"La primera obligación del periodista cultural consiste en reconocer que trabaja en el orden de la representación, no sólo por abordar formas del arte que son, en sí mismas, reelaboraciones de lo real, sino porque la sola contemplación de los sucesos implica valorarlos, seleccionarlos, entenderlos, aplicar la subjetividad. En otras palabras: la realidad del periodismo no está en la "realidad". Todo texto es una construcción. Ser fiel a lo que ocurrió no depende de reproducirlo en forma neutra e indiscriminada sino de recuperarlo con verosimilitud narrativa. En este sentido, todo buen periodismo cultural es una pieza literaria, trabajada desde el lenguaje", así definió el escritor Juan Villoro los retos del periodista que se desempeña en el ámbito de la cultura, en el último día del Seminario Nuevas Rutas del Periodismo Cultural, que se llevó a cabo del 19 al 23 de septiembre en la Ciudad de México.
Antes, Villoro hizo una amplia disertación de las nuevas tecnologías y las redes sociales a las que comparó con las cámaras digitales y dijo que "la máxima griega 'Conócete a ti mismo' se ejerce hoy en forma curiosa: el sujeto contemporáneo se busca en Google". Y abundó que "la blogósfera ha fomentado los alias y los apócrifos. El resultado parece ser el opuesto al del carnaval. Las máscaras venecianas permiten una rara franqueza; al amparo de un disfraz, se puede decir la verdad sin que resulte comprometedora. En cambio, en Facebook no te vuelves Yolanda para ser tú mismo sino para desprestigiarla a ella".
Dijo que ahora "si mandas un tweet existes; si lo mandas con seudónimo, proteges tu existencia. La máscara es la coraza de la identidad". Y entonces entró en materia: "el periodismo se ejerce hoy en esta desconcertante encrucijada."If it bleeds, it leads", dice un lema de la prensa norteamericana. La sangre es la evidencia más rotunda de que algo es verdadero. La sociedad del espectáculo y del simulacro ha hecho que también en las noticias impere un criterio forense. Esto se agudiza en países como México, marcados por la violencia".
Pero alertó que "el mero hecho de consignar un hecho criminal no significa que se informe al respecto. Para que una nota califique como información debe ofrecer una explicación de lo ocurrido y brindar un contexto de los hechos, es decir, debe procurar un entendimiento. ¿Cómo lograr esto en un país que, según Reporteros sin Fronteras, es el más peligroso para ejercer el periodismo?".
Entonces sentenció: "El periodismo atraviesa un encrucijada inédita: los formatos impresos parecen tener los días contados, al menos como formas mayoritarias de la información; los simulacros del universo digital difuminan la noción de 'realidad'; lo que antes se consideraba lo más genuino -la identidad y la vida privada- se ha puesto en entredicho, y el horizonte donde algo resulta drásticamente real -la violencia- apenas puede ser investigado".
Y se preguntó: "¿Qué sitio ocupa en las cambiantes nieblas de este entorno el periodismo cultural?" Fue cuando el también maestro de la FNPI habló de la obligación del periodismo cultural. Dijo que el periodista tienen un "inquebrantable contrato con la verdad. La recreación subjetiva de los hechos puede tener cambiantes adverbios y adjetivos, pero no puede alterar los datos".
Villoro -que fue apoyado por Jesus Silva-Herzog Márquez como comentarista y Ricardo Cayuela como moderador-, matizó que "al componer su texto, el periodista cultural debe asumir dos compromisos difíciles de conciliar. Uno es tiránico (no alterar los hechos); el otro es una consigna liberadora (narrarlos como nadie más lo ha hecho). En este caso, la originalidad depende de una fidelidad literaria a lo ocurrido, de lograr la mejor versión escrita de la realidad".
En su disertación que la llamó "Itinerarios del ornitorrinco: El periodismo cultural en la arena pública", el autor de 8.8 El miedo en el espejo, habló sobre cómo la crónica puede ser una herramienta imprescindible para salvar y hacer un periodismo cultural o no de calidad. Luego sugirió que el futuro está en el cajón, porque "se desarrolla en una doble frontera: el sitio de trabajo y el espacio personal".
Dijo que una experiencia que ha tenido en los talleres de la FNPI es que los alumnos se quejan de que no hay espacios en sus medios para los grandes géneros y trazó que en realidad la salvación está en el cajón. Es decir escribir por iniciativa propia, para uno, como lo hizo Ryszard Kapuscinski quien "renovó el periodismo en condiciones muy adversas. Durante décadas, trabajó para una agencia de la Polonia comunista, enviando despachos que le sirvieron de cantera para su verdadero trabajo, el que se asignó a sí mismo como cronista. Los grandes textos de Kapuscinski fueron escritos con total gratuidad, sin pensar en la forma en que circularían".
Por eso, dijo, el futuro está en el cajón. Y sugirió: "no hay que esperar a que un gran medio nos convoque para poder ejercer buen periodismo cultural. Durante años, Kapuscinski depositó los saldos de su libertad en el cajón de su escritorio. Podemos comenzar por eso, el depósito más elemental del periodismo: conseguir un cajón para colocar los textos que algún saldrán de ahí para mostrar que la realidad existe". Charla Juan Villoro: Itinerarios del ornitorrinco, hacia un periodismo cultural