La Navidad de 2018 en España quedó empañada por el asesinato de una profesora de 26 años en un pueblo del sur. A Laura Luelmo la mató su vecino Bernardo Montoya tres días después de mudarse a una casa en El Campillo (Huelva, Andalucía). Hacía solo diez que había dejado su ciudad, Zamora, para hacer una suplencia en un instituto. No sabía que el hombre que la miraba desde la casa de enfrente había salido de la cárcel en octubre tras varias condenas, una por asesinar a una anciana.
Los medios de comunicación españoles siguen el caso desde la desaparición de la joven. Lo siguen, algunos, con tanto detalle, elucubración e información filtrada que la familia ha emitido varios comunicados rogando respeto por Laura y por su propio dolor: “os pedimos que evitéis propagar rumores o bulos no contrastados con fuentes oficiales”.
El delegado del Gobierno en Andalucía, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, llamó a la prudencia “a la hora de dar detalles escabrosos” e imploró “elucubrar lo menos posible por la familia y por la investigación”. La jueza del caso, Elvira Mora, también tuvo que salir a pedir respeto por el secreto de sumario para “salvaguardar la investigación” y “no aumentar el dolor de familiares y allegados”.
Laura Luelmo desapareció el 12 de diciembre, fue hallada muerta el 17, y su asesinato aún sigue generando titulares. En vísperas de fin de año, la familia de la joven no pudo ser más clara: “¡Déjenlo ya!”, con doble signo de admiración. El grito de un duelo imposible. ¿A quién está sirviendo ese periodismo si no respeta siquiera la intimidad del dolor, del desgarro?
Palabras peligrosas
Mientras llegaban los turrones a las casas, los programas matinales debatían durante horas si Laura desapareció en tejanos o ropa deportiva. En ciertas noticias y columnas se insistía en la belleza de la joven. Hubo entradillas con la palabra “atractiva”. Ese adjetivo invocaba otros que suelen aparecer cuando se cuentan asesinatos de mujeres: “alcoholizada”, “sola”.
Son palabras peligrosas. Insinúan, deslizan, que les ocurrió por algo, por su culpa. Por ser guapas, por haber tomado, por no ir acompañadas. De Laura se dijo durante muchos días que había salido a correr. No faltó la vecina del pueblo comentando en televisión que cómo se atrevió a ir por los caminos sola. Según los últimos datos conocidos, la joven fue secuestrada después de ir al supermercado.
¿Qué aportan las declaraciones de los vecinos? Estamos acostumbrados a escuchar opiniones callejeras -no son más que eso- después de un suceso. El “no lo podemos creer, era un hombre muy amable con todos” es un clásico de las noticias sobre maltratadores que matan a sus parejas. ¿Qué añade? ¿De qué informa la señora que cuestiona que una mujer salga a correr? Solo perpetúan ideas dañinas. Podríamos acordar ya que las declaraciones de los vecinos en un suceso no sirven para nada bueno.
Algunos periodistas no necesitaron ni a los vecinos. Salieron en televisión asegurando que Laura era “una niña muy prudente”. Tenía 26 años, dejemos de infantilizar a las mujeres. No tenía que ser o no prudente. Tendría que haber podido salir de casa y regresar viva.
Otros reiteraban que había vivido en México, que no dudó en cruzar España por trabajo, para afianzar la idea de que era “una chica valiente”. Ni le ocurrió ni le habría dejado de ocurrir por más o menos valiente. Le ocurrió por ser mujer, y de eso, de eso y de muy poco más, deberíamos estar hablando.
Después de casi un mes leyendo, escuchando y viendo noticias sobre el caso de Laura Luelmo, me pregunto cuánto de todo lo que sabemos era necesario, mesurado, apropiado, justo. Cuánto ha sido útil y cuánto habrá sido contraproducente. ¿La noticia de un feminicidio o un feminicidio novelado?
*Cristina García Casado (Zamora, 1987), periodista española. Inició su camino como periodista independiente contando Argentina y otras historias americanas para El Mundo, después de seis años como corresponsal de EFE en Washington DC y tres en Barcelona. Ha colaborado con Revista 5w, Anfibia y La Marea. Escribe su primer libro bajo el auspicio del taller de libros periodísticos con Martín Caparrós de la FNPI (2018).
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