Entrevista a un asesino: 8 consejos éticos que salvan vidas
4 de Octubre de 2014

Entrevista a un asesino: 8 consejos éticos que salvan vidas

Entrevistar y escribir sobre asesinos es la clara muestra de cómo la estrecha relación entre ética y profesionalismo es la clave para contar historias rigurosas, con sentido de servicio público y que sirvan para salvar vidas, incluso la del mismo periodista.
Red Ética

Entrevistar y escribir sobre asesinos es la clara muestra de cómo la estrecha relación entre ética y profesionalismo es la clave para contar historias rigurosas, con sentido de servicio público y que sirvan para salvar vidas, incluso la del mismo periodista.

Óscar Martínez, periodista salvadoreño, es el coordinador del equipo de Sala Negra, un proyecto del diario digital El Faro, que está enfocado en narrar la cultura de la violencia, el crimen organizado y la problemática de pandillas y cárceles en Centroamérica.

Con base en su experiencia, Óscar nos comparte algunos consejos éticos, prácticos y profesionales para hacer una cobertura seria, responsable y segura de estos temas. Para Óscar, la respuesta corta a muchos de estos dilema es “reportear y escribir bien la investigación”, pero evidentemente, esta responsabilidad se acentúa cuando se trata de escribir sobre periodistas. Por eso nos comparte estos consejos:

1. Nadie cuenta nada interesante a quien no lo conoce. Nadie revelará sus secretos, sus miedos, sus motivos al típico periodista que inicia sus entrevistas con el acartonamiento de un presentador de televisión: “Su nombre completo, por favor”. Nadie le describirá su sadismo al ingenuo periodista que se acerque sin entender al menos un poco de las lógicas criminales que rodean a su personaje: “Entonces, en la Mara 18… Ah, no es mara… Ah, ¿solo la Salvatrucha es mara? ¿Entonces ustedes qué son? Ah, pandilla. ¿Y cuál es la diferencia?”. Creo – y también creo que esto aumenta en el caso de los criminales- que nadie da una buena entrevista si no se siente un poco amenazado por el conocimiento del entrevistador. Esa amenaza es a veces una afrenta (usted miente), a veces es una complicidad válida (los dos sabemos que eso no es así, y sonreímos a la vez) y a veces es solo un aprieto para el entrevistado, cuando la respuesta es un silencio o un insulto, y uno como periodista sabe que esa respuesta era mejor que cualquier otra.

2. Nunca entrevistés a nadie si creés que las condiciones de la entrevista (el tiempo, el lugar, las personas que estarán) no permitirán que increpés al entrevistado. En el caso de un asesino –por razones obvias- esto debe estar medido. No es lo mismo increpar a un diputado en su oficina que a un asesino en su casa. Y es una responsabilidad ética increpar a ambos.

3. El tono de lo que ocurrió debe ser el tono de lo que se publicó. En muchas ocasiones, los periodistas traducen lo que pasó en la entrevista a un tono de publicación que los presenta como entrevistadores más valientes, más sagaces, más directos. Donde dijeron: “disculpe, pero hay gente que dice que no fue así”; traducen: “usted miente. No ocurrió así”. Evidentemente, estar frente a un asesino reduce las ganas de hacer algunas preguntas con cierto tono. Uno puede entonces tener una mala entrevista. Si da el paso siguiente e imposta un tono a la hora de publicar, no solo incumple una regla ética del oficio, sino que se pone en mayor riesgo. Hay pocas cosas más peligrosas para un periodista que un criminal que se sienta timado. En mi experiencia, un criminal, aunque quede mal en la publicación, respeta lo publicado si uno fue claro y directo durante la conversación. Si uno no inventó. Una cosa es editar una entrevista para que el lenguaje sea comprensible al lector y para que la plática quepa en una publicación. Otra cosa muy diferente es escribir una conversación diferente a la que ocurrió para favorecer la imagen de uno mismo.

4. Cada quien en su lugar. A veces nos resulta cómodo en entrevistas permitir que el corrupto, el narco, el asesino, se olvide un poco de que lo entrevistamos por corrupto, por narco, por asesino. A veces, parece conveniente que se sienta víctima, ser condescendientes con él para que suelte la sopa. Nosotros jugamos el papel de escuchas altruistas y el asesino juega el papel de víctima catártica. Es, a parte de un error ético, una estupidez. Cuando un asesino abandone su papel de asesino y se sienta como víctima y nada más mientras recuerda su pasado, no está de más recordarle en algún momento que se le entrevista como asesino también, no solo como un niño abandonado. Ese recordatorio inteligente, sostenido durante la conversación, tendrá que saber administrarlo el periodista con sentido común, y para eso no hay fórmulas que dar. Sin esos recordatorios, lo que escucharemos será una versión sencilla, sin matices, un solo lado de la historia. Escucharemos probablemente los motivos y muy poco de las consecuencias.

5. El desagradable recordatorio. Como los asesinos no tienen agentes ni oficinas de prensa, los acuerdos a veces se desvanecen. A veces, como las conversaciones ocurren en montes, en marginales, en cárceles, parece que todo, cada palabra de su boca puede ser nuestra. A veces, como no se habla con ellos una vez, sino cuatro o cinco o veinte, parece que el acuerdo inicial de que todo es publicable quedó sellado en piedra y es recordado tras cada palabra. En mis entrevistas con asesinos, muchas veces he tenido que recordarles una y otra vez que esa conversación mientras tomamos cervezas en un lupanar es una entrevista, y que lo que él diga ahí yo lo utilizaré para publicar si me da la gana. Es sorprendente la capacidad que tienen para olvidar una y otra vez ese acuerdo.

6. ¿Quién te dijo que estás listo para cubrir estos temas?… Debe haber una duda que se comporte como gota china, pero esa duda debe ser más recurrente en el que empieza. ¿Vos podés entrevistar a la madre de un asesinado? ¿Vos tenés la firmeza para no dejarte seducir por un asesino? ¿Por qué querés cubrir esto? ¿Te interesa describir un hecho sangriento o de verdad hay un trasfondo que vas a explicar al describir ese hecho violento? Si no tenés respuestas para vos mismo, muy probablemente sea irresponsable que cubrás estos temas.

7. Creo que debés tener una idea muy clara si vas a empezar un tema de largo aliento donde haya asesinos, violencia, narcos. Digo de largo aliento, porque es ahí donde viene la mayor cantidad de dilemas éticos. Creo que si no sabés responder por qué vas a contar esa cosa sangrienta, no deberías contarla. Porque si lo hacés sin esa respuesta, tu respuesta es: porque tiene morbo esa cosa sangrienta. Creo que esa idea clara de lo que vas a revelar a través de esa violencia es un párrafo que siempre estará a tu lado en la mesa. Es un párrafo-sinópsis que leerás una y otra vez. Y lo leerás sobre todo cuando des voz a los violentos. Y entonces descubrirás si eso camina en el sentido de lo que pretendías revelar o si solo te gustó, te pareció fascinante, y entonces lo escribiste. Y entonces, al menos no podrás decir que no fue una decisión consciente. Ese párrafo-sinópsis puede cambiar una y otra vez en cada recodo de tu investigación, pero siempre debe estar presente.

8. No lo hagás sin un editor. Hacerle eco a los mensajes narcos es quizá el menor de tus dilemas. Podés matar a alguien. Podés absolver a alguien. No lo hagás sin un editor en quien confiés. Y, si no tenés a ninguno en el que confiar, hacelo clandestinamente, y dáselo a alguien en quien confiés. Tu criterio no será buen criterio cuanto salgás de esos fangos. Necesitás, más que nunca, a alguien limpiecito.

3 posiciones inamovibles a la hora de pactar condiciones para entrevistar a un asesino

1. Que la agenda de temas a tratar no la decida el prófugo.

2. Que sus condiciones no me pongan en un riesgo irracional (porque riesgo siempre habrá)

3. Que el prófugo revele cuál será el escenario de la entrevista (tiempo, lugar, condición de off u on the record), que no sea un secreto hasta el momento de tener la conversación.

Más sobre Óscar Martínez: Periodista. Coordinador del proyecto Sala Negra de Elfaro.net dedicado al periodismo en profundidad en temas de violencia en Centroamérica. Es autor del libro de crónicas Los migrantes que no importan, coautor del libro de crónicas Jonathan no tiene tatuajes y sus crónicas han sido incluidas en importantes antologías. En 2008 recibió en México el Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez. Ha realizado coberturas en Colombia, México, Centroamérica, Estados Unidos e Irak.

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