El canal Fox News publicó íntegro el video de integrantes del ejército islámico quemando vivo a un piloto jordano. ¿Es eso ético? R.-Las normas de los manuales de estilo y las que se incluyen en los códigos de ética periodística que ordenan evitar “la descripción en forma inadecuada y sensacionalista de la violencia y la brutalidad” (Código de ética de Alemania), tienen una poderosa razón de ser: son imágenes que al difundir hechos de violencia pervierten la sensibilidad y deterioran los criterios relacionados con el respeto y valoración de la vida.
Repetidas, consolidan una actitud de indiferencia y frialdad frente al sufrimiento ajeno, que es la situación propicia para el abuso, el crimen y la degradación del sentido del otro, base de la ética y de la vida de los humanos en sociedad.
La repugnancia con que se miran esas imágenes, o el placer morboso de los aficionados a la realidad-horror, confirman el rechazo a la idea de un derecho de informar que sea absoluto y sin límite alguno. En efecto, es un derecho que tiene los límites que señalan los derechos de los demás, peor aún si la violación de esos límites que protegen valores como la dignidad, la intimidad y el respeto del otro, lleva a su desconocimiento en nombre de un buen negocio.
La difusión de estas imágenes como parte de una campaña pública les trae ganancias a los del canal emisor y a los autores; cumple el propósito de los que, al lado del verdugo, quieren enviar un mensaje de terror. El derecho de informar no puede convertirse en salvaguarda de tales propósitos.
Documentación
Desde siempre la virulencia de la mirada ha sido objeto de interrogación. Se encuentra una expresión de ellos ya en la mitología griega con la Medusa, cuyos ojos lanzan un fuego tan intenso que convierten en piedra a cualquiera que la mire. En un texto muy famoso “La cabeza de la Medusa” (1922) Freud se pregunta lo que ha podido conducir a los pintores y escultores a representar tantas veces esa cabeza de mujer decapitada y rodeada de una cabellera mecha de serpiente. Porque si bien es el símbolo de la victoria de un héroe que esgrime su trofeo, también cuenta con lo necesario para suscitar espanto y repugnancia. La respuesta es sencilla: mediante al representación artística el espanto y el asco son sublimados. El arte posee aquí una función bien establecida, permite a los hombres dominar y sublimar más precisamente sus miedos.
Pero cuando hablamos de videos de asesinatos, de violaciones, de tortura, nos encontramos ante varias ambigüedades ¿de qué tipo de representación se trata? ¿Estamos todavía en el marco de una representación? ¿Hay en este caso una forma cualquiera de sublimación? Por otra parte, estas preguntas no solamente conciernen a los videos propiamente dichos. También se refieren a sus espectadores. ¿Por qué mirar estas imágenes de asesinatos? ¿No estaremos recuperando una práctica bárbara antigua, la de los sacrificios humanos organizados con fines de espectáculo? ¿Acaso los videos que escenifican la muerte no corren el riesgo de producir una sociedad de la indiferencia en la que nadie se preocupa del otro?
Michela Marzano: La muerte como espectáculo. Tusquets Barcelona, 2010. P. 63