El reto deshumanizador de la tecnología y la economía para el periodismo
3 de Septiembre de 2019

El reto deshumanizador de la tecnología y la economía para el periodismo

Discurso pronunciado por Javier Darío Restrepo en el XV Congreso Hispanoamericano de Prensa realizado en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, el 23 de agosto de 2019.
Javier Darío Restrepo. Fotografía: Jordi Salinas en Flickr. Usada bajo licencia Creative Commons.
Javier Darío Restrepo

Todas estas informaciones acumuladas y procesadas por CEPAL, (una entidad independiente caracterizada por no tragar entero) hacen evidente que la economía está propiciando, como si fuera una condición necesaria para su desarrollo, la desigualdad. Unos atesoran mientras otros languidecen. Uno puede concluir, además, que la humanidad en medio de todo su aparente esplendor, está en retroceso.

Se han abierto dos caminos por donde transcurre ese retroceso: la economía misma y la tecnología.

De todo lo que acabamos de escuchar se puede concluir que se vive un movimiento sinfín de producir y producir para atesorar y acumular para producir, en un movimiento que se repite incesantemente, en un proceso de deshumanización.

Este movimiento estéril vicia la relación del hombre con la naturaleza, de la que el hombre debe ser jardinero, pero la enfrenta como amo y señor para someterla al capricho de su ambición sin límites ni medida. Así el hombre ha acabado por reproducir el eterno movimiento de las máquinas. El hombre produce y produce, ¿para qué?

El sentido común responde que la producción tiene el objetivo de servir al hombre y para hacer más digna y feliz su vida. Pero por sobre el sentido común, las leyes de la economía han acabado subordinando al hombre a su propia lógica de producción y consumo, en que el hombre acaba incluido en la categoría de los excedentes.

Problemas tecnológicos

Este mismo fenómeno está ocurriendo con la tecnología que, en vez de estar al servicio del hombre, acaba subordinándolo y reemplazándolo. Cuando al hombre se lo reemplaza, primero se lo ha anulado y después se lo ha convertido en elemento de deshecho.

El hecho elemental y aparentemente inofensivo de la pérdida de facultades como la memoria, o su capacidad crítica cuando la grabadora de voz registra las declaraciones de una fuente, da lugar al reportero que, confiado en el registro magnetofónico deja en neutro su memoria y su capacidad crítica que le podría señalar contradicciones, vacíos, olvidos, errores de la fuente, pero estos desaparecen cuando a la máquina se le deja la tarea de reemplazar al hombre. Y un reemplazo como ese lleva al eclipse del hombre.

Entre muchos episodios de la tecnología que suple al hombre pienso el de la inteligencia artificial que cuando es blanda (la etapa actual) es de ayuda, supera las habilidades humanas, pero no las duplica, como sí ocurre con la inteligencia artificial dura que duplica reemplaza y supera a los humanos. Hasta ahora la IA dura es solo un proyecto en el que los expertos trabajan en busca de la inteligencia autónoma que reemplazará a los humanos y los dejará atrás. Esta desaparición de lo humano nos enfrenta a un panorama más que apocalíptico.

Cuando Julio Verne soñó la llegada del hombre a la Luna, dio por descontado que eso pudiera volverse real. Sin embargo, pudimos celebrar en estos días la realización de ese sueño. Pero no sucederá así si el sueño de los que trabajan por una inteligencia artificial dura, llega a ser real. No es de celebrar el eclipse total de lo humano.

El eclipse de lo humano por obra y refinamiento de la tecnología está haciendo cada vez menos humano el mundo de los humanos. Los trabajadores despedidos porque una máquina los reemplaza con ventaja, están haciendo ver que algo falla en el mundo en términos de humanidad.

Periodistas, a un lado

Y ante esto, ¿los periodistas qué? ¿Seguimos ese proceso solo con curiosidad? Es posible que estos episodios de las habilidades de las máquinas que cumplen con precisión las tareas que hasta ayer se creían exclusivas de los humanos, sean para el periodista curiosidades que se informan con despliegue en las páginas de tecnología, y que como tales aparezcan y no como el drama de una progresiva aniquilación de lo humano. La exigencia del momento va más allá. Para nosotros, periodistas, se trata de un proceso de recuperación de lo humano, algo así como la activación de un nuevo humanismo     que, como los que en la historia han arrojado luz sobre el esplendor de la condición humana, hoy se nos propone, enseñar a verlo y valorarlo con los medios que la tecnología nos provee, para erigir lo humano como el centro y factor orientador de la economía y de las aplicaciones de la tecnología.

Esto significaría que lo económico estaría al servicio del hombre y nunca, el hombre al servicio de la economía. De la misma manera la tecnología serviría como instrumento de servicio y no de poder. Estos, que parecen delirios de un idealista, son tareas a nuestro alcance si el potencial pedagógico de la información se aplica al servicio del desarrollo integral de las personas. Cada nueva aplicación de lo digital, por ejemplo, tendría que ser aceptada por su capacidad para comunicar, y no solamente para conectar.

La tecnología, hay que recordarlo, no es buena ni mala, habría que mirarla como un medio inocente, que por su propia naturaleza no está hecha para hacer daño. Su efecto positivo y enriquecedor para los humanos dependería del uso que los humanos le demos.

Dentro del deslumbramiento y euforia que los hacen aparecer como un descubrimiento, la acción pedagógica de los medios tiene un papel de guía y de inspiración para la sociedad que, deslumbrada, se vuelve dócil y pasiva, como ante un ídolo. Será una acción liberadora la que señale la tecnología digital como un medio poderoso, pero al servicio de la dignificación humana y no de su eclipse. Porque será un nuevo humanismo que rescate los valores de lo humano de las posibilidades deshumanizadoras de la tecnología y de la economía. Es el reto para el periodismo de hoy y de mañana.

 

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