes respecto al papel de la prensa colombiana en esta ocasión. ¿Por qué se publicó esta historia primero en un medio extranjero y no en uno de los colombianos de gran circulación? Esta pregunta fue azuzada por la publicación de un artículo de La Silla Vacía, donde se demostraba que la Revista Semana había tenido acceso a las mismas pruebas de Casey hacía tres meses, pero no había sido lo suficientemente diligente en la investigación.
Posteriormente, el columnista Daniel Coronell dedicó su espacio semanal a cuestionar la demora de Semana para publicar la historia, en comparación con los siete días que le tomó al Times verificar la información necesaria para publicarla.
“Los lectores tienen derecho a saber si faltó diligencia periodística, si hubo un error de criterio o si –en el peor de los casos– Semana privilegió su relación con el gobierno sobre su deber de informar a los ciudadanos”, afirma Coronell en su columna, que terminó siendo la última, pues al día siguiente le fue anunciado que su espacio en la revista había sido cancelado.
Felipe López, fundador de @RevistaSemana, me acaba de comunicar la decisión de la empresa de cancelar mi columna. Le agradezco a él, a @asantosrubino y especialmente a los lectores por estos años.
— Daniel Coronell (@DCoronell) 28 de mayo de 2019
¿Hasta dónde puede un columnista de opinión criticar al medio donde trabaja? ¿No refleja el permitir estas críticas una verdadera independencia periodística? ¿Qué pensar de la cancelación de la columna de Coronell, es censura? ¿Faltó realmente diligencia periodística en la investigación que publicó primero The New York Times? ¿Cuál es el camino que debería tomar un columnista cuyo espacio es cancelado tras criticar al medio donde trabajaba?
Para responder a estas y otras preguntas, los seguidores de nuestra cuenta @Etica participaron en uno más de nuestros tuitdebates usando la etiqueta #ÉticaEnRed. Los mejores trinos producidos durante la hora del debate fueron recopilados en el siguiente Momento de Twitter.
Criticar al medio donde trabajas, ¿hasta dónde hacerlo?
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