Los habitantes de Bojayá que trasladaban los restos de sus muertos en un ataque guerrillero, no permitieron la presencia ni la actividad de los periodistas con el argumento de que ellos tienen derecho a la intimidad. Los periodistas alegan su derecho a informar y la libertad de prensa. ¿Cuál de esos derechos prima?
Respuesta:
La mayor confusión en casos como este, resulta cuando no se distinguen los distintos planos del problema y se pretende que hay unos derechos que son más derechos que otros.
Hay un plano que es el de los derechos individuales de las personas que exigen respeto por su intimidad (Este de la intimidad es el derecho a mantener parte de la vida personal fuera de las miradas ajenas). Las víctimas de Bojayá tienen todo el derecho a que su duelo no sea perturbado por miradas ajenas, sobre todo cuando se trata de situaciones tan íntimas como el llanto ante el cadáver de una persona cercana, o en cualquiera otra situación: el llanto es íntimo.
El periodista en su afán de captarlo todo y volverlo noticia olvida eso y traspasa las fronteras de lo íntimo para volverlo público. Ahí comienza el conflicto que se agrava cuando se invoca, la libertad de información a la que se le da el carácter de absoluto, y se olvida que no hay derechos ni verdades absolutas. Los derechos tienen fronteras, en este caso las que señalan los derechos ajenos. Esta es cita de Benito Juárez.
Este es, pues el primer plano.
El segundo es el de un derecho que es público. El traslado de los restos en Bojayá fue un hecho público, como lo fueron, la destrucción y matanza en la iglesia, la evacuación del pueblo, el día de la petición de perdón en las ruinas de la iglesia. Todos esos han sido actos públicos que, por serlo, pertenecen a todos. De todos fue la rabia y el dolor por la destrucción que hizo la guerrilla, de todos fue la alegría del perdón pedido, de todos fue la esperanza de que la vida de Bojayá continuara. En ninguno de esos casos la población tenía derecho a impedir la información. Conocer aquello es un derecho de toda la nación; por eso la prensa lo cubre, en cumplimiento de su tarea profesional: el periodista presta un servicio público. Una población que oculta su historia se aisla y lo que menos le conviene a esta población es aislarse cuando tiene necesidad de la solidaridad y la ayuda de todos. Además, y no es lo de menos, los silencios hacen prosperar, como ratas, los rumores estimulados por las preguntas: ¿Por qué quieren ocultar la matanza? ¿Por qué ocultar el traslado de los cuerpos? ¿Por qué, por qué? Cada una de esas preguntas o se responde con la verdad, o con mentiras. A nadie le convienen los secretos sin fundamento.
Cuando se miran estos dos planos del hecho es más fácil el juicio equilibrado y cercano a la realidad. Pero sobretodo, emerge la evidencia de que no hay unos derechos que anulan a los otros, sino una necesaria armonía entre ellos.
Documentación
La piedra de toque de los derechos humanos se llama armonía. La armonía de su coordinación, de su encaje puro y simple, de su integración, sin mutilaciones. No podía ser de otro modo. El derecho está llamado a ser armonía.
Resulta más fácil hablar de los derechos humanos aisladamente. Dar la impresión de que son entidades acotables que permiten su aislamiento y apenas sufren al trocearlas conceptualmente. No es así. Los derechos humanos tratados de esta forma corren el riesgo de desfigurarse, pueden perder su referencia última, se deshumanizan en este troceamiento.
Hablar de derechos humanos es hablar del hombre. Distinguir un derecho humano y otro, y otro más que se desgaja de otro anterior o condensa una nueva dimensión y refleja la forma humilde y zigzagueante de avanzar de la inteligencia humana. Es la manera analítica y coherente de hacer resonar todo lo que el hombre tiene recibido en su núcleo esencial.
Separados, los derechos humanos siempre tienen luminosidad, pero también se hacen parcialmente opacos. Se resienten en su separación igual que gime y se resiente el alma inmortal separada del cuerpo del hombre tras la muerte.
El desafío intelectual mayor, ético y jurídico es siempre coordinar los derechos humanos. Y el esplendor mayor también. Y también el origen de las mayores dificultades. El reto es, por ejemplo coordinar el derecho a la información, el derecho a la vida, el derecho al honor, el derecho a la intimidad y vida privada, el derecho a la propia imagen. Ante este desafío se estrellan algunos razonamientos aparentemente sólidos, o se hacen incoherentes o saltan en pedazos viejos planteamientos históricos.
Carlos Soria: La ética de las palabras humildes. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín, 1997 p.43, 44.