Chile está sufriendo por estos días el mayor incendio de toda su historia, con más de un centenar de focos repartidos por la zona central del país y todos los recursos humanos, gubernamentales, solidarios y mediáticos desplegados.
Han sido días de un verdadera locura en labores de rescate, información sin descanso desde los medios de comunicación y el Gobierno, y también de rumores viralizados a través de Twitter y Whatsapp, algo que se ha convertido, sin duda, en materia de discusión y miedo.
Sí, miedo, porque se trata de mensajes con datos completamente falsos que se han multiplicado con total irresponsabilidad, otorgando culpabilidad a grupos de origen mapuche, a supuestos empresarios que habrían provocado los incendios para cobrar seguros y hasta a supuestos colombianos de las FARC que estarían instalados en Chile provocando el infierno. Porque eso es lo que vemos hoy en mi país, un infierno que se enciende sin control, y que es aterrador y doloroso.
Por lo mismo, preocupa y también duele el rumor. Porque no es noticia y hace daño, pues estigmatiza y responsabiliza injustamentre a grupos que nada tienen que ver con lo que está ocurriendo.
Los rumores no chequeados se transmiten como la espuma. Se deslizan con total fluidez por las plataformas digitales y siembran también el odio. El público está persiguiendo certezas y la determinación de los responsables de los incendios es una de ellas.
En esta locura cotidiana necesitamos saber quién o quiénes están detrás de esta tragedia, necesitamos saber por qué, y es más, nos urge saber si esto se trata de lo que se sospecha: de nada más que de maldad.
Pero esa certeza, esa respuesta no está en las redes sociales, que muchas veces son estupendas para comunicarnos, y no así para informarnos. Es quizás ése el gran problema: creer que las redes sociales entregan información.
Ni Twitter ni Whatsapp son responsables de seleccionar y editar la información. Mucho menos de chequearla. Esa labor es de los periodistas y hemos sido formados para eso, idealmente para funcionar desde la verdad, la rigurosidad y la justicia, entendiendo que ahí se circunscribe nuestra mayor responsabilidad y deber, en entregar la información al público.
Por lo mismo, estos han sido días desafiantes para nuestra profesión, hemos tenido chequear una, dos, tres veces lo que nos llega como la respuesta a todo lo que estamos viviendo, y también nos hemos propuesto aclarar que las cadenas que llegan a nuestros celulares o los tweets alarmistas no son reales.
El Gobierno ha pedido ser responsables con lo que publicamos en las redes sociales; editoriales de diarios y notas en distintos medios se han publicado aclarando lo falso que se ha dado por verdadero. Porque estamos enfrentando otro caos: el del rumor.
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* Lyuba Yez es periodista de la Universidad Católica de Chile y se ha especializado en el estudio de la ética aplicada a las comunicaciones y en la investigación de cobertura de tragedias. Actualmente es docente de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Católica y de la Escuelas de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado.
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