Hace casi veinte años, el periodista mexicano Daniel Lizárraga participó por primera vez en un taller de la FNPI. Durante aquellas sesiones tuvo la oportunidad de poner en perspectiva su proyecto de investigación, escuchar el punto de vista de sus compañeros y, en especial, contar con la retroalimentación de la maestra María Teresa Ronderos. Aquella semana fue clave para aclarar dudas y enriquecer las páginas de su libro La corrupción azul.
Más allá de la anécdota, después de remitirse a este recuerdo de hace dos décadas, Lizárraga presentó el taller Investigar la basura como un espacio de intercambio similar al que él vivió con su proyecto y como una oportunidad personal de devolver lo aprendido, de poner las herramientas del periodismo de investigación al servicio de una temática distinta al habitual contexto del poder político.
“Necesitamos que el periodismo de investigación se ocupe de temas distintos a la corrupción en las altas esferas. Podemos acusar a los políticos de corruptos pero no de tontos. Al estar siempre bajo el ojo de periodistas aprenden de quienes los investigan y cambian sus acciones de acuerdo con ello. En cambio, los responsables de impactos ambientales no están tan acostumbrados a que los investiguen y esa es una oportunidad”, afirmó Lizárraga.
El taller Investigar la basura permite un diálogo entre el método y las técnicas del periodismo de investigación y el amplio horizonte de problemáticas ambientales y sociales relacionadas con los residuos. Gracias a las miradas y orígenes diversos de los catorce participantes de este taller es posible adentrarse en una crisis en el manejo de residuos electrónicos, en las tensiones entre recicladores, en la recurrencia de monopolios y mafias alrededor de la basura o en el impacto de este manejo sobre especies como el salmón, el manatí y las tortugas. El tema no solo aparece vasto y complejo sino que “resulta cercano a todos tan pronto nos reconocemos como generadores de residuos”, como afirmó Ana Martínez de la Fundación Avina.
En la mesa inaugural del taller se encontraban junto a Lizárraga, Lucía Abelenda, de la Alianza Latinoamericana para las Tecnologías Cívicas (ALTEC), José Luis Novoa, director del Centro de Periodismo de la FNPI, y Ricardo Valencia, director estratégico de la Iniciativa Regional Reciclaje Inclusivo (IRR). Los tres son invitados a Latinoamérica Recicla, cumbre que reúne en Bogotá a los principales expertos de este tema en la región, todos ellos fuentes potenciales para los proyectos de investigación de los participantes en el taller.
En su intervención, Ricardo Valencia invitó a devolver protagonismo a los recicladores, subrayó lo paradójico que resulta que un tema con tantas ramificaciones y alrededor del cual se mueve tanto dinero y poder suela ser invisibilizado y recordó una máxima que orienta su actual gestión: “El reciclaje inclusivo busca que los residuos no sean una enfermedad sino un activo para la sociedad”.
Planificación de la investigación
Al entrar en materia, Daniel Lizárraga planteó la importancia de definir el alcance dependiendo de las condiciones de cada investigación. “Para ahorrar frustraciones es conveniente partir con los pies en la tierra y saber hasta dónde podemos llegar”. De acuerdo con ese reconocimiento de las fuentes y datos a los que se puede acceder, el periodista define si se trata de una investigación de primer grado, en la cual la información está a la vista pero no se ha publicado, o si se trata de una investigación de segundo grado, en la cual es necesario vencer resistencias personales e institucionales para revelar información que no está a la vista.
Junto a esta distinción entre lo revelador y lo ya conocido, aparece otra disyuntiva al momento de planear la investigación: ¿hacer rodar una cabeza específica o apuntar a entender el problema en su complejidad? ¿Denunciar un caso o hacer una investigación sistémica? “Es más fácil investigar al sobornado que a quien soborna. El problema es que el sobornado tiene fecha de caducidad, en cambio quien soborna continúa ejerciendo poder desde atrás”, afirma Lizárraga. Descabezar al político corrupto de turno o enfocarse únicamente en las víctimas solo deja ver de manera muy parcial las causas estructurales. La investigación sistémica, en cambio, sigue toda la ruta del problema, la ruta del dinero, y puede revelar no solo quiénes pierden sino también quién gana.
“Quienes hacen las leyes las dejan suficientemente flojas para que cualquier cosa que encontremos sea ‘legal’. La investigación sistémica apunta al hecho de que también la corrupción es sistémica”. Este acercamiento incide de manera directa en el manejo del lenguaje. Aunque se cuente con documentos, afirmar que determinado político “estuvo involucrado en tales hechos” es una tentación muy riesgosa. En cambio, afirmar que “tales hechos ocurrieron durante su gobierno” resulta inequívoco y trasciende lo particular. “Lo importante es describir el sistema, no señalar a los responsables individuales. La desigualdad, la violación de derechos humanos, la corrupción y los problemas ambientales son grietas del sistema que tenemos en nuestras manos la posibilidad de revelar desde este enfoque sistémico”.
La estructura
“La estructura es algo más allá de lo visible”, Maurice Corvez.
Antes de definir la hipótesis que delimitará el curso de la investigación, existe un elemento disparador, un primer momento en el cual la historia se anuncia como la cola de una rata. Para Lizárraga un buen ejemplo de la forma insospechada en que puede asomar este indicio es el caso de La casa blanca de Enrique Peña Nieto (ganadora del Premio Gabo en 2015): una banal entrevista con la primera dama, publicada en una revista de variedades, es el detonante de una ambiciosa investigación sobre la relación del presidente mexicano con un controversial consorcio.
“Lo primero es confirmar la veracidad de ese dato disparador, a partir de ello trazar una hipótesis, delimitarla espacial y temporalmente, y analizar la viabilidad de acceder a las fuentes para planear hasta qué punto llegaremos”, afirma Lizárraga. Ese primer momento es aún previo a la estructura, se trata por lo pronto de una especie de delimitación del terreno.
El paso siguiente es descomponer esa hipótesis en sus partes, en fragmentos móviles o microcosmos. Ver qué elementos componen cada fragmento, investigar todo lo disponible acerca de cada uno de ellos y luego unir los puntos para entender la forma en que se relacionan. En esto, Lizárraga involucra la estructura del periodismo de investigación con conceptos del estructuralismo: “El estructuralismo busca descubrir el código secreto que vincula las actividades del hombre, los encadenamientos entre las partes que componen una estructura”.
La forma en que Lizárraga sortea la complejidad de narrar una revelación principal y una serie de revelaciones secundarias que se desprenden de ella es primero jerarquizando rigurosamente y después organizando en una línea de tiempo. Esta cronología estricta podría resultar monótona. Por ello, además de alternar hechos, fuentes diversas, datos y distintas formas de presentar la información, Lizárraga propone variaciones mínimas en la línea de tiempo, una especie de movimiento pendular. “Hay personas virtuosas para narrar. Los que no tenemos ese talento debemos ser muy organizados. Yo lo hago a través de líneas de tiempo”.
Dos días de cumbre y sesiones de clínica para evaluar las hipótesis de cada uno de los participantes del taller abrirán el espacio para que las herramientas de investigación ofrecidas por Lizárraga puedan revelar formas de ser aplicadas al tema de los residuos.
Sobre el taller Investigar la basura
El taller Investigar la basura es realizado por la FNPI- Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, la Iniciativa Regional para el Reciclaje Inclusivo (IRR) y la Alianza Latinoamericana para la Tecnología Cívica ALTEC, con el apoyo del Centro Ático de la Pontificia Universidad Javeriana.