Un jefe de redacción decidió que los ataques con ácido contra las personas no serían noticia. Hubo una reacción de rechazo de los periodistas que alegan que el deber de informar la verdad de lo que sucede es la primera tarea del periodista. Se les opuso otro grupo ( 2 o 3) que decía que hay verdades que pueden hacer daño y que se deben callar. Y explicaban que informado el primer caso de ácido, se repitieron y multiplicaron los atentados. ¿Quién tiene la razón? R.- Muchos periodistas entiende su oficio como el de dar noticias, cuantas más sean y más interesantes, mejor porque así se responde a la curiosidad de los lectores, oyentes o televidentes. “Para eso estamos”, dicen.
Exigen la exactitud y por tanto la severidad a la hora de calificar y seleccionar las noticias porque la exactitud y la precisión son fundamentales al dar la noticia.
Sin embargo el periodista no se puede desentender del impacto social que producen sus noticias, y esto es tan exigente que puede darse el caso de que una noticia se silencie si se prevén consecuencias dañinas de su publicación.
La discusión entre estas dos opiniones es saludable porque aporta una comprensión más amplia y profunda sobre el papel del periodista y la naturaleza de la noticia. Así, si ser responsable es ser consciente del poder que el periodista tiene al dar noticias, no basta que sean verdaderas. Hay que agregar: ¿la verdad para qué? No es solo la verdad lo que le importa al periodista, es el impacto de esa verdad. Si su impacto es bueno, para intensificarlo; si se prevé un impacto dañino, para prevenirlo, reducirlo o impedirlo. La verdad, como se ve, no lo es todo.
Documentación
Parecería que se atenta contra un principio sagrado de la profesión: una noticia cierta debe ser publicada; las únicas restricciones aceptables son las de espacio o de la duración de la noticia.
Es un caso de debate entre las perspectivas del análisis ético –nacidas de Max Weber,- que se centran, la una en las convicciones o principios y la otra en las consecuencias o responsabilidad. Según la primera, debe procederse a informar lo cierto y conocido, sin atribuirse autoridad para decidir lo que es conveniente para el público y sin considerar ulteriores aspectos.
En la perspectiva de análisis, en cambio, se consideran las consecuencias o responsabilidades involucradas. Se lee en New Yorker: “Nuevo tipo de bomba enviada por correo” reza el titular de una publicación que cita fuentes londinenses que informaron sobre el procedimiento general para producir estos artefactos y sobre el enorme poder de destrucción del explosivo. Suponemos que esa es la libertad de prensa, con su lógica y ética propias, pero la prensa también es un medio para proveer información y en este caso se brinda información con pleno conocimiento de que existe una propensión casi universal a la locura, al desenfreno, al asesinato por capricho. Esta propensión durante los últimos años mostró al mundo, al mundo de los periodistas y de los lectores, su propia y mortífera lógica. ¿Basta decir que en ese caso cada cual cumplió con su tarea, el reportero, el editor, el director? En este momento lo ponemos en duda. Creemos que es necesario encontrar un método para manejar este tipo de ”noticias” que son noticias pero que también van más allá.
Raul J Palma :Revista Apertura # 65. Buenos Aires, enero 1997.
Consultorio Ético de la Fundación Gabo
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