Ante la ola de muertes y desapariciones de periodistas en México,¿ el Estado está obligado a proveer seguridad a los periodistas, o estos deben asumir los riesgos inherentes a su profesión? En Colombia algunos periodistas pidieron protección y el gobierno la otorgó. En la mayoría de los casos el periodista enfrentó esa situación con distintos recursos:
Prudencia en sus desplazamientos: cambio de rutas al movilizarse, evitar lugares solitarios, preferir calles vigiladas, disminuir desplazamientos. Estas y otras normas fueron dadas a conocer en las redacciones por agentes de seguridad.
Cambiar de fuentes, de modo que el periodista en peligro porque cubría Judiciales, pasaba a otras áreas de menor riesgo previsible.
Desaparición de las firmas en las notas reemplazada por un escueto: Redacción judicial, o Redacción. Un pacto entre periodistas – similar al que Jesús Blancornelas propuso en Tijuana- determinó que si a un periodista se le amenazaba por su información sobre determinado tema, todos los otros periodistas en sus respectivos medios investigarían y publicarían sus notas sobre ese tema.
Pedir el traslado del periodista a otra localidad o salir del país.
Afrontar el riesgo con responsabilidad, esto es con información rigurosamente comprobada en cada caso, y sin comportamientos temerarios.
En efecto, más importante que cualquier ayuda o protección oficial es la actitud del periodista. Es el momento de valorar la profesión, de reflexionar sobre su importancia y su influencia en la vida de la sociedad y de decidir, en consecuencia.
Documentación.
De una investigación de Medios para la Paz, titulada “La guerra, una amenaza para la prensa.” Sus hallazgos son aplicables al caso propuesto.
Las prácticas y rutinas de los periodistas investigados están presentes a lo largo de la cadena de producción de la noticia, razón por la cual la responsabilidad es compartida entre los empresarios, el equipo directivo y los periodistas, sin embargo encontramos una escasa capacidad de autocrítica.
La investigación detectó que las prácticas alrededor de la relación periodismo-política son las que implican el mayor riesgo y peligro para los periodistas, especialmente en las pequeñas ciudades. La agudización del conflicto armado y su presencia en los centros urbanos, llevaron a que la guerra permeara las actividades políticas y económicas de las regiones afectadas. Allí, el periodista que habitualmente trabajaba con los sectores políticos, resultó en medio del conflicto, dando lugar a que los grupos armados lo identifiquen con sus jefes políticos y como aliado del enemigo.
El periodista, deslumbrado por el reconocimiento social de su trabajo, se convierte en político o en un activista que cambia de rol convirtiéndose en mediador de secuestros o defensor de los derechos humanos, lo que se presta a confusiones y estigmatizaciones por parte de los grupos en conflicto.
Otra gran área donde se encontraron prácticas que se pueden considerar nocivas es en la relación con las fuentes. La especialización en una sola fuente generó que el periodista fuera identificado como aliado de su fuente y que los adversarios lo consideraran objetivo militar.
En el tratamiento de la información se identificaron prácticas complejas como sobredimensionar o inflar las noticias. Situación que se explica por la presión excesiva de los jefes, por la ausencia de espacios de comunicación y reflexión sobre los temas a trabajar y por los sistemas de contratación laboral.
Finalmente las relaciones entre colegas son tan conflictivas en algunas regiones que, además de acusaciones, des calificaciones y agresiones mutuas, se presentan denuncias de los colegas ante los grupos armados.