La isla de Barú y Ciudad del Bicentenario están a poco menos de 50 kilómetros de distancia, algo así como un trayecto de una hora en carro. Hay que atravesar Cartagena de sur a norte -o viceversa-, pasar por su zona industrial y atravesar toda la península para llegar de un lado a otro. Aparece una ciudad de beat más urbano, que late al ritmo del freestyle -un estilo libre para componer canciones y bailar-, de calle: la de Ciudad del Bicentenario; y otra más caribeña, insular, movida por el mar que tiene de frente: la de Barú.
Tienen en común no solo el territorio cartagenero que comparten, sino la iniciativa juvenil que acogen. Estos vecindarios cuentan con colectivos de comunicaciones que narran la cotidianidad de estos sectores, lo que allí ocurre, y, sobre todo, con un tono hiperlocal que le da preponderancia a las necesidades e intereses de estas comunidades.
El colectivo de Barú (Cocosabara Afroproducciones - Colectivo de Comunicación de Santa Ana, Barú y Ararca) nació en 2019. Alcanzaron a hacer pinitos, pero entró la pandemia y no siguieron avanzando en el proceso; sin embargo, traían algo importante: motivaciones e interés de contar sus propias historias. Los jóvenes de Ciudad del Bicentenario recién empiezan. “Vienen de cero, pero con muchas ganas de aprender, de hacer cosas nuevas y diferentes. En todos veo cómo avanzan a pasos agigantados con un compromiso y motivación que me tiene a mí misma muy emocionada”, cuenta Roxana Osorio, la docente y guía que los acompaña gracias a la alianza entre la Fundación Gabo y la Fundación Santo Domingo, entidades que decidieron continuar jugándosela por estas iniciativas comunitarias y fortalecerlas en sus competencias comunicativas.
Y es que, desde hace 3 años, la Fundación Santo Domingo acompaña a los jóvenes de estas comunidades para llenar el vacío de información: para que sean ellos quienes cuenten, de viva voz, lo que sucede en sus cuadras, en sus barrios. Fue así como, con la idea de que los adolescentes adquirieran las herramientas y potenciaran sus capacidades para afinar sus procesos de comunicación comunitaria, que la Fundación Santo Domingo se interesó por buscar un aliado con experiencia en formación, especialmente después de la pandemia. Entonces pensó en la Fundación Gabo, con una impronta de más de 25 años capacitando a periodistas y comunicadores en Hispanoamérica.
Así lo hacen
Osorio, con su perfil de comunicadora, gestora y docente con más de 10 años experiencia en el diseño, la gestión y ejecución de proyectos de comunicación comunitarios con enfoque étnico, de género e inclusivo, con una mirada apreciativa del arte y la cultura como generadoras del cambio, fue la elegida para acompañar este proyecto en alianza, que busca consolidar los colectivos de comunicación que son pieza clave para el cambio social en sus comunidades y en su entorno más cercano. La trayectoria de Roxana, en sus palabras, le “permite conectar con esta alianza que une los objetivos de las dos fundaciones para el cumplimiento de un propósito en común: contar las historias de sus territorios para fortalecer su identidad, mejorar la autoconfianza, desarrollar y reconocer sus capacidades para enfrentar los retos de la vida diaria”.
Con toda la energía, desde abril visita a los chicos y chicas una vez a la semana. Va todos los jueves a Ciudad de Bicentenario y los viernes a Barú. Y lo hará así hasta noviembre, en una cita semanal ineludible. “Son espacios que varían en sus actividades. En ellos fomentamos la experiencia teórico - práctica, observamos las fortalezas y competencias comunicativas de las chicas y chicos, creamos dinámicas que incentiven el trabajo en equipo y el liderazgo de centro vacío. A veces tenemos invitados que inspiran a los participantes con sus experiencias y conocimientos. ¡Es muy divertido!”, relata Roxana.
Entre las actividades que desarrollan en conjunto se pueden contar los cine foros con enfoque de género y diversidad; talleres de reportería con personajes reconocidos del territorio y de inducción a plataformas digitales, así como de fotografía y video; y sesiones de desarrollo de perfiles de los participantes, para que cada uno se vaya enfocando en sus intereses. En una y otra comunidad se abordan las mismas temáticas, técnicas y herramientas, para que su avance en el uso del lenguaje sea transversal.
Cocosabara, el sabor de Barú
Aprenden lo mismo, pero tienen sus propias ‘personalidades’ al momento de narrar sus historias. “Son bastante diferentes. Los de Barú tienen un enfoque étnico - territorial donde creen importante resaltar la gastronomía, los peinados, la pesca, las expresiones culturales y el medio ambiente. Tienen esa energía isleña que se te pega, quieren que toda su comunidad comience a valorar sus conocimientos y legado ancestral afro, también quieren contarles a los visitantes que Barú es más que “playas bonitas”.
Porque sí: Barú es mucho más que playas de ensueño. Así lo cuenta Ana Melisa Salcedo, de 16 años, quien asegura que Cocosabara, como se llama su colectivo, está “ creando contenido de lo que aquí se realiza, lo que nos identifica. Nos enfocamos en mostrar qué es Santa Ana y lo que nos caracteriza. Santa Ana es un pueblo que está lleno de virtudes y no han sido mostradas porque no han sido investigadas, pero tiene ese tesorito en el cual nos vamos a enfocar: en sus bailes, gastronomía, en cada persona de acá”.
Ya tienen canal de Youtube, así como Facebook e Instagram, en el que suben muchas stories y reels. “La comunicación es muy importante, porque las personas desconocen muchos temas y conceptos que son de crucial importancia y necesitan atención y participación en colectivo de la comunidad. Nuestro trabajo es tener informada a la comunidad de estos procesos”, destaca Lucía Ríos, otra de las integrantes de Cocosabara.
Nace Gecourbana
Si en Barú buscan consolidar su proceso, en Ciudad del Bicentenario buscan despegar con Gecourbana, el canal de Youtube que ya están preparando lanzar, luego de grabar una sesión de freestyle con los vecinos.
“Las chicas y chicos de Ciudad del Bicentenario tienen una mirada más urbana, les gusta el freestyle, contar las historias de la calle, de los vecinos que llegaron de Venezuela y que son unos bacanes”, cuenta Osorio sobre las temáticas preferidas en este sector.
Leiber Torres, de 19 años, es uno de los integrantes de Gecourbana, y describe el trabajo del colectivo así: “Tratamos de contar historias a través de cómo las vemos. Todos tenemos puntos de vista diferentes, entonces el colectivo tiene muchas personas, para tener varios enfoques y puntos de vista, y que así la población entienda las historias a través de nosotros”.
¿Y cuáles son esas historias? Marcos Ortega otro de los integrantes de Gecourbana, las menciona: “El freestyle, o el deporte, porque los técnicos de equipos grandes no vienen acá a vernos; el arte en los muros, y eso no se ve mucho. Los dibujantes que se expresan por medio de sus dibujos y hacen realismo, y no se ve para ayudarlos a impulsar. En el curso nos están dando herramientas para mostrar esto, lo que nosotros hacemos diariamente”.
Barú y Ciudad del Bicentenario. Cocosabara y Gecourbana. Dos territorios y una meta conjunta: contar con las herramientas necesarias y hacer sostenible a largo plazo este proyecto. Por lo pronto, ya van cumpliendo el primer objetivo.