¿Deberá enfrentar la ética periodística su propia disrupción?

¿Deberá enfrentar la ética periodística su propia disrupción?

En este mundo de nuevas realidades, no es arriesgado preguntarse qué pasa con la ética.
Shibboleth / Doris Salcedo / Salonkritik.net
Andrés Azocar

“Disrupción” se ha convertido en la palabra perfecta para mostrar cómo internet está acabando con la mayor parte de las estructuras tradicionales (medios, educación, política) para llevarlas a un nuevo escenario, a veces absolutamente distinto al anterior.

Es la representación de los cambios profundos generados por la revolución digital, que vino a cambiar por completo el negocio del periodismo y la forma de hacer contenidos, la publicidad, las competencias de sus profesionales, la relación con la audiencia y la certeza de influencia. En este mundo de nuevas realidades, no es arriesgado preguntarse qué pasa con la  ética. O más bien: ¿Cómo enfrentará su propia disrupción?

La disrupción (palabra aún no incorporada a la RAE), pero que significa ruptura o interrupción brusca, se acerca irremediablemente a los terrenos de la ética. Los temores no son pocos. La ética ha sido el resguardo de los periodistas para asegurar a la audiencia que la información que recibe no solo es de calidad, sino que es legítima y creíble. En torno a la ética, los medios más importantes han construido manuales,  han creado guardianes (Ombudsman) y han pedido disculpas públicas, cuando una falta ha afectado a alguien. Al final, es la línea de defensa del prestigio del medio.

Mientras las definiciones del periodismo se licúan,  las preguntas a la disrupción de la ética no son pocas:

  • Cómo adaptar la ética a los nuevos roles de los periodistas, la redacción y la audiencia.
  • En un ecosistema dominado por una audiencia que produce y edita contenidos, qué rol debe jugar los periodistas para procesar y publicar esa información.
  • Qué pasa cuando los propios periodistas sienten que el rayado de cancha hoy es flexible, y que la información también es opinión.
  • Cómo se usa el material relevante que la audiencia sube a redes sociales.
  • Cómo se administran los comentarios, en una audiencia que quiere protagonismo, pero que muchas veces no tiene códigos.
  • ¿Cómo conjugar transparencia con la protección de las fuentes?
  • Cómo deben actuar los periodistas frente a hechos producidos en tiempo real y con fuentes que vienen de las redes sociales y que desconocemos.
  • Debe asumir la ética, que su papel aparentemente es mayor, pero en la práctica, eso no será así.

A pesar de lo complejo que es administrar la información que entregan Twitter y Facebook, es imposible para los medios desentenderse de ella. Al mismo tiempo se legitiman fuentes colectivas como Wikipedia y Wikileaks, que de cierta manera no mantienen los estándares (sabemos que eso no es tan así) que el periodismo de calidad ha protegido… Los medios no dejarán de tener la principal responsabilidad sobre lo que publican, pero deben entender que hay cambios obvios en las prácticas, los conceptos y los manuales que hasta hoy los guían.

El tiempo real está llevando a los medios a competir con la audiencias, sin siquiera preguntarse qué significa eso. El asesinato de Bin Laden fue registrado primero, antes que los medios, por Sohaib Athar a través de su cuenta de Twitter. Pero este caso, que ha sido uno de los más emblemáticos, ocurre todos los días con noticias menos relevantes y los medios deben enfrentar esa presión y al mismo tiempo proteger su credibilidad. El desafío no es no asumir los cambios, sino entenderlos y prepararse para ellos.

Tampoco hay que engañarse. Los viejos medios siempre fueron muy buenos para lucir sus manuales, pero no necesariamente para cumplirlos. El caso de News of the World es el mejor ejemplo de que las buenas costumbres siempre ha sido el comportamiento de unos pocos. Pero a esos pocos, el nuevo escenario tampoco es cómodo. Es un hecho que es muy complejo construir la nueva ética, protegiendo sus pilares fundamentales, pero sumando las nuevas reglas. Para muchos medios es más fácil seguir el ritmo de los cambios, pedir perdón cuando sea necesario y no enfrentar un escenario tan complejo, como impredecible.

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