¿Es ético que un medio de comunicación publique fotografías de los cadáveres de personas asesinadas? La práctica periodística ética demuestra que todo material es publicable, si al periodista lo guían una intencionalidad de servicio público y un correcto manejo de los materiales gráficos.
Es conocida la propensión del periodismo sensacionalista a vender más ejemplares con la publicación truculenta de cadáveres. Caso en el que es clara la intencionalidad de vender periódicos mediante el aprovechamiento del morbo de los lectores y del uso burdo de las fotografías.
Pero cuando el periódico y el periodista tienen la clara intención de abrir los ojos de la sociedad al peligro que representan los asesinos, el uso de las imágenes será otro. No es una fotografía para el morbo y para vend, en que el principal elemento no será la imagen del cadáver, sino la reflexión política, o social o ética sobre este u otros hechos alrededor de los cadáveres.
Si la imagen venderá o no más ejemplares es asunto que se subordina al objetivo principal de enviar una señal clara y socialmente eficaz a los lectores.
Como se ve no se trata de impartir reglas tajantes y simplistas: “ no se deben publicar tales o cuales fotos”, se trata de decidir la forma de publicar, en beneficio de los altos intereses de los lectores.
Documentación.
A partir del momento en que el “derecho de ver y de saber” tiende a ser sacralizado y se extiende la idea de que la gente quiere mirar la realidad de forma integral, incluso cuando es macabra, ¿cómo defender el derecho de un ser humano a no verse privado de sí mismo, de su intimidad y simplemente de su pena?
Los profesionales de la imagen no pueden escapar a estas preguntas, no puedan parapetarse detrás del voyeurismo impúdico de los espectadores que piden más. Mostrar el asesinato de alguien no aporta nada, sólo unos escalofríos que la desgracia proporciona a los espectadores ávidos, que juegan a provocarse el miedo para sentir que están muy vivos. Los espectadores no obtendrán información suplementaria; mirar la tortura o el asesinato de alguien en directo, puede desestabilizar, repugnar., dejar indiferente, excitar, pero en ningún caso informar sobre la realidad.
La cuestión fundamental es la del estatuto de las imágenes que se muestran, evitando una doble trampa: la que consiste en alimentar el cinismo y la indiferencia, y la que consiste en caer en el mercado de lo compasional. En el fondo, los dos extremos acaban por unirse; la exhibición emocional, que consiste en instrumentalizar a la víctima reduciendo su drama a un espectáculo generador de emociones, va de la mano con la indecencia de estas imágenes que instrumentalizan a las víctimas y a los espectadores.
Michela Marzano: La muerte como espectáculo-Tusquets, Barcelona, 2010. Pp 99,100.
Consultorio Ético de la Fundación Gabo
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