Desde el punto de vista ético, ¿cómo se deben manejar las imágenes de decapitados, de militares torturados, o la publicación de ejecutómetros? ¿Los medios no deberían hacer parte de la guerra contra el narcotráfico evitando la difusión de los actos de los narcos?
Respuesta: La información sobre actos violentos en una sociedad condenada a su multiplicación e intensificación, suele guiarse por algunos principios orientadores. La violencia no puede convertirse en un espectáculo, para satisfacer la curiosidad y el morbo del público. En ese sentido, la publicación de imágenes macabras de muertos, heridos y actos violentos, destinada solamente al aumento de las ventas, pervierte la profesión y degrada a los receptores de la información.Por tanto, la publicación de informaciones sobre la violencia no puede estar inspirada en el afán de hacer un negocio.Estas informaciones, por consiguiente, cumplen su función de servicio al público cuando le muestran lo que está sucediendo, le explican por qué sucede, y le abren los ojos para ver el daño que sufre la sociedad en el presente y las consecuencias que tendrá en el futuro. Tal información no es, pues, respuesta para curiosos y morbosos, pero sí es aporte inteligente para hacer entender los hechos.Además es una información que se convierte en un estímulo permanente para la acción. El receptor debe sentirse presionado por la pregunta sobre lo que él y la sociedad deben hacer para que la violencia no siga.También caracteriza a una buena información, la solidaridad con las víctimas y la prioridad dada a su punto de vistaPor último es una información que pone en evidencia la necesidad de recuperar la dignidad que la violencia destruye. En el caso de la violencia del narcotráfico, aparecen como objetivos de los periodistas Denunciar la indignidad del ideal del dinero fácilDestacar el valor de la vida humana, de toda vida humanaProvocar el rechazo del público al poder ostentoso que resulta del dinero mal habido y de la presión de las armas.
Documentación
Evitar la exaltación de la violencia es informar desde las víctimas, no desde la perspectiva de los violentos. Y es también informar de aquello que los violentos no quieren que se sepa. Un exceso de informaciones violentas o la intensidad de la información sobre la violencia pueden insensibilizar a los ciudadanos. La insensibilización trivializa la violencia, produce hastío social, vuelve indiferentes a las sociedades, enerva los mecanismos de respuesta ciudadana. Hay que llamar a las cosas por su nombre. Llamar homicidios a todos los homicidios: a las muertes causadas por el terrorismo, a las muertes causadas por la violencia callejera, a las muertes mafiosas, a los parricidios más vulgares o a las muertes producidas como represalia por una violación. Hay que llamar por su nombre a las matanzas de hombre y mujeres sin cambiar esta calificación en razón de su raza, de su edad, de su condición o de su indigencia. Hay que llamar por su nombre a la tortura, esa particular perversión que convierte a un hombre en un instrumento de otro hasta profanar su conciencia. Hay que llamar por su nombre a todas las formas de explotación del hombre por el hombre, por el Estado, o de un pueblo a manos de otro pueblo. Hay un modo realista y comprometido de informar sobre violencia. Interesarse por los hechos violentos, pero también por las ideas y las alternativas en que pueda basarse la solución de los problemas sociales. Unamuno acuño una expresión con la que pretendía sustituir una noción imposible: la noción de neutralidad. Unamuno llamó alterutralidad a la actitud que permite pensar por encima de intereses, bloques y fronteras físicas y mentales. El periodismo realista y comprometido tiene que ser también alterutral al informar sobre la violencia. Carlos Soria. La Ética de las palabras modestas. Universidad pontificia Bolivariana. Medellín 1994. Pp 144 a 147.