Vamos a soñar despiertos: el arte de escribir ficción. Relatoría del taller ‘Nuevos narradores del Caribe colombiano’
23 de Julio de 2021

Vamos a soñar despiertos: el arte de escribir ficción. Relatoría del taller ‘Nuevos narradores del Caribe colombiano’

El taller tuvo lugar de forma virtual el 19 y 20 de mayo de 2021 bajo la dirección del escritor y novelista John Jairo Junieles. Fue dirigido a escritores del Caribe colombiano de entre 18 y 28 años .
El taller fue dirigido por novelista, poeta y periodista colombiano. Foto: Cortesía.
David Lara Ramos

El taller 'Nuevos narradores del Caribe colombiano 'se realizó en dos sesiones matutinas los días 19 y 20 de mayo de 2021. Fue organizado por la Fundación Gabo con el apoyo del Banco de la República de Colombia, seccional Cartagena, y conducido por el novelista y escritor John Jairo Junieles, para 16 jóvenes escritores del Caribe colombiano.

Al dar la bienvenida a los asistentes, el director de la Fundación Gabo, Jaime Abello, estableció que este taller era el primero que, en 26 años, tocaba el tema de las narrativas de ficción, y representaba una apertura hacia otras estéticas, siempre con la idea de investigar, que era un obsesión del fundador, Gabriel García Márquez, dado que las narrativas tanto de ficción como de no ficción se alimentan enormemente de la realidad. 

La metodología planteada por el escritor J.J. Junieles se basó en un ejercicio de interacción permanente con los asistentes. 

El primer día se enfocó en lo que llamó los problemas personales, de los cuales no se hablan en los talleres o cursos, y cómo esos problemas influyen y enriquecen los proyectos creativos. 

El segundo día, J.J. Junieles pidió un texto de ficción o no ficción. Se leyeron algunos textos y luego realizó sugerencias desde experiencia. Los participantes también hicieron sus aportes. 

Primer día: un taller para construir

J.J. Junieles reforzó la idea que se sentía al lado de compañeros, de colegas, cuyos trabajos, hojas de vida, lo impresionaron mucho. Destacó la diversidad de formatos en los que trabajan, algunos con el aporte de nuevas las tecnologías. Igualmente, formatos tradicionales de ficción y no ficción de gran riqueza.

Solicitó, dada las dinámicas de la virtualidad, interrumpir, aportar, preguntar, pedir aclaraciones, cuando fuera necesario. 

Dijo que para él la dinámica de un taller de ficción es soñar y construir: esos son los verbos rectores en su caso personal, pero en el caso de soñar o imaginar, se debe hacer con los ojos abiertos; es decir, siendo consciente, en la medida de lo posible, de lo que se está contando y cómo se está haciendo, si está bien usado el material y qué hace falta para desarrollar la narración; por supuesto incluyendo los necesarios silencios, vacíos o cabos sueltos que debe tener una historia, poema o novela. Al lector no se le debe revelar todo y se le puede sugerir mucho. Escribir es seducir con palabras y silencios, un ejercicio humano de promesas, expectativas, revelaciones y secretos 

Junieles se refirió al taller como un encuentro para compartir hallazgos, los cuales pueden servir a todos para escribir lo que deseamos, y propuso no olvidar que escribir ficción es como soñar despiertos, “construimos con palabras el mundo de un sueño, en donde sus personajes, ambientes, acciones, diálogos y silencios, hacen que el lector también se contagie de esa experiencia y sueñe, por eso es importante que nosotros nos creamos el sueño primero, vivamos primero esa experiencia al escribir el cuento, el poema, la novela; porque de esa manera algo de toda esa energía y sensaciones se trasmitirá al lector y no podrá ser indiferente.

Pidió que durante dos minutos pensaran en cuál era el gran problema o conflicto por el que pasaban, no solo problemas creativos, sino también personales, porque esos también hacen parte de la realidad de los que intentan escribir ficción.

“Queremos contar historias de seres humanos, pero no se habla de una manera transparente, sincera sobre esos problemas, no hablo solo de problemas creativos. Debemos preguntarnos en estos momentos de pandemia cómo hemos hecho para cumplir los compromisos laborales, los imprevistos que han salido en esta época de encierro y cómo hemos hecho para avanzar en los proyectos creativos. Queremos contar historias de seres humanos, de comunidades, pero no hablamos con sinceridad sobre nuestros problemas personales, de eso quiero que hablemos inicialmente”.  

J.J. Junieles fue el primero en hacer el ejercicio. Contó que tenía problemas de insomnio, de ansiedad, que veía películas o leía hasta la madrugada, también estaba tomando pastillas para dormir, que buscaba en Youtube a coaches emocionales como forma de encontrar voces o testimonios que le aportarán soluciones sobre cómo sobrellevar situaciones problemáticas derivadas de toda esta confusión e incertidumbre que todos vivimos de muchas maneras por motivo del encierro. 

Luego de eso pidió a María Daniela Romero, una de las asistentes, comentar sus problemas. Comenzó entonces una ronda en la que algunos participantes contaron cómo estaban sobrellevando la situación mundial de pandemia y cómo habían resuelto sus vicisitudes. 

María Daniela tomó la palabra y dijo que estaba trabajando en una novela que tendría como espacio su pueblo Galeras (Sucre), y la ciudad de Sincelejo. Planteó dudas sobre cómo tomar asuntos de la realidad, dado que había escrito una historia basada en hechos reales y la gente comenzó a relacionar la historia con los protagonistas reales. “Me gané un problema con eso”. Puso en la mesa del taller sus propios dilemas. ¿Cómo saber qué tomar de la realidad? ¿Cómo llevar esa realidad a su novela con un lenguaje propio del Caribe? 

Junieles apuntó que había estado en Sincé, un pueblo cercano a Galeras, en la casa de su madre y le hizo una entrevista sobre su vida, su niñez, la familia, sus épocas en el pueblo y se quedó con más de seis horas de grabación. “Un material valioso para malear”.

Sugirió, para el caso de una novela, trabajar a partir de una sinopsis, resumen o escaleta. Dedicó un tiempo para contar su experiencia con su última novela: El hombre que hablaba de Marlon Brando. Contó que fueron siete años de búsquedas, de investigación, entrevistas, sin tener muy claro hacia dónde lo conducía la historia. Recordó un consejo del escritor chileno Roberto Bolaño, quien sugería no escribir un solo cuento sino veinte. Durante esos siete años, mientras investigaba trabajó en otros proyectos. “Ese cruce significativo de experiencias va moldeando uno o varios proyectos. Ese consejo de Roberto Bolaño lo tomé para mí”, dijo. Esas experiencias conducen a la primera versión. La primera versión la definió con una frase que se le suele atribuir a Ernest Hemingway: “El primer borrador de cualquier cosa es una mierda”. 

Hizo énfasis en que el trabajo va moldeando y dándole forma al texto de manera progresiva, a veces mediante el ensayo y el error: “Si somos constantes, dedicándoles por lo menos dos horas diarias a los proyectos, cuando puedas, y apoyándote en las notas que tomes y las investigaciones que realices –las cuales aportan material para incorporar y desarrollar en las historias–l, entonces el cuento o la novela comenzará a hablarte, los personajes empezarán a moverse en tu conciencia o en el plano mental de la historia. Así surgirán las alternativas y direcciones para el desarrollo del rumbo de los personajes  y sus comportamientos. Así y así vas avanzando, alimentando y engrandeciendo tu proyectos en cuanto a su fondo y forma”.

Hace algunos años, en Cartagena de Indias, Junieles conversó accidentalmente” con el escritor Mario Vargas Llosa sobre eso. Le dijo algo que luego encontró meses después en una de sus entrevistas. Ante la pregunta: ¿cómo empieza a escribir?, él respondió: primero es un fantaseo, es una especie de especulación en torno a cierto personaje o a cierta situación, algo que simplemente ocurre en la mente. Después empiezo a tomar notas, hago fichas temáticas, trayectorias anecdóticas: un personaje comienza aquí, termina acá, vuelve a parecer allá; esas pequeñas trayectorias. Y luego, cuando ya voy a comenzar a trabajar un libro, hago primero un esquema general de la historia….que nunca respeto; después lo cambio por completo, pero me sirve para empezar a trabajar” (Dialogo con Vargas Llosa, de Ricardo Setti, Editorial Kosmos, Costa Rica, 1989)

Junieles invitó a los participantes a escribir sobre sus propias obsesiones, porque son estas obsesiones, sea cual sea su naturaleza, el impulso que lleva a investigar, a escribir por varios años. “Es garantía de que no vas a desistir, porque es la pasión la que te mueve y te mantiene; aunque esta misma pasión u obsesión a veces no tenga sentido o explicación para ustedes mismos”.

También confesó que leía muchos cuentos y mucha poesía. Cuando lee una historia busca encontrar las secuencias de los hechos, los cambios que se dan en ella que son capaces de enganchar o pescar al lector a través de la curiosidad, que lo mantienen despierto dentro del sueño narrativo, siempre atento a lo que pueda ocurrir,  y ver luego qué sigue, cómo se avanza hasta el final.

Junieles estableció que hay que confiar en las pasiones, y mencionó el caso de Laura Esquivel, su pasión por la cocina y lo popular la llevó a escribir Como agua para chocolate, una de las novelas con más traducciones en el mundo, pero sobre todo recomendó la novela Bien cocido, publicada por Editorial Planeta, y que ganó el concurso nacional de novela de la Cámara de Comercio de Medellín, del escritor colombiano Luis Molina Lora, en la que la vida de tres cocineros convergen en un restaurante. 

Recomendó pensar los proyectos en múltiples lenguajes, porque abren las posibilidades de comunicar lo que sentimos y hacemos, ampliando el acercamiento a muchas sensibilidades diferentes o tipos de lector. “A lo mejor cuando lo presentes, es posible que digan: 'Eso ya se hizo', pero ahí es donde entra la mirada personal, la mirada propia subjetiva, el punto de vista único que lo hace diferenciable y que sólo surge de una combinación personal de recursos narrativos”. 

Refirió que el poeta Horacio decía: “Quédate con los hechos, las palabras vendrán después”. Fue una invitación a buscar, a rememorar, a vivir esos hechos que son el fundamento para la narración, porque en un hecho hay acciones, personajes, lugares, y luego vendrán cientos de formas de construir esa historia. 

En Mientras agonizo, novela de William Faulkner, varias personas cuentan un mismo hecho. Se cuentan desde aquellos personajes que saben y aquellos que ignoran el hecho. Es una novela que leyó Gabo en su período de formación: se dio cuenta de los saltos en el tiempo y la falta de linealidad. Luego el mismo Gabo la ordenó, y de esa manera comprendió que, si Faulkner la hubiera escrito de forma secuencial no habría tenido el mismo grado de suspenso y efecto emocional. 

Recomendó dos autores que calificó como maestros del suspenso: Patricia Highsmith y Stephen King. Aclaró que no podía ser tan tajante: es muy posible que al escribir un libro de suspenso, un autor encuentre la solución creativa en otros libros de suspenso o es posible que la encuentre en una selección de poemas de amor o un libro de crónicas o de divulgación científica. “Así que la lectura atenta es hallar aquello que estamos buscando”.  

Todo parte de una búsqueda: “La historia de mi novela El hombre que hablaba de Marlon Brando surgió al escuchar a mi mamá. Ella siempre decía que lo había conocido. Me dije 'yo debería partir de ahí', y que mi mamá me contara cómo una modista conoce a un actor famoso y al final se despide de él en un aeropuerto. Hice esa primera historia y escribí 10 páginas, luego se convirtieron 412 páginas. Con la investigación comencé a agregar otras visiones, otros puntos de vista, otros personajes. Me dediqué a mirar cómo era Cartagena en 1968, en 1969, una ciudad que tenía 12 cines, esa búsqueda lo amplió y lo cambió todo. Esa es la importancia de buscar, de ir explorando información”, enfatizó.  

Omar Barboza, que vive en San Onofre (Sucre), comentó que estaba escribiendo un libro de poemas, pequeñas biografías de personas amigas, algunas fallecidas, inspirado en el poemario Hijos del tiempo de Raúl Gómez Jattin. Otro proyecto es tratar de interpretar cómo ha sido su relación con la casa en tiempos de pandemia. Escribe también sobre su relación con la ciudad, dado que vive en una zona rural: “soy pueblerino”, se definió Omar. Una historia que se cuenta desde el punto de vista de una persona que vive en un pueblo. 

J.J. Junieles recomendó la lectura de Spoon River Anthology, de Edgar Lee Master, para el proyecto de las personas fallecidas. Dijo que hay historias en que se revelan intimidades que permiten conectar con otros lectores porque se van a ver reflejados, en todo o en parte, con la historia que se cuenta. 

Es través de la lectura que se adquieren criterios, métodos y pautas para construir los propios proyectos. Si no hay variedad de lecturas, no se podrá discernir entre lo que es útil y lo que no lo es para lo que se intenta escribir. Y por supuesto uno siempre vuelve a autores por muchas razones. En mi caso particular siempre regreso a los cuentos de Patricia Highsmith, Onetti, Joyce Carol Oates, García Márquez, Virginia Woolf, Vargas Llosa; pero eso siempre cambia con el paso del tiempo y los proyectos que uno asuma. Yo por ejemplo, ahora estoy leyendo mucho los cuentos y novelas de Ramón Illán Bacca, Alfredo Iriarte, el autor de Lo que lengua mortal decir no pudo, y una joven autora de barranquilla, Claudia Lama, y su libro de cuentos Bailarás sin tacones.  Insisto que solo la lectura, el estudio del trabajo de los otros, nos ayuda a reconocer si lo que tengo en la cabeza será un cuento, un poema, o una novela”. 

Al finalizar la jornada de ese día, Junieles propuso al grupo un ejercicio: escribir una historia de ficción o no ficción en una sola cuartilla. Identificar un tema, personaje(s), hechos, para comentar qué se investigó en esa historia y qué se podría seguir investigándose a partir de la lectura que se haga. Enfatizó que se trata de un borrador que servirá para explorar en conjunto los posibles rumbos que una historia puede tomar. 

Segundo día: transmitirles mi pasión…

El segundo día comenzó con una confesión de parte de J.J. Junieles: “Quisiera sobre todo hoy transmitirles mi pasión por el arte de escribir historias en cualquier género, en cualquier formato, y por eso salto de una forma hacia otra: poema, cuento, novela, guion; y eso puedo hacerlo debido a que en esencia soy solo alguien muy curioso y eso me lleva a leer mucho, ver mucho cine (películas, series y documentales), y eso me lleva constantemente a hacerme preguntas y buscar posibles respuestas sobre posibles personajes, situaciones y misterios que surgen”. 

Anunció que había enviado a los correos electrónicos de los participantes el libro Mientras escribo de Stephen King y recomendó leer el capítulo "Caja de herramientas" (Plaza y Janés, 2002, pp. 121-151) que reconoce aspectos como la gramática, el párrafo, la calidad de la frase y algunas sugerencias sobre la edición de los textos. Entonces dijo: “Editar es un proceso para alimentar la historia, los personajes. Para mí es imposible ser escritor y no ser editor al mismo tiempo; estamos editando nuestros propios textos”.

Trajo a la reflexión una frase de André Jute del libro Escribir un thriller: “Hay que ponerse frente al computador así parezca que no tenemos algo que contar o decir. Aunque nos sintamos despistados, desanimados o deprimidos, aunque estemos hasta las orejas de trabajo, no debemos dejar pasar un día sin dedicarle por lo menos un par de horas a la escritura, y eso con el tiempo hará la diferencia con respecto a otras personas que también se dedican a escribir historias. En el taxi, en el metro, en la buseta hay que escribir lo que observemos, escuchemos o lo que se nos ocurra a partir de las conjeturas o especulaciones que hagamos sobre algo que nos llama la atención por cualquier razón”. 

Al mencionar al escritor Ramón Illán Bacca, muy reconocido por su humor, estableció la importancia del manejo de las experiencias y situaciones autobiográficas. Hizo referencia a la frase se Hemingway “Es mejor escribir de lo que uno conoce”, y una de las cosas de las que más se tiene conocimiento en profundidad es de las experiencias y vivencias propias. Eso es un impulso, pero dado que uno no tiene una vida interesante todos los días, uno acude a la vida de los otros para encontrar allí material, fuentes y desarrollos para las propias historias, en un proceso de combinación y asociación de elementos. Eso hacía Ramón Bacca y es un ejemplo de ese arte.  

Resaltó la importancia de tener algún motivante que lo aliente en los momentos en que uno puedo desanimarse. Dijo que los mexicanos levantan altares a sus ancestros. Entonces hizo la segunda confesión de la mañana: “Yo tengo una lista, hojas completas de frases que son como mi biblia personal, sin las cuales no podría seguir adelante con la vida, con la escritura, con mis proyectos creativos, porque a veces hay desánimos, vacíos interiores, momentos de inseguridad en que uno no quiere hacer nada, no quiere continuar; pero, entonces, recuerdas la experiencia de algún escritor, alguna de sus frases memorables y vuelves a levantarte y sigues adelante. Eso hago, porque aquí, y eso lo repito mucho: ¡el que se cansa pierde!”. 

De inmediato dio paso al ejercicio propuesto el día anterior. Se leyeron los borradores de Sebastián Alandete (la vida familiar en torno a un patio), Andrea Villamil (una pugna entre barras de futbol), Diego Reina (un cuento sobre asesinos caníbales), María Daniela Romero (la escena de una mujer con problemas en su vista). Por último, Deiver Juez compartió una crónica sobre su padre, un pescador artesanal que consigue trabajo en una gran pesquera. 

Luego de las lectura cada participante entrentregó sus impresiones sobre texto propuesto. J.J. Junieles recomendó la lectura de La tía Julio y el escribidor de Mario Vargas Llosa y estudiar esos personajes, algunos de los cuales son parte del escenario cotidiano latinoamericano. “Hay gente que tiene varias vidas, roles o comportamientos ocultos,  que se inventan y asumen para darle emoción a sus vidas, y en ese sentido también recuerdo un cuento maravilloso de Juan Carlos Onetti, se titula El posible Baldi, y es una buena muestra de lo que intento expresar. Hoy hay gente que dice que no tiene redes sociales para defender su privacidad; en realidad resulta que tienen vidas paralelas, y por eso manejan esa discreción y excesiva prudencia”, expresó.    

Deiver Juez comentó la importancia de leer biografías y biografías noveladas como forma de ampliar la visión o la caracterización de los personajes. Recomendó el libro titulado Leonora, escrito por Elena Poniatowska, sobre la vida de la pintora inglesa Leonora Carrington. Hay facetas de la vida de las personas que podemos hallar en los archivos, indagando en las razones de su existencia y en las huellas de su presencia en la tierra, enfatizó. 

J.J. Junieles habló sobre la obsesión hacia un personaje, incluso hasta el límite de la locura y el delirio que son el combustible necesario para mantenerse trabajando durante muchos meses o años en una historia; por eso debemos escuchar el llamado de nuestras obsesiones. “No hablo solo del Marlón Brando, en el caso de mi novela, sino también de toda la gente que lo conoció. No le tengan miedo a la obsesión; eso los mantendrá escribiendo, buscando, explorando y escarbando en busca de material que ayude a crear todo ese universo con límites y orden interno que es una novela”.  

Al referirse a una navaja que tenía el logo del equipo de futbol Nacional, que mencionó Andrea Villamil en su historia, Junieles destacó el valor de los detalles, porque agregan valor y credibilidad a la acción: no se trata solo de una navaja, sino más que eso: un fetiche. Esos son los detalles sobre los que el lector se detiene y para un escritor, el hallazgo que puede ser útil para el proyecto en el que está trabajando 

Al hablar de cómo organizar el material para aproximarse a una primera versión, Junieles contó que a veces es algo que puede ocurrir en la mente, pero es mejor organizar todo antes en el papel. En su caso él hace fichas con notas sueltas. Realiza un esquema general de la historia, que se basa en la experiencia de lo leído. Es la lectura del trabajo de otros, la que entrega los criterios, modelos y ejemplos que sirven para comenzar a escribir y buscarle forma o una secuencia a la narración de los hechos, sin ninguna preocupación inicial por el estilo, solo narrando situaciones sueltas, escenas, diálogos, situaciones paradójicas, contradictorias, incluso; pero de ese caos comienza a surgir la novela, la crónica, el cuento, y cualquier otro género.

En la mayoría de los casos, aseguró, no es tan paciente. Comienza a narrar escenas sueltas, cuyas acciones son importantes. Él reconoce que esas escenas son microhistorias que luego puede poner en un lugar o en otro o agregar elementos que la van a enriquecer la atmósfera de la acción y dinamizar lo que está escrito. 

Al comentar el final de la historia de Diego Reina se refirió a la verosimilitud. Junieles estableció que la realidad que se cuenta hay que crearla: eso es que sea verosímil.  “Todo es literatura”, afirmó, y reconoció que un asunto es la realidad y otro es la realidad literaria. Estas se construyen solo con palabras, pero hay que hacerlas ciertas, creíbles. Al hablar del final de una historia, recordó la clasificación que hace Cortázar sobre los cuentos que ganan por puntos y los que ganan por nocaut. A ambos hay que ponerles todo el empeño. 

 J.J. Junieles resaltó, para finalizar el taller, la importancia de analizar la obra de los demás desde diversas perspectivas: la historia, los personajes, el lenguaje, las secuencias, los puntos de tensión, la credibilidad, los datos, la investigación del tema, porque todo eso es útil para revisar nuestras propias historias. 

Al ser preguntado sobre cómo saber cuándo una historia está finalizada, Junieles dijo que su experiencia como lector es de mucha ayuda, ya que gracias a ella reconoce el grado desarrollo de lo que está escribiendo, y cuando siente que el relato ha logrado crear al final un efecto emocional, es decir, que no deja indiferente al lector, entonces siente que ya se ha cumplido una meta; sin embargo, en el mismo sentido, contó la siguiente anécdota: “¿Cuándo dejas de corregir una historia? Le preguntaron una vez a Stephen King. Su respuesta fue la siguiente: cuando el editor me la arranca de las manos”

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