Algunos colombianos confían más en los medios que en las autoridades a la hora de denunciar. ¿Cuál debería ser el balance entre el rol del Estado y el de los medios cuando los ciudadanos buscan soluciones?
Respuesta: Teóricamente los gobernantes, como voz del Estado, deberían garantizar con sus actos todo lo que el ciudadano espera de ellos y, por tanto, merecer toda su confianza para denunciar o para buscar soluciones. En la práctica los funcionarios son inferiores a la función que les corresponde y deben ser objeto de fiscalización – función de las contralorías y los órganos de control-. Al preveerlo, las democracias destacan el papel fiscalizador de la ciudadanía de modo que el Estado gana o pierde legitimidad según los resultados de ese permanente examen ciudadano. Se parte, pues, de un hecho: la legitimidad y credibilidad de un Estado no es un hecho dado; debe hacerse y consolidarse con las acciones de sus funcionarios. El otro hecho es que esa fiscalización y examen que hacen los órganos de control, los ciudadanos la ven y la esperan de los medios de comunicación que les dan información. Por tanto están más predispuestos a creer en los medios que en los funcionarios. Pero esta es una confianza que los medios y cada periodista, deben ganarse con un ejercicio diario de información generadora de confianza. El ciudadano, por tanto, espera y exige de los funcionarios el cumplimiento de sus funciones como servidores del bien común, pero mira a los periodistas como los que vigilan y verifican ese cumplimiento. Y esperan de ellos ese aval cuando tienen la certeza de que el periodismo es fiel a su papel profesional.
Documentación
La opinión pública interactúa con flujos de información. ¿Los grandes públicos son informados suficientemente, insuficientemente o ampliamente desinformados? La respuesta nunca cambia: la base de la información de las grandes masas es de una pobreza asombrosa y desalentadora. Que este sea el punto más débil y doloroso de todo el edificio – está en la base- muy rara vez se expresa pero se acepta fácilmente y todos están de acuerdo en la necesidad de remediarlo. Sin embargo, para encontrar una terapia es necesario antes hacer un diagnóstico, o sea, es necesario entender la naturaleza del problema. ¿Cómo explicar y a qué atribuir el desinterés, la desatención y, digámoslo, el alto grado de ignorancia del ciudadano medio? Así como esta pregunta, vieja de hace un siglo, también desde hace un siglo proponemos remedios y no es lícito fingir que se ignora. A los procesos de información se les acusa de tres cuestiones: Insuficiencia cuantitativa. Tendenciosidad Pobreza cualitativa La primera acusación puede ser cambiada, si acaso estamos inundados por demasiada información. La segunda acusación, la de tendenciosidad, es fundada pero casi siempre proviene de quien es más tendencioso o irrespetuoso de la verdad que todos por lo cual la acusación carece de autoridad. A este efecto la defensa se le deja al policentrismo, a un pluralismo de los medios en el que el mensaje contrarresta a otro mensaje y una tendenciosidad es neutralizada por su opuesta. La tercera acusación, sobre pobreza cualitativa de la información, es la más seria y lo peor es que la televisión la está agravando. Es conveniente establecer si todos los males mencionados serían superados por un nivel educativo más elevado y difundido. Giovanni Sartori: ¿Qué es la democracia? Altamir, Bogotá, 1994, p. 68 y 69