Cartagena, Barranquilla y Aracataca marcaron la obra periodística y literaria de Gabriel García Márquez. Estas tres ciudades, en las que Gabo inspiró su universo macondiano y desde las que escribió columnas de opinión e hizo periodismo diario, conforman la ruta que recorren los 15 reporteros de 11 países seleccionados a la Beca Gabo de periodismo cultural. Del 26 de abril al 3 de mayo, bajo la guía de cuatro maestros internacionales, exploran la relación entre periodismo y ficción tomando como mapa Cien años de soledad.
Te invitamos a leer estos fragmentos en los que revivimos los días de Gabo en Cartagena, Barranquilla y Aracataca:
Cartagena, noches de inspiración
Con una maleta de mano y cuatro pesos, García Márquez llegó a Cartagena, a los 21 años, huyendo de la violencia desatada en Bogotá tras el asesinato del líder político Jorge Eliécer Gaitán.
“Al final de una jornada de tumbos mortales por una carretera de herradura, el camión de la Agencia Postal exhaló su último aliento donde lo merecía: atascado en un manglar pestilente de pescados podridos a media legua de Cartagena de Indias. «El que viaja en camión no sabe dónde se muere», recordé con la memoria de mi abuelo. Los pasajeros embrutecidos por seis horas de sol desnudo y la peste de la marisma no esperaron a que bajaran la escalera para desembarcar, sino que se apresaron a tirar por la borda huacales de gallinas, los bultos de plátanos y toda clase de cosas por vender o morir que les habían servido para sentarse en el techo del camión. El conductor saltó del pescante y anunció con un grito mordaz:
—iLa Heroica!”
(Tomado de Vivir para Contarla).
Gabo planeaba hospedarse en la Pensión Suiza, en el centro amurallado, donde creía que lo esperaban sus compañeros de pensión de Bogotá, pero sin el dinero suficiente para pagar, terminó pasando su primera noche “en un calabozo para seis y sobre una estela fermentada de sudor ajeno”.
Tras superar la logística de las primeras noches, empezó a trabajar como reportero en el diario El Universal, donde publicó su columna Punto y aparte durante un año. La primera publicación la dedicó a describir el ambiente que vivía la ciudad en medio del toque de queda. Puedes leerla aquí. El joven periodista también escribió una reflexión íntima sobre la violencia en un texto que puedes consultar aquí.
La obra literaria
Cartagena también fue la ciudad donde Gabo ambientó dos de sus novelas más conocidas: El amor en los tiempos del cólera y Del amor y otros demonios. Personajes como Sierva María de Todos los Ángeles, Florentino Ariza, Fermina Daza o Juvenal Urbino son producto de los recorridos que hacía todas las noches por la ciudad. Este último, según su hermano Jaime, no es más que la mezcla de tres médicos cartageneros que ‘Gabito’ conoció.
Barranquilla, la Macondo urbanizada
Ubicada a menos de dos horas de Cartagena, es la ciudad a la que García Márquez definió como una “Macondo urbanizada”. Fue allí donde hizo parte del llamado ‘Grupo de Barranquilla’, junto otros jóvenes amantes de las artes y la fiesta, entre ellos el escritor Álvaro Cepeda Samudio y el pintor Alejandro Obregón, que se reunían a hacer sus tertulias de literatura y ron en el bar La Cueva. (Heriberto Fiorillo sobre La Cueva, El Tiempo).
Así evoca Héctor Abad Faciolince los días de Gabo en Barranquilla, en el texto El feliz mamagallista desdichado, que hace parte del libro Gabo periodista:
“Debo referirme (…) al sabio catalán Ramón Vinyes, a José Félix Fuenmayor y a “ los mamadores de gallo de La Cueva. Los dos primeros eran personas mayores, de una generación anterior, y ambos tenían ya un pesado bagaje de vida, de lecturas y de trabajo creativo y editorial. Ellos representaron para el Gabito de entonces un ancla segura de madurez y serenidad. Los amigos de su generación (Álvaro Cepeda Samudio, Alejandro Obregón, Alfonso Fuenmayor, Germán Vargas y, más esporádicamente, Álvaro Mutis) fueron otra cosa, más asociada a la bohemia que a la madurez: las farras, las casas de citas, la conversación, las noches en vela hablando de literatura, los libros devorados, las discusiones políticamente interminables, los bares, los cines, los cafés, los cigarrillos y el ron”.
En Barranquilla, el Gabo periodista se convirtió en ‘Septimus’, el seudónimo con el que firmó su columna La Jirafa, publicada en El Heraldo de 1950 a 1952. (Relatoría del taller Crónicas de la Barranquilla de García Márquez, con Jon Lee Anderson)
Aracataca, la cuna
Este pueblo bananero fue el lugar donde nació y vivió hasta los ocho años el hijo de Luisa Santiaga y Gabriel Eligio, mejor conocido como el telegrafista de Aracataca. Hoy, en cada rincón del pueblo se preserva su legado, desde la tienda La Hojarasca, pasando por la Biblioteca Remedios la bella y terminando en la vieja casa de sus abuelos, convertida hoy en museo y centro cultural. (Revive la charla Historias de Aracataca, Sucre y Macondo en la Feria del Libro de Bogotá).
“El día en que fui con mi madre a vender la casa recordaba todo lo que había impresionado mi infancia, pero no estaba seguro de qué era antes y qué era después, ni qué significaba nada de eso en mi vida. Apenas si era consciente de que en medio del falso esplendor de la compañía bananera, el matrimonio de mis padres estaba ya inscrito dentro del proceso que habría de rematar la decadencia de Aracataca. Desde que empecé a recordar, oí repetirse –primero con mucho sigilo y después en voz alta y con alarma– la frase fatídica: ‘Dicen que la compañía se va’. Sin embargo, o nadie lo creía o nadie se atrevió a pensar en sus estragos.”
(Tomado de Vivir para contarla).