¿Cómo informar sobre hechos violentos de manera equilibrada y sin generar miedo?
Respuesta: Cualquiera regla sobre la materia sería incompleta Más que reglas técnicas, son las actitudes las que dan la clave para actuar. Y hay un valor que sirve de guía: la responsabilidad social; y una norma que ayuda: la prioridad del servicio al bien común. La conformación de la agenda informativa, o selección de los temas; las decisiones sobre la importancia mayor o menor de las noticias, la determinación de las formas de presentación dependen de la intencionalidad con que se adelantan las tareas de preparación de un periódico o noticiero. Esa intencionalidad, a su vez, depende de la sensibilidad hacia el bien común. ¿Qué conviene más a los receptores de la información? ¿Deben abrir los ojos a la realidad de lo que está sucediendo? Si se estima que son conscientes de ella, ¿debe dirigirse su atención a su deber de participar en las soluciones? ¿Es necesario reforzar sus motivos para rechazar lo que está sucediendo? ¿Estiman los editores que el receptor necesita información más completa? ¿O más estimulante? En cada caso, además de la sensibilidad de los periodistas para percibir qué es lo mejor para el receptor, debe contar su conocimiento de los receptores; y en toda circunstancia el criterio lo debe conformar una voluntad de servicio al lector, oyente o televidente. En ningún caso estas decisiones deben ser dictadas por un gerente que urge una mayor circulación o raiting. Esta sería una funesta y equivocada decisión ética.
Documentación
Se transmiten los incidentes violentos como se transmite un partido de futbol. Se reitera decenas de veces hasta magnificar detalles insignificantes, la escasa información de que se dispone. Los periodistas se implican en los sucesos de tal forma que no pueden cumplir bien su labor informativa. Se inventan lo que no saben, si la invención conviene al espectáculo. Y hasta se pretende informar en directo de los movimientos estratégicos de las fuerzas de seguridad. Con la circunstancia añadida de que los violentos poseen radios y televisiones para contemplar también en directo las acciones de la policía. El alto costo social y político que se paga al convertir la violencia en entretenimiento informativo es este: maquillar los verdaderos problemas sociales; desintegrar a la comunidad sembrando el descompromiso y la falta de seso; hacer aún más difícil de comprender el dolor y el sufrimiento de los hombres, poner en riesgo vidas humanas, difuminar la importancia ética de la violencia, tomar en serio lo que no lo es y convertir en trivial lo importante, herir los sentimientos de mucha gente; intensificar la violencia difundida para que no decaiga el espectáculo, desprestigiar a la información. Carlos Soria. La ética de las palabras modestas, U. Bolivariana de Medellín, 1997, pp 133,134.