La periodista Alejandra de Vengoechea, maestra invitada a la Beca Gabo de periodismo cultural 2019, lleva más de 25 años en el oficio. Nació en Bogotá, lugar donde comenzó su carrera como reportera en el diario El Tiempo.
Aunque gran parte de su experiencia la ha adquirido en la corresponsalía internacional, cubriendo guerras y conflictos en lugares como Irak y Afganistán, reconoce que los temas culturales sobre los que ha escrito le han dejado enormes satisfacciones y son los que sus lectores agradecen más. Para ella, la cultura está en el territorio, la comida, las maneras de hacer, de vivir. Allí están las grandes historias, no en el número de heridos o muertos que deja una confrontación.
Durante los cinco días de la Beca Gabo leyó y releyó los textos de los becarios para luego dar su visión, no solo como la lectora entrenada que es, sino como la editora que aprendió a darle forma a los textos con Gabriel García Márquez, cuando era periodista de la revista Cambio.
Con Alejandra de Vengoechea conversamos sobre el oficio de editar, cortar, pulir, reestructurar y sobre las enseñanzas que heredó de Gabo, las cuales aún ella usa, pero también propaga como si se tratara de un compromiso eterno con el legado del maestro.
Antes de comenzar con las enseñanzas de Gabo sobre la edición de los textos, me gustaría saber cómo lo conociste.
En 1994, trabajaba para El Tiempo, y me mandaron a México, al DF para una elección presidencial. Mi jefe, Enrique Santos Calderón, me llamó, me explicó lo que debía hacer y me dijo que me iba a entregar un contacto en México, y que lo llamara. Me lo entregó, recuerdo, un papelito de color amarillo que decía Gabriel García Márquez, con un número. Cogí mi papelito, me lo guardé y llegué a México. Me fui al hotel y me dije: “¿Yo, llamar a Gabo en México? Enrique está loco”. Yo no tenía ninguna experiencia como corresponsal internacional. La situación era compleja; habían matado a un candidato de apellido Colosio. México estaba conmocionado. Me fui al hotel, Colonias de Chapultepec, no se me olvida. No sabía qué tenía que hacer, y un colega me dijo: “Mira, cómprate diariamente todos los periódicos, los lees y refritas la información, y listo”. Bueno, eso me puse a hacer. Me decía: “Así que el periodismo es esto. Qué tristeza, qué irresponsabilidad”.
Me sentía una fracasada. Como al octavo día, recibo una llamada, y era Gabo. Me dijo: “Ajá, ¿y tú por qué no me has llamado? Tú tienes mi teléfono en un papelito. ¿Qué pasó? ” Le dije la verdad. Una peladita (muy joven) de 24 años... llamar a un Nobel. No, eso nunca. Y me dijo: “En 10 minutos estoy en tu hotel, porque vivo aquí al lado”. Y así fue. Llegó como un papá, me llevó al bar, me pidió un ron doble y me preguntó qué pasaba. Me puse a llorar y a llorar. Le dije que me sentía frustrada con el periodismo que estaba haciendo. “Esto lo vamos a arreglar”, dijo. Me presentó enseguida a varios editores de periódicos mexicanos y así pude escribir unas mejores crónicas.
¿En qué momento comienzas a trabajar con Gabo?
En el año 1999. Gabo compra la revista Cambio. Yo estaba trabajando para esa revista. Él viene, se acuerda de mí por la situación en México y dice me que va a enseñar a organizar el material. Saca una hoja y comienza a hacer unos cuadritos.
Primero —decía Gabo— arrancas con una pregunta que le vas a responder al lector, después vas a buscar las fuentes que te van a responder esa pregunta. Así te vas llenado de información que organizas en el cerebro. Él iba haciendo unos cuadritos y armaba un tapete de información.
Me enseñó a estructurar. Va el título, que te resume el enfoque; va el lead, el comienzo, con el que el lector debe quedar hipnotizado. Con Gabo nos ocupábamos todo el día del lead, porque si tú en el lead pierdes al lector, entonces para qué escribes.
Después me enseñó lo que llamaba el párrafo nuez, el segundo párrafo, en donde tenía que responder la pregunta enunciada en el título. Esas fueron las dos primeras enseñanzas: armar la información, organizarla, y luego estructurarla en el texto. Ahí estaba todo.
Luego, cuando ya teníamos todo listo, comenzaba una lectura minuciosa: “Quítame ese gerundio que suena horrible, cambia ese adjetivo, dame un sinónimo, borra esa línea, cambia esa palabra”. Así llegábamos a un texto poético, limpio, pulido y que rodara como una película.
En la segunda sesión de la Beca, presentaste el dibujo de una hamburguesa, que representaba esas enseñanzas de Gabo. ¿Podrías contarme cómo llegaste a ella?
A Gabo le gustaban las salchichas. Entonces él decía: un texto es como una salchicha: debes primero saber a dónde vas a llegar, así que tienes que anudarla abajo. Cuando ya la tienes bien amarrada, comienzas a meterle la carne, el perejil, la papa, que es todo lo que uno consigue en la reportería, y después la amarras arriba y ahí está la salchicha.
Tú no puedes comenzar un artículo si no sabes a dónde vas a llegar. A mí la salchicha no me gustaba mucho y la transformé en hamburguesa. Con esa estructura de la salchicha, o la hamburguesa, que es lo mismo, sigo trabajando para no andar angustiada y es la que enseño en la Universidad de Los Andes, donde soy profesora.
¿Qué otro elemento, más allá del trabajo de reportería, destacas en esa cercanía con Gabo, que aún usas y propagas?
Sin duda el tema de la ética. Me la enseñó de una manera soberbia. Resulta que dada esa relación, muchos medios del mundo me pedían que escribiera sobre cómo es trabajar con Gabo, y te ofrecían unos pagos buenísimos. Realmente tentador, en especial en este oficio en el que los pagos son muy malos o nadie te quiere pagar por un artículo.
Aquí viene la idea de los principios y los valores que se aprenden en casa. Le pregunté a Gabo, le conté lo del ofrecimiento, todo. Me dijo: “tú tienes información que nadie en el mundo tiene. Eso no es justo ni correcto; tú eres una periodista privilegiada”. Con esas palabras, obviamente, era una negativa.
Una semana más tarde, estábamos trabajando juntos. Me quedó mirando y me dijo: “Sabes qué… Escribe sobre tu experiencia en Cambio, pero solo temas de periodismo, nada más, y escribí el artículo titulado El periodismo de Gabriel García Márquez.
Esas son tres enseñanzas son fundamentales: la manera de hacer reportería, la forma de estructurar el texto,y la visión ética que hay que tener siempre que uno aborde un trabajo. Tengo otras enseñanzas que Gabo me dejó, pero creo que esas tres son fundamentales.
Sobre la Beca Gabo de periodismo cultural 2019
La Fundación Gabo y el Ministerio de Cultura de Colombia organizan, con el apoyo de la Universidad Jorge Tadeo Lozano y Critical Minded, la séptima edición de la Beca Gabo de periodismo cultural, que se realiza en Cartagena, Colombia, del miércoles 27 de noviembre al domingo 1 de diciembre de 2019. La Beca Gabo reúne durante la 11ª. edición del Mercado Cultural del Caribe a 15 reporteros de 11 países, bajo la dirección de los maestros Héctor Feliciano y Jonathan Levi, y los maestros invitados Alejandra De Vengoechea y Jason King. El objetivo es profundizar en la carpintería de los géneros con los que se construye cotidianamente el periodismo cultural, principalmente el reportaje y el comentario de opinión.