Throwing stones at the moon, de Sybilla Brodzinsky y Max Schoening

Throwing stones at the moon, de Sybilla Brodzinsky y Max Schoening

El libro es una propuesta editorial completa. Cuida cada detalle de la edición, para que los lectores tengan las herramientas para leer un libro de 23 historias de vida complejas, sin perder de vista las explicaciones en torno a un conflicto que se ha metamorfoseado con el tiempo.
Sybilla Brodsinsky en el Hay Festival Cartagena. Álvaro Delgado/Archivo FNPI
David Lara

La guerra en Colombia ha ocasionado más de cuatro millones de desplazados, según reportes de la Agencia Colombiana de Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR. La frialdad de una cifra deja a los desplazados sin voz ni relatos. Darles su voz es eso lo que propone Throwing Stones at The Moon, al entregar 23 narraciones con víctimas del conflicto interno en Colombia, que cuentan no solo sus tragedias sino también las reflexiones en torno a la guerra, el dolor y el sufrimiento.

Sus editores anuncian su propósito: explicar al lector extranjero las dinámicas del conflicto colombiano. El testimonio, que es el recurso menos explicativo, para cumplir con su objetivo, logra en este texto conectar personalmente con el lector y presentar otras herramientas de contexto que ayuden a entender las situaciones que presenta.

El uso recurrente del testimonio aparece en América Latina a finales de los años sesenta como la voz de la verdad. Promovido como una forma alternativa de relatar sin la intervención de los periodistas, o la manipulación de los medios. Sin embargo, las posibilidades de comprender un  testimonio lleno de expresiones locales, giros del lenguaje y palabras en clave, deja abierta la posibilidad de interpretar. Por eso el esfuerzo de los editores de Throwing Stones at The Moon para que sus lectores tengan herramientas de comprensión se ve en cada detalle del libro. Realizan los editores una presentación sobre la situación que ha vivido Colombia desde los 60 hasta la primera década de 2000. El testimonio solo, resulta insuficiente para comprender una guerra llena de aristas y visiones. Por eso entregan al lector otros  elementos con el fin de hallar los contextos, que ayudan a ampliar la comprensión sobre las vivencias narradas.

Al finalizar los 23 relatos, hay un apéndice que contiene tres artículo de contexto uno de Winifred Tate (académico)  sobre formación de guerrillas y paramilitares, hasta su desmovilización; uno de Adam Isacson (asesor en temas de seguridad), sobre el Plan Colombia y su consolidación; y Nadja Drost (periodista), sobre las acciones estatales en torno al desplazamiento. Además un glosario con 40 términos usados regularmente, y una línea de tiempo que va desde el 9 de abril de 1948, hasta el 23 de marzo de 2012, cuando un padre y su hijo, son desaparecidos, supuestamente, por la banda de las Águilas Negras, nueva forma de paramilitarismo, como referencian los autores.

Cuando las generalizaciones sobre la barbarie, la violación de derechos humanos o las injusticias son contantes referencias sobre el conflicto, Trowing stones at the moon, les pone rostros y nombres. Más que testimonios de un hecho específico son relatos de vida que muestras las transformaciones de seres humanos antes hechos de dolor generados en medio del conflicto. Ricardo Sierra cuenta cómo, después del funeral de su sobrino, asesinado por paramilitares se pregunta por qué le pasó eso a la familia, y uno de sus hermanos, Carlos, lo abraza y le dice: “Papi, this is the war that Colombia lives every day, and today it´s our turn to suffer” (Papi, esta es la guerra que Colombia vive todos los días, y hoy es nuestro turno de sufrirla). El lector podrá entender que más allá de los sesudos análisis sobre una realidad compleja, las historias de esos seres humanos puede sensibilizar más que los reportes o investigación sobre la misma problemática. En ese sentido el libro cumple un objetivo que va más allá del propuesto por sus editores.

La crueldad también se mezcla con acciones y nociones de la cultura colombiana. Las cuales son explicadas en notas de pie de página, que son formas de presentar nuestras creencias, acciones y prácticas culturales, y otra herramienta para aportar contextos a las historias narradas.

Rodrigo Mejía, cuanta que una mañana, luego de haber tenido una conversación con integrantes de la FARC, sintió mucho miedo, y se levantó a tomarse un vaso de agua de azúcar, la nota explica al final de la página que es común en Colombia, especialmente en las zonas rurales, tal práctica para calmar los nervios. En el mismo relato Rodrigo es atacado a machete por un guerrillero que le corta su brazo derecho. Para detener la sangre que mana de su extremidad le pusieron café molido sobre la herida, el pie de página explica, que el café molido se usa como remedio para pequeñas cortaduras.

Si bien el libro se publica en inglés, en los testimonios se quedan palabras como suero, traqueto, porro, godo, cuchita, vacuna, salchipapita que dan al relato matices propios del lenguaje de cada región que siempre son explicados con claridad por sus editores.

El libro es una propuesta editorial completa. Cuida cada detalle de la edición, para que los lectores tengan las herramientas para leer un libro de 23 historias de vida complejas, sin perder de vista las explicaciones en torno a un conflicto que se ha metamorfoseado con el tiempo.

Con el prólogo, escrito por Ingrid Betancur, plano, pretencioso, y pontificador, cumplen los editores con presentar a una persona reconocida, víctima de la violencia, cuya liberación la hizo la víctima más reconocida en Europa y Estados Unidos, lugares a los que el libro aspira a llegar con fuerza.

Estos relatos de vida que presenta Trowing Stones at the Moon es un libro compacto, elaborado con equilibrio, que pensó en las regiones, en las víctimas y los victimarios, en mapas de las zonas referenciadas, es decir en descargar a los lectores de esfuerzos adicionales para que solo se siente y escuchen estos relatos de 23 colombianos desplazados por el conflicto.

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