Una exposición realizada este abril en Italia se convirtió en un tormento para el legendario fotógrafo de la Agencia Magnum Steve McCurry, reconocido en el mundo entero por sus famosos retratos publicados por la revista National Geographic. Allí, su colega Paolo Viglione descubrió que una fotografía que mostraba una de las más emblemáticas calles de La Habana contenía un burdo error de edición digital.
“No era mi intención atacar a McCurry”, dijo Viglione a en su blog añadiendo “solo quise señalar un detalle que me pareció extraño, curioso”.
Posteriormente, el blog Petapixel publicó otras dos fotografías de McCurry en las que se evidencia manipulación digital para remover personas y objetos de las imágenes originales. Ante estas acusaciones, McCurry se defendió diciendo que se trataba de errores cometidos por un asistente técnico de su laboratorio, quien había sido despedido.
“Trato de ser tan cuidadoso como pueda en la revisión y supervisión de la impresión de mi trabajo, pero muchas veces las impresiones se envían cuando estoy lejos. Eso es lo que ocurrió en este caso. No hace falta decir que lo que sucedió con esta imagen fue un error por el que tengo que asumir la responsabilidad. He tomado medidas para cambiar los procedimientos en mi estudio que impedirán algo como esto vuelva a suceder”, afirmó McCurry en un comunicado enviado directamente a la redacción de Petapixel.
La fotografía de La Habana que desató la controversia. Edición: @eticasegura
La noticia ha producido todo tipo de reacciones en el gremio de los reporteros gráficos. Algunos como Alex Cooke han defendido a McCurry hasta cierto punto. “El problema no es si hubo manipulación. Manipulamos nuestras fotos todo el tiempo, por lo general de maneras no tan extremas. El que afirma no manipular sus fotos está mintiendo o publicando su material en bruto”, dijo aclarando que los cuestionamientos éticos tienen cabida cuando la manipulación deja de tener el objetivo de aclararle la historia al observador, y pasa a distorsionar la realidad que el reportero gráfico pretende retratar.
Otros, como Paroma Mukherjee del portal The Wire, han sido menos benévolos en sus cuestionamientos hacia McCurry, a quien califican como un “imperialista” con una “visión pobre” sobre los lugares que visita, pero con unas “habilidades de mercadeo” impresionantes. “No queda duda de que McCurry usa Photoshop generosamente para determinar los elementos de la composición, lo cual es un problema ético real. Esto se suma a su mediocre narrativa visual, lo cual confirma que su visión artística ha estado enfocada en el software, no en las personas”, afirma Mukherjee, fotógrafa india quien critica a McCurry también porque en sus retratos cuenta siempre la misma historia: personas pobres del tercer mundo, pero que parecen siempre cómodas y felices al ser retratadas por un extranjero.
En Latinoamérica es igual de dura la columna que escribió Ulises Castellanos en el diario mexicano El Universal, donde califica a McCurry de tramposo. “Aquí el asunto es la mentira, la burla, la degradación de una profesión que debiera mantenerse con altos estándares éticos de integridad”, dice Castellanos, recordando que el caso de se suma al de otros fotógrafos que también han sido encontrados culpables de manipular su trabajo como Brian Walsky, Jorge López Viera, Miguel Tovar y Javier Contreras.
Otra de las fotografías de McCurry editadas que reveló Petapixel. A la izquierda, la imagen original. A la derecha, editada.
Otra de las fotografías de McCurry editadas que reveló Petapixel. A la izquierda, la imagen original. A la derecha, editada.
¿Por qué está mal?
El maestro Javier Darío Restrepo ha abordado el problema de los límites éticos en la manipulación digital de fotografías en sus respuestas del Consultorio Ético de la FNPI. En todas ha insistido que los manuales de estilo coinciden en una norma: las fotografías periodísticas se han de publicar sin recortes ni retoques que alteren la verdad de la imagen, pues la fotografía es la versión visual de un hecho, por tanto es el contacto del lector con una realidad; cualquiera alteración es un engaño al lector.
“La alteración de una fotografía en un medio que se debe a todos los lectores tiene una gravedad en nada comparable con el gesto despechado e infantil de las novias que destrozan las caras de sus enamorados infieles, en sus álbumes personales”, afirma Restrepo en respuesta a la pregunta de un periodista colombiano.
Lo cierto es que la manipulación digital de las fotografías está aquí para quedarse. En una de las más recientes ediciones del World Press Photo, el más prestigioso premio de fotoperiodismo en el mundo, se descubrió que el 8 por ciento de los finalistas habían retocado sus trabajos.
Paul Hansen, ganador del mismo premio en la versión 2013, fue blanco de numerosas críticas tras descubrirse que su imagen galardonada había sido sometida a numerosos procesos digitales más allá de los estándares aceptables. Esta situación llevó a los expertos a plantearse la posibilidad de implementar mecanismos para ser más transparentes publicando en los metadatos de las imágenes un historial de los procesos digitales por los que habían pasado.
Otra de las fotografías de McCurry editadas que reveló Petapixel. A la izquierda, la imagen original. A la derecha, editada.
Si a usted le interesa conocer más sobre los aspectos éticos del fotoperiodismo de no ficción, lo invitamos a leer el blog de Stephen Ferry, premiado fotógrafo norteamericano y maestro de la FNPI, quien ha abordado temas como el uso del flash, la visión femenina, el morbo, el color real de la luz, y el desarrollo de un estilo personal.