En este blog crearemos un espacio para reflexionar acerca de los retos y dilemas éticos que las conversaciones del gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC, representan para los periodistas que cubren este proceso. La idea es crear un punto de encuentro que nos sirva para lograr una cobertura útil y responsable de una coyuntura que resulta clave para el país.
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En su primera visita a Colombia el periodista bosnio Refik Hodzic estaba sorprendido por lo mucho que se hablaba de justicia transicional en Colombia. Hodzic, que es el jefe de comunicaciones del International Center For Transitional Justice (ICTJ, por sus siglas en inglés), una de las organizaciones mundiales con mayor experiencia en esta materia, estaba aterrado por una segunda cosa: lo mal que los colombianos, a juzgar por la prensa, estábamos entendiendo el tema.
“La justicia transicional no es impunidad, ni una justicia blanda. Se trata de un conjunto de medidas de reparación, verdad y reformas institucionales que un país utiliza para tratar con las atrocidades que lega el conflicto”, dijo Hodzic quien reconoció que Colombia es sui generis por estar adoptando estas medidas con un conflicto todavía vigente.
El experto internacional le atribuyó las distorsiones sobre la justicia transicional al debate político. Y si observamos con claridad, es cierto. Cuando se habla de justicia transicional terminamos hablando de penas alternativas o rebajas de penas. Y éstas como conceptos aislados del contexto, nos remiten de inmediato a la temida impunidad.
Por lo tanto hablar de unas medidas, sin relación con otras que equilibren los pesos y contrapesos de la ecuación paz y justicia, puede achatar la comprensión del problema.
Un segundo aspecto que destacó Hodzic es que cada país desarrolla y encuentra los mecanismos que de acuerdo con su realidad le sean útiles para pasar del conflicto a la construcción de la paz. En Colombia ese proceso apenas comienza. El Marco Jurídico para la Paz (una reforma constitucional que le permite al Ejecutivo y a la justicia adoptar una serie de medidas que permitan que se llegue a la paz sin menoscabar los derechos de las víctimas) sienta las bases de lo que podrían ser estos instrumentos, pero éste ni siquiera está reglamentado. Y existen medidas, como cambios institucionales, o Comisiones de la Verdad que no se han contemplado todavía, pero que muy posiblemente sean parte de un debate futuro.
En el mismo sentido de Hodzic se pronunció recientemente Humberto de la Calle, el jefe de la comisión del gobierno que adelanta conversaciones en La Habana. En un artículo de prensa hizo una extensa reflexión sobre la teoría de “tragarse el sapo” que ha sido la frase predilecta de los periodistas para hablar de las fórmulas de justicia que se aplicarán para hacer posible la paz.
De la Calle explica en su artículo cómo la justicia transicional es aplicación de justicia y no la abdicación a ella. Y cómo elementos como la selectividad (esto quiere decir que solo se juzgarán los crímenes más graves y los miembros de las organizaciones que cometieron los peores actos durante el conflicto), contemplada en el Marco Jurídico Para la Paz, más que constituir impunidad, lo que hacen es facilitar el esclarecimiento de los crímenes cometidos durante la guerra.
Nos recordó además que la justicia transicional, a diferencia de la penal, pone su centro también en las víctimas y eso no es irrelevante.
Ambas reflexiones son pertinentes porque nos recuerdan que la justicia transicional es un concepto nuevo entre nosotros, y que no lo podemos usar a la ligera. Es necesario comprenderlo muy bien. En segundo lugar, que es un concepto en construcción en este proceso de paz; y en tercer lugar, que si se deja al vaivén de los calificativos de los políticos, le haremos un flaco favor a nuestro público que son, finalmente, los ciudadanos.
Que la justicia transicional es sinónimo de impunidad es el verdadero sapo que no nos podemos tragar.
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