Los estudios científicos con pobre fundamentación inundan los titulares de la prensa hoy en día. Aquí, una guía práctica para detectarlos y evitar reproducirlos.
La ciencia basura ha sido una preocupación recurrente en nuestro blog este año. El primer acercamiento al tema sucedió por causa de la historia de Diana Quiroz, una joven mexicana que los medios de su país ya estaban candidatizando al Premio Nobel. A la muchacha, qui ni siquiera contaba todavía con un grado universitario, se le atribuía el haber desarrollado investigaciones que podrían servir para utilizar el grafeno en tratamientos contra el cáncer.
Otros periodistas que contribuyen con sus reflexiones al portal de la FNPI han señalado recientemente la gravedad del problema de la falsa ciencia, una rama bastante desarrollada en la familia de las denominadas fake news. “Hay casos en que estudios falsos, plagiados o con errores son rechazados en las revistas serias, pero terminan siendo difundidos por otras publicaciones menos rigurosas”, comenta sobre el tema el periodista mexicano Juan Manuel Alegría.
Lo peligroso de la falsa ciencia radica en que la poca rigurosidad de estos estudios termina ayudando a difundir creencias equivocadas sobre temas de salud, que pueden terminar costando vidas humanas. Precisamente a la falsa ciencia se le atribuyen las extendidas creencias que sustentan al movimiento antivacunas, o que incentivan la resistencia a los tratamientos médicos cuando brotan enfermedades infecciosas.
En este contexto, la Asociación Española para el Avance de la Ciencia, publicó en sus redes sociales recientemente una infografía que resume magistralmente doce principios para detectar estudios científicos pobremente sustentados. Se trata de una traducción de Carolina Jiménez para la revista Naukas, que se basó en la publicación original de Andy Brunning en su blog de química Compound Interest. Aquí, las características de los falsos estudios científicos:
1. Suelen llevar titulares sensacionalistas
Los titulares de los artículos están diseñados para captar la atención del lector, animarlo a hacer clic y seguir leyendo. En el mejor de los casos simplifican en exceso los resultados de una investigación. En el peor, los sensacionalizan y malinterpretan.
2. Los resultados son malinterpretados
En ocasiones, los artículos de las noticias distorsionan o malinterpretan los hallazgos de una investigación a favor de una buena historia, sea intencionadamente o no. Si fuera posible, a la hora de informarse, intente leer la investigación original, en vez de fiarse de un artículo.
3. Contienen conflictos de intereses
Muchas empresas contratan científicos para llevar a cabo investigaciones y publicarlas. A pesar de que esto no invalida necesariamente la investigación, debe tenerse en cuenta a la hora de analizarla. Un estudio también puede ser malinterpretado para favorecer intereses económicos o personales.
4. Confunden correlación y causalidad
Sea precavido ante la confusión entre correlación y causalidad. La correlación entre dos variables no significa automáticamente que una sea la causa de la otra. El calentamiento global ha aumentado desde 1800 y el número de piratas ha disminuido, lo que no implica que la escasez de piratas provoque l calentamiento global.
5. Emplean lenguaje especulativo
Las especulaciones derivadas de un artículo son solo eso, especulaciones. Esté alerta ante expresiones como “quizás”, “podría”, “parece” y otras de ese tipo, ya que es poco probable que un estudio arroje pruebas fundamentadas en las conclusiones que suelen referirse a ellas.
6. Usan grupos de estudio demasiado pequeños
En los estudios clínicos, cuanto más pequeño es el grupo que se estudia menor confianza ofrecen los resultados cuando se aplican a toda la población. Debe tenerse esto en cuenta a la hora de analizar las conclusiones obtenidas con grupos de menor tamaño. Debe resultar sospechoso que el grupo de estudio pudiera haber sido mayor de lo que realmente fue.
7. Las muestras no son representativas
En estudios clínicos humanos, los investigadores tratan de seleccionar individuos que sean representativos de una población mayor. Si la muestra seleccionada es distinta a la población en su conjunto, las conclusiones bien podrían no ser correctas.
8. Hay ausencia de un grupo de control
En estudios clínicos, los resultados de los sujetos estudiados tienen que ser comparados con los de un “grupo de control” al que no se le ha administrado la sustancia a estudio. Los grupos también deben asignarse de manera aleatoria. En todo experimento general debe usarse un grupo de control en el que todas las variables estén controladas.
9. Falta el “doble ciego”
Para evitar cualquier sesgo, los sujetos no deben saber si pertenecen al grupo de estudio o al grupo control. En los estudios con “doble ciego” ni siquiera los investigadores saben qué sujetos pertenecen a cada grupo hasta después del estudio. Nota: el “doble ciego” no siempre es viable o ético.
10. Los resultados son parciales
Esto implica seleccionar los resultados de los experimentos que secundan la conclusión de un estudio omitiendo los que no lo hacen. Si en el informe de una investigación se sacan únicamente conclusiones de una parte de los resultados, puede que sean parciales y seleccionadas así intencionadamente.
11. Los resultados son irreproducibles
Los resultados deben ser reproducibles en investigaciones independientes y comprobados –cuando sea posible- en un amplio número de situaciones para asegurarse de que pueden generalizarse. Las afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias, lo que implica mucho más que un solo estudio independiente.
12. Atención a dónde fue publicado y si ha sido citado
Las investigaciones publicadas en revistas importantes han estado sometidas a un proceso de revisión, pero aún así pueden contener errores, de modo que deben evaluarse teniendo esto en cuenta. Del mismo modo, el hecho de contener gran número de referencias no siempre indica que la investigación esté debidamente respaldada.
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